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EL VERDADERO PODER EN RUSIA

El verdadero poder en Rusia

Cuando la Unión Soviética estalló en mil pedazos en el otoño de 1991, el caos se apoderó de Rusia. La libertad y la democracia llegaron de manera anárquica y las estructuras del país se derrumbaron como un castillo de naipes. Sin embargo, todos los analistas coinciden en que en esta mar revuelta sólo una organización sobrevivió a su propia muerte y hoy en día trata de rescatar al país de sus ruinas: la KGB.

Esta tesis se apoya en el hecho de que hoy la Federación Rusa, heredera de la antigua URSS, está liderada por Vladimir Putin, un hombre que pasó más de 20 años de su vida trabajando como agente de la KGB y fue director de su agencia sucesora, el Servicio de Seguridad Federal (FSB por sus siglas en ruso). Su ascenso vertiginoso al Kremlin dejó boquiabierto a Occidente y satisfechos a los rusos, quienes pensaron que el país necesitaba un hombre fuerte.

 Al poder de la mano de Putin

Desde el crash de agosto de 1998, estaba claro que los hombres que estaban sacando al país del caos venían de los servicios secretos. Un ejemplo fueron Yevgeny Primakov, Sergei Stepashin y el mismo Vladimir Putin, tres ex espías que llegaron consecutivamente al cargo de Primer Ministro.

Tres altos consejeros de Yeltsin procedían también de la KGB: el General Nikolay Bordyuzha, ex alto oficial, y su subalterno Vladimir Makarov, así como Boris Ivanov, quien era jefe del servicio de prensa del Kremlin.

 En 1998, los espías reciclados también se apoderaron de las direcciones de instituciones y empresas importantes. Por ejemplo, el General Gribory Rapota, quien era protegido de Primakov, dirigió la principal empresa exportadora de armas rusas “Rosvooruzheniye”, cuyas ganancias son de más de mil millones de dólares al año.

La prensa no se salvó de esta invasión. Yury Kobaladze, ex portavoz de los servicios secretos, se convirtió en director de Itar-Tass, y Lev Koshlyakov, un veterano del contraespionaje, fue nombrado jefe de los servicios de información de la Radio y la Televisión pública rusa.

 Los expertos consideran que, aunque por distintos caminos, el ascenso de los hombres de la KGB se debió en gran medida a que los ciudadanos deseaban que llegara el orden y cesara la humillación de Rusia por la pérdida del estatus de superpotencia, así como por su desencanto con la democracia.

Cuando Putin fue nombrado Primer Ministro, en agosto de 1999, tenía 46 años y había pasado más de 20 en los servicios de inteligencia, dentro y fuera del país; primero en la KGB y luego en el FSB. En diciembre fue nombrado sustituto de Yeltsin y en el 2000, fue electo en primera vuelta segundo Presidente democrático de Rusia.

Nikolai Petrov, analista del Centro Carnegie de Moscú, estima que Primakov y especialmente Putin utilizaron sus antecedentes como oficiales para presentar una imagen confiable a sus aliados, el Parlamento y la opinión pública.

 Sólo unos días después de haber reemplazado a Yeltsin, Putin nombró a los Generales del FSB Viktor Ivanov y Alexander Strelkov en cargos importantes.

Paralelamente, docenas de oficiales del FSB se unieron a Putin desde su natal San Petersburgo para ocupar cargos en la plaza Lubyanka de Moscú, donde está la sede central del FSB.

Boris Gryzlov, el “hombre de Putin” en el Parlamento, es otro ex oficial de los servicios secretos que operaba en la antigua capital imperial rusa.

“Putin no quiere equivocarse y tampoco caer bajo la dependencia de los clanes políticos existentes”, estima Boris Makarenko, vicedirector del Centro Político Tecnológico de Moscú, quien añade que el auge del Presidente se debe a que los rusos creen que un Estado fuerte, el control económico, unas fuerzas militares poderosas y una disciplina es la solución a sus problemas.

 ‘Más viva que nunca’

Cuando en el otoño de 1991, Mijail Gorbachov firmó un decreto que puso fin a la KGB, sus agentes estaban mejor preparados que los demás ciudadanos soviéticos para sobrevivir.

