Francisco, comunista y excomulgado
Miles Christi - 03/12/2016
Misa
pontifical en la plaza de la Revolución, en La Habana, con Jesucristo junto al
Che Guevara
« Francisco »,
el actual ocupante del Trono de San Pedro y supuesto Vicario de Cristo,
concedió una nueva entrevista el 7 de noviembre pasado a su confidente y portavoz
oficioso, el periodista italiano laicista y abortista Eugenio Scalfari, el cual
fue publicado, como de costumbre, en el cotidiano izquierdista La Repubblica[1],
del cual Scalfari fue uno de los
fundadores y el primer director. Uno ya ha perdido la cuenta de los
reportajes, entrevistas y conferencias de prensa en los que
« Francisco » ha sembrado el caos y la confusión entre los católicos
con su pseudo magisterio mediático, y la verdad es que no le quedan ya a uno ni
ganas ni energía para continuar analizándolos y denunciándolos públicamente.
Y
esto, por dos motivos principales. En primer lugar, porque se trata sin cesar
del mismo discurso naturalista archiconocido que busca transformar el
catolicismo en una ONG laica y derecho-humanista en conformidad con el objetivo
de la masonería. En segundo lugar, porque uno supone que quien todavía no haya
abierto los ojos, tras casi cuatro años de aberraciones bergoglianas al por
mayor, difícilmente lo hará por leer una enésima crítica de su enésima
entrevista. Si, a pesar de esto, me he decidido a hacerlo, es porque en ésta
queda establecida sin atenuantes la adhesión de Bergoglio al ideal socialista,
por la cual incurre en la excomunión automática -latae sententiae- según declara el decreto de la Congregación del Santo Oficio del 1 de
julio de 1949, que citaré más abajo, luego de las palabras de Bergoglio
afirmando que « son los comunistas
los que piensan como los cristianos »…[2]
A continuación transcribo una parte de la entrevista:
Scalfari: Santidad -le
pregunté- ¿qué opina de Donald Trump?
Francisco:
« Yo no opino sobre las personas ni los políticos, sólo quiero entender
qué sufrimientos provocan con su manera de actuar a los pobres y
excluidos. »
« Francisco » pretende no
opinar sobre los políticos pero, de hecho, los condena de manera tajante por,
supuestamente, provocar sufrimiento en « los pobres y los
excluídos ». Querer preservar la identidad de un país y cuestionar la doxa
multiculturalista e inmigracionista dominante, es objeto del inmisericorde escarnio
bergogliano, mientras que reivindicar desvergonzadamente la contranatura, es merecedor de un indulgente y complaciente « ¿quién soy yo para juzgar? ».
Recordemos, a este respecto, sus palabras sobre Donald Trump en la conferencia
de prensa aérea luego de su visita a México: « Una persona que sólo piensa en hacer muros, sea donde sea, y no
construir puentes, no es cristiano[3]. »
No nos detengamos, en aras de la
brevedad, en el aspecto desopilante del Mandamiento
Nuevo bergogliano (« construir puentes y derribar muros »),
completamente ajeno tanto a la revelación divina como a la doctrina y a la
práctica bimilenarias de la Iglesia, sino en el grado de enjuiciamiento y de
condena inapelables que pronuncia contra aquellos que se oponen a las
invasiones migratorias en sus países respectivos, a los que recusa, lisa y
llanamente, el título de cristianos. Es verdad que, para Bergoglio, el
mundialismo inmigracionista, multiculturalista y ecologista es más importante
que los mandamientos de la ley de Dios y los preceptos de la Iglesia, sin duda insuficientemente
« misericordiosos » e « inclusivos »…
Scalfari: ¿Cuál es pues, en este
momento tan difícil, su principal
preocupación?
Francisco: « Los refugiados y los inmigrantes. Sólo una pequeña parte son
cristianos, pero esto no cambia la situación en lo que a nosotros respecta. Sus
sufrimientos y sus angustias. Las causas son muchas y hacemos todo lo posible
para eliminarlas. Desgraciadamente, con frecuencia se trata de medidas rechazadas
por la gente que tiene miedo a perder el trabajo o a que disminuya su salario.