En esa época, muchos colegas de Natalia Geborkian, quien trabajaba en la Academia de Ciencias Atómicas de Rusia, la felicitaron por la abolición de la KGB. Hoy, la científica rusa recuerda aquellas ingenuas conversaciones y explica a REFORMA que la KGB “está más viva que nunca”.

Geborkian opina que el servicio de seguridad tiene ahora los mismos poderes que la vieja KGB. ¿Por qué?. Natalia dice que una vez un veterano de la KGB le preguntó: “¿Has pensado alguna vez por qué todos nosotros existimos? Quizá porque alguien todavía nos necesita”.

 ¡Todo el botín para los Chekistas!

Los chekistas, llamados así por haber pertenecido o por proceder de la Cheka (Comité Extraordinario contra sabotajes y contrarevolución), nombre originario de la KGB, emergieron del colapso soviético con una gran ventaja sobre los demás ciudadanos y la nomenklatura. Tenían bancos de información y conexiones por toda la antigua URSS y alrededor del mundo.

Conocían mejor que nadie cómo operar en el contexto político y de negocios de Occidente. Además, aunque estaban gobernados por la nueva legislación, ellos eran también la ley. Según la tesis del experto en la Unión Soviética Viktor Yasmann, “mientras que bajo los comunistas sus órganos eran controlados estrictamente, ahora los chekistas tienen su propia vida, no rinden cuentas a nadie y están muy unificados, como una fraternidad cerrada”.

Esto explica por qué la KGB pudo organizar y manipular el proceso electoral de 1992, cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas en Rusia. A fin de favorecer a sus candidatos, la KGB los mandó a cursos de entrenamiento y los proveyó de información política y económica privilegiada.

Abiertamente, 2.756 oficiales de la KGB se postularon para cargos federales, regionales y locales del Parlamento a lo largo y ancho de la antigua URSS . El 86 por ciento de ellos ganó en la primera vuelta. En la Federación Rusa, 57 por ciento de los 630 oficiales de la KGB que se postularon ganaron en la primera vuelta. Estas cifras no incluyen a los agentes encubiertos y colaboradores individuales, cuyo número se desconoce.

En esta misma época, los chekistas también empezaron a dominar los negocios más florecientes. Según un informe del propio FSB, sus oficiales están involucrados en el 80 por ciento de todas las “joint ventures” y mantienen posiciones importantes en la bolsa de acciones y valores de Rusia, así como en las empresas mercantiles y en las principales instituciones financieras.

El especialista Michal Waller dice que la gigante financiera y de construcción Most empleó a más de 800 ex agentes. Su departamento analítico (60 personas) está compuesto en su totalidad por personal de la KGB.

Un artículo publicado por Waller y Yasmann en el Journal de Justicia en Estados Unidos afirma que actualmente los chekistas controlan la inteligencia exterior y doméstica, la contrainteligencia, la contrainteligencia militar y policíaca, las comunicaciones electrónicas, la custodia de las fronteras y aduanas, la investigación y su aplicación, el patronazgo político y la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico.

 En su opinión, este parasitismo ya existía desde que la Policía secreta bolchevique aplastó la empresa privada y confiscó la propiedad de los ciudadanos, deteniendo y matando a decenas de miles de individuos y ayudando al Partido Comunista a “robar” para que la nueva élite utilizara estos recursos.

La nueva KGB

El analista checo Jiri Vagner dice en su libro “Imperio Secreto: La KGB en la Rusia de Hoy” que el FSB mantiene “ejércitos de agentes e informantes en universidades, fábricas, institutos de investigaciones científicas, granjas agrícolas, editoriales y oficinas de publicaciones y otros lugares”.

“Cuando las agencias oficiales estadounidenses se mezclan en ‘joint ventures’ con los oficiales de inteligencia rusos es casi imposible saber cuándo ayudamos a un criminal”, asegura otro experto, Frank Cilluffo, consejero del Senado estadounidense sobre el crimen organizado en Rusia.

En el libro de Stephen Handelman “Camarada Criminal: la Nueva Mafia Rusa” se afirma que la KGB goza de una posición especial en los nexos entre el mercado negro y la oficialidad, y añade que “todo no es más que una campaña motivada puramente por consideraciones políticas...”.

“Los servicios secretos tienen ahora más influencia que en la época de la URSS”, cuenta a REFORMA Konstantin Preobrazhensky, un ex oficial de la KGB, quien no se cree “el cuento” de que la KGB se desmanteló.

La FSB también colocó a la prensa bajo férrea censura durante la guerra en Chechenia y ha ido poniendo a los medios informativos bajo su control. Asimismo, dio luz verde al espionaje ligando sus oficinas con los servers de Internet, algo que preocupa a los activistas de derechos humanos y a los hombres de negocios que buscan invertir en Rusia.

Esta agencia también ha tomado medidas contradictorias sobre supuestos casos de espionaje, empleando evidencias y leyes que potencialmente sirven para incriminar a cualquiera. Preobrazhinsky pone el ejemplo del investigador en control armamentista Igor Sutyagin, quien fue acusado de espionaje a pesar de que obtuvo su información de fuentes abiertas.

Un organismo omnipresente

Su nombre ha cambiado ocho veces. Comenzó siendo la Cheka (Comité Extraordinario contra Sabotajes y Contrarevolución), en 1917, y fue rebautizada como Servicio de Seguridad Federal (FSB), en 1991. Pero todos los occidentales la conocen mejor por la KGB, Comité para la Seguridad del Estado (Komité Gasudarstviennoi Biezorrasnosti).

De ella se cuentan atrocidades y sus actividades despertaron miedo y fascinación a los rusos y a los extranjeros.
La KGB nació en 1954, cuando los soviéticos reestructuraron todo el aparato policial del país y lo pusieron bajo el estricto control del Buró Político.

Funcionó como un Comité Estatal adjunto al Consejo de Ministros hasta 1978, sin embargo, la KGB siempre tuvo más autonomía que otros organismos gubernamentales.

La KGB controlaba a los comités del mismo nombre en las 14 repúblicas.

Para su trabajo utilizaba una red de departamentos especiales en todas las instituciones gubernamentales, empresas, fábricas y Fuerzas Armadas, donde colocaba a sus representantes, quienes, apoyados por informantes, monitoreaban los sentimientos políticos entre los trabajadores.

Su estructura estaba muy centralizada. Incluso sus ramas regionales no estaban subordinadas a los soviets locales, sino a las jerarquías de la KGB en el Kremlin.

Su poder era casi absoluto. Un estudio abierto de la Biblioteca del Congreso Federal Ruso dice que la KGB tenía el poder de arrestar e investigar a individuos que cometieran crímenes políticos y económicos. También era responsable de la censura, la propaganda y la protección de los secretos estatales y militares.

Entre sus prerrogativas estaban vigilar la seguridad del Estado y aplicar el Código Penal Criminal de las Repúblicas de la Unión. Tenía autoridad también para, junto con el Fiscal General, investigar, entre otros, crímenes de traición, espionaje, terrorismo, sabotaje, agitación y propaganda antisoviética, divulgación de secretos estatales, salidas ilícitas del país, entradas ilegales a la Unión Soviética y robos al Estado.

Muchas veces, la KGB conseguía que la fiscalía y la Policía se unieran a los cargos contra los ciudadanos inconformes, y por eso muchos disidentes acusados de difamar a la Unión Soviética y violar el orden público eran casi siempre acusados de crímenes comunes como tráfico de drogas o robo.

La KGB jugó además un papel muy importante en la promoción de los objetivos de la política exterior soviética. Participaba en el programa del Kremlin y sus oficiales contribuían a la toma de decisiones en la política exterior.

La KGB tenía una serie de direcciones secretas destinadas a reclutar, entrenar y controlar a sus oficiales internos y externos, coordinar sus actividades con otros órganos administrativos, publicar informes, penetrar agencias extranjeras, monitorear a los ciudadanos soviéticos que vivían en el extranjero, ganarse la opinión pública extranjera y realizar trabajo “sucio” como asesinatos, secuestros y sabotajes.

Para este trabajo, la KGB disponía de agentes abiertos y encubiertos en el interior y exterior del país, además de varios cuerpos del Ejército que aseguraban la seguridad interna.

En 1989, se estimaban 230 mil hombres en estos cuerpos, 70 mil menos que en la década de los 70.

Una nueva camada de magnates alimenta la hegemonía de Putin

Por: Carolina Barros
Según la revista «Forbes», en Rusia hoy viven 100.000 millonarios. Para una población de 143 millones de personas es un buen número. Más todavía si se tiene en cuenta que antes de la perestroika, o apertura, de Mijail Gorbachov en 1986, técnica y legalmente los rusos ricos no existían. Las privatizaciones y reestructuraciones de las empresas estatales primero, y luego el boom de los commodities minerales e hidrocarburos dieron origen a los magnates. Entre ellos, 87 tienen patrimonios superiores a u$s 1.000 millones. Son los petroligarcas y metaloligarcas de la Rusia de Vladimir Putin.
Hay quienes los llaman los «nuevos ricos». Es que a diferencia de la primera camada de poderosos de principios de los 90 -sindicada de «mafia rusa», bullanguera, ostentosa, con excesos de brillos y desbordados al mal gusto-, los magnates de hoy, más discretos, todavía alardean, aunque ahora de su refinamiento. Conversos al multiculturalismo, la vuelta a una Guerra Fría no es óbice para sus inversiones «globales». Hablan varios idiomas, estudiaron en Europa o EE.UU. y, aunque residan en Londres, París o Nueva York, siguen conectados con Rusia.
Respecto de la «conexión», se dice que para hacer negocios en Rusia hay que ser amigo del primer ministro, Vladimir Putin. Y que jamás hay que contradecirlo. Si no, se puede terminar en una cárcel en Siberia, como Mijail Khodorkovsky, el ex dueño de la petrolera Yukos (y también ex magnate ahora), que se negó a cerrar una transacción con Putin. O como Boris Berezovsky, quien en 2000 tuvo que asilarse en Londres por no querer donar u$s 100 millones para un yate de regalo al entonces presidente. Su dócil socio de ese momento en la petrolera Sibneft sí se avino a la contribución y hoy es uno de los empresarios preferidos de Putin, además de gran amigo del presidente Mijail Medvedev.
Ese empresario dócil es Roman Abramovich (41), sin duda el más conocido de los «nouveaux» oligarcas. En 2005 vendió en u$s13.000 millones su parte de Sibneft a la estatal Gazprom, presidida entonces por Medvedev. Además de haberse comprado el club de fútbol Chelsea, es el mayor terrateniente de Belgravia, el barrio más «posh» (elegante) de Londres.
Tiene una mansión en Aspen y otra en Tel Aviv, además de cinco yates (el último, de 550 pies de eslora y 9 pisos). En el divorcio de su esposa Irina tuvo que sacrificar u$s 300 millones. Ya encontró consuelo: está de novio con la modelo Daria Zhokova (26). Ella lo hizo desprenderse de u$s 200 millones en una galería de arte que imita al Tate Modern londinense, pero en un viejo garaje de ómnibus moscovita.   
«Metaoligarca»

El más presentable es el «metaloligarca» Alexei Mordashov (42), dueño de Severstal, la mayor compañía de acero rusa. Con posgrados en Inglaterra, cree en la doctrina del liberal David Ricardo y es el hombre de confianza de Putin: representa a Rusia en sus negociaciones para entrar en la Organización Mundial de Comercio (OMC). De perfil bajo, es el cerebro de las adquisiciones estratégicas rusas en los EE.UU. Severstal acaba de comprar PBS Coals Corp., que provee carbón a la zona de Pittsburg, Pensilvania. Pagó u$s 1.300 millones en efectivo: apenas una pieza en el plan para que Severstal invierta 10.000 millones en la industria acerera de EE.UU.
Vladimir Lisin (52) proviene de la primera camada de oligarcas. Doctor en Economía, discreto, es el dueño de la acería Novolipetsk (NLMK) y el hombre más rico de Rusia. Hace pocos días compró «cash» (u$s 400 millones) BetaSteel, localizada en Indiana, EE.UU. Esta acería complementa la adquisición hecha en agosto de la fábrica de caños de acero John Maneely Co. Los rusos controlan ahora 10% de la capacidad de producción de acero de EE.UU.
Otro de los oligarcas con inversiones globales es Oleg Deripaska (40). Magnate del aluminio con Rusal, protegido de Putin, su fortuna triplica la de Abramovich. A través de Basic Element invirtió en Magna, la autopartista canadiense. Este mes compró 50% de VN Motori, la fábrica italiana de motores diésel, en la que General Motors es copropietaria. Lo hizo a través de Gaz Group, la mayor productora de autos de Rusia. En algunos proyectos de minería es socio de Peter Munk, el fundador de la canadiense Barrick Gold (que en la Argentina explota las minas de Veladero y Pascua Lama). Su asesor financiero es Nathaniel Rothschild, quinto barón de Rothschild.

  Jet set

Playboy y amante del jet set, Mijail Prokhorov (43) era dueño de la gigante del níquel Norilsk hasta hace dos meses, cuando la vendió en u$s 6.000 millones a «sugerencia» del Kremlin. La semana pasada, por orden de Putin, compró 50% de Renaissance Capital, el banco de inversión más grande de Rusia, que se iba a pique en la debacle financiera moscovita.

Pero el glamour ruso cosmopolita también tiene una mujer. Con apenas 16 años, Kira Plastinina es la diseñadora que exporta moda a EE.UU. Kira, claro, es hija de papá Serguei, el rey de una cadena de tambos que apuesta desde hace dos años a la inspiración de la nena. En 2007 abrió 40 locales en Rusia y no dudó en pagarle u$s 2 millones a Paris Hilton por sentarse en primera fila durante el desfile de su marca. En agosto inauguró una sucursal en Nueva York y cinco en Los Angeles. El business plan es que en tres años haya 50 locales en EE.UU.

También a la Costa Azul y Mónaco llegó el show ruso: los oligarcas compran mansiones, navegan megayates y ocupan los mejores hoteles. Para codearse con los «royals», Putin sale de pesca por Siberia con el príncipe Alberto de Mónaco. Hasta le habría regalado la «dacha» (cabaña rusa) que Alberto construye en las colinas de Mónaco. Eso sí: este mes, con el recalentamiento de la economía, el premier ruso no dudó en comportarse como un Romanoff. Según algunos informes, les ordenó a sus oligarcas que regresasen a Rusia las ganancias que se llevaron afuera. Con lo cual, los empresarios perdieron su independencia y Rusia y Putin conservaron sus reservas.

Rusia es un "estado mafioso" donde Putin controla el Gobierno, según Wikileaks

  • El documento vincula al Kremlim con el crímen organizado
  • Según el 'cable', España es el "brazo ejecutor de EE.UU. contra la mafia rusa"


El fiscal español contra la corrupción y el crimen organizado, José Grinda, en una fotografía de archivo MINISTERIO PÚBLICO DE CHILE

Wikileaks, el azote de la censura en internet

Los documentos filtrados de Wikileaks revelan que EEUU espió a la ONU

Detenido en Marbella el líder mafioso Kalashov para ser extraditado a Georgia

RTVE.es 02.12.2010
Rusia es un "virtual estado mafioso" donde el primer ministro Vladimir Putin "gobierna entre bastidores" por encima del presidente Dimitri Medvédev, según los nuevos documentos diplomáticos filtrados por Wikileaks difundido este jueves por las cinco publicaciones que han tenido acceso previo a los documentos, entre ellos El País.
Según un cable diplomático, a pesar de su cargo, Medvédev no toma "ninguna decisión importante" sin preguntar a Putin. El documento también establece que la relación entre Putin y Medvedev, que previamente en otro cable filtrado había sido descrita por un funcionario estadounidense como la de los personajes de ficción 'Batman y Robin', revela que Medvédev consulta de forma "casi siempre oscura para el mundo exterior" con el primer ministro, Vladímir Putin.
El embajador estadounidense en Moscú, John Beyrle, describía así las relaciones entre los dos principales líderes rusos en un informe enviado en el mes de noviembre de 2009 al director del FBI Robert Mueller para una visita a Rusia.
Las notas de la embajada de EE.UU. en Moscú también alertan sobre la implicación de la mafia y el crimen organizado en los diferentes niveles del Gobierno ruso.

Vínculos directos con el crímen organizado

"Los vínculos directos del Gobierno de Moscú con el crimen han llevado a algunos a considerarlo disfuncional, y a asegurar que el Gobierno actúa más como una cleptocracia", explica Beyrle.
Igualmente, se desconfía de la "siloviki", denominación rusa de los ministerios de Defensa, Interior y Seguridad, que "se parecen más a la "Ojrana", la policía secreta zarista, que a instituciones de seguridad occidentales", según los cables.
El Gobierno actúa más como una cleptocracia
El jefe de la legación diplomática de EE.UU. en Moscú califica a los jefes de la "siloviki" de "protegidos de Putin" y señala que "dominan la economía y los servicios de seguridad", enfrentados en muchas ocasiones a Medvedev quien es descrito como "socio menor" y un "firme abogado de la modernización económica, política y tecnológica".
Beyrle añade que "analistas independientes creen que en los servicios de seguridad hay personas vinculadas con el crimen organizado".

España, el brazo ejecutor de la mafia rusa

Uno de los cables de la Embajada de EE.UU. en Rusia que ha publicado el diario El País también revelan que el fiscal español contra la corrupción y el crimen organizado, José Grinda, vinculó directamente al Kremlim y sus servicios secretos con la mafia rusa en una reunión con expertos de EE.UU. celebrada en 2008. El cable del embajador Beyrle señala a España como "el brazo ejecutor del Gobierno de EE.UU. contra la mafia rusa" y que el fiscal "Grinda declaró que él consideraba a Bielorrusia, Chechenia y Rusia como "virtuales Estados mafiosos".
Grinda, que colaboró en la persecución del georgiano Alexander Kalashov, uno de los capos más importantes de la mafia rusa, detallo en esa reunión que había recibido información "sin testigos ni grabadoras" de los servicios de inteligencia de que ciertos partidos políticos operaban "mano a mano" con la mafia. Entre ellos citó al Liberal Democratic Party (LDP), y aseguró que había vinculos probados de la participación de partidos en el tráfico de armas.

Una "autocracia corrupta"

El oscuro panorama de Rusia dibujado desde la embajada estadounidense en Moscú se completa con la "silovki" "empleando la ley contra sus enemigos" y "transformando los juzgados en armas".
También el Ministerio de Exteriores del Reino Unido coincide en estos señalamientos cuando el director del servicio británico para Rusia, Michael Davenport, califica en otro cable a Rusia como una "autocracia corrupta".
En los telegramas hechos públicos también se informa que los funcionarios de EE.UU. creían que era probable que Putin conociera la operación para asesinar a Alexander Litivinenko en Londres en 2006.
Asimismo, se informa sobre el soborno como un sistema de impuestos paralelo que permite el enriquecimiento de funcionarios, policías y el sucesor de la KGB, el servicio de seguridad federal (SFS).

Amenazas a las embajadas extranjeras

Los cables, que en español los ha publicados el periódico El País, denuncian también amenazas al personal de la embajada de EE.UU. y de otros países occidentales tras las "revoluciones de colores" en Georgia (2003) y en Ucrania (2004), ya que los servicios rusos "culpan" a EE.UU. y sus aliados de impulsar esas "revoluciones".
"El hostigamiento contra todo el personal de la Embajada se ha disparado en los últimos meses a un nivel no visto en muchos años", afirma Beyrle.
"El personal de la Embajada ha sufrido ataques personales calumniosos y falaces en los medios. Los familiares han sido víctimas de afirmaciones psicológicamente aterradoras (...). No tenemos dudas de que esta actividad viene del SFS", agrega el embajador.