El dinero está en contra de los pobres, y además en contra de los inmigrantes y
los refugiados, pero también están los pobres de los países ricos, que temen
que se acoja a sus similares provenientes de los países pobres. Es un círculo
vicioso que hay que detener. Hay que derribar los muros que dividen: intentar
aumentar el bienestar y hacer que sea más difundido, pero para lograr esto
necesitamos derribar esos muros y construir puentes que permitan disminuir las
desigualdades y aumentar la libertad y los derechos. Más derechos y mayor
libertad. »
Resulta
pues que, en un mundo totalmente descristianizado, en el que la violación de la
ley de Dios se ha vuelto la norma (aborto, « matrimonio » homosexual,
adopción « homoparental », pornografía, divorcio, contracepción,
eutanasia, ateísmo e indiferentismo religios masivos, « educación »
sexual en las escuelas y un larguísimo etc.), lo que más preocupa a
« Francisco » es que las corrientes migratorias de masa hacia los
países occidentales no sea interrumpida ni detenida, en perfecta consonancia
con los designios mundialistas y multiculturalistas de las Naciones Unidas. Los calificativos de « grotesco » y
« absurdo » se quedan cortos, ya que nadie ofende a Dios ni se
condena por buscar regular, y en caso de necesidad, por impedir, el flujo
migratorio hacia su país, lo que sí es el caso de las aberraciones morales arriba
mencionadas…
Según
Bergoglio, entonces, lo más importante es aumentar y difundir el
« bienestar », « derribar muros y construir puentes »,
fomentar indefinidamente la
consecución de nuevos « derechos » y « libertades » que
satisfagan los reclamos caprichosos y las reivindicaciones interminables de una
sociedad apóstata e inmoral que no busca sino satisfacer sus bajos instintos y
sus pulsiones más perversas de manera ilimitada y, sobre todo, que puedan
hacerlo con total impunidad y tranquilidad de conciencia…
Scalfari: Le pregunté al papa
Francisco si tarde o temprano se acabarían las causas que obligan a las
personas a emigrar. Es difícil comprender por qué un hombre, una familia, y
comunidades y pueblos enteros quieren abandonar su tierra, los lugares donde
nacieron, su idioma. - Usted, Santidad, a través de los puentes que se
construirán facilitará el reagrupamiento de los desesperados, pero las
desigualdades nacen en los países ricos. Hay leyes que tienden a disminuir esto,
pero no tienen mucho efecto. ¿Nunca va a terminar este fenómeno?
Francisco:
« Usted ha escrito y hablado a menudo sobre este problema. Uno de los
fenómenos que las desigualdades fomentan es el movimiento de muchos pueblos de
un país a otro, de un continente a otro. Después de dos, tres, cuatro
generaciones, esos pueblos se integran y su diversidad tiende a desaparecer del
todo. »
Scalfari: Yo lo llamo un mestizaje
universal, en el sentido positivo del término.
Francisco:
« Muy bien, es la palabra correcta. No sé si será universal, pero será más
generalizado que hoy en día. Lo que queremos es luchar contra las
desigualdades, este es el mayor mal que existe en el mundo. El dinero es lo que
las crea y lo que está en contra de las medidas que tienden a nivelar el
bienestar y favorecer, por lo tanto, la igualdad. »
Búsqueda
del « bienestar », supresión de las « desigualdades »
sociales, positividad del « mestizaje universal »: nos hallamos
ante el falso evangelio bergogliano expuesto en toda su crudeza naturalista y su
horizontalidad inmanentista…
Scalfari: Hace tiempo me dijo
Usted que el mandamiento « Ama a tu prójimo como a ti mismo » tenía
que cambiar debido a los tiempos oscuros que estamos atravesando, y convertirse
en « más que a ti mismo. » Así
que anhela Usted una sociedad dominada por la igualdad. Como Usted sabe, ése
es el programa del socialismo de Marx y después, del comunismo. ¿Piensa,
por lo tanto, en una sociedad de tipo marxista?
Francisco:
« Se ha dicho a menudo y mi respuesta siempre ha sido que, en todo caso, son los comunistas los
que piensan como los cristianos. Cristo habló de una
sociedad donde fueran los pobres, los débiles, los marginados, quienes
decidieran [???].
No los demagogos, no los Barrabás, sino el pueblo, los pobres, independientemente de que
tengan o no fe en el Dios trascendente, es a ellos
a los que debemos ayudar para que logren la igualdad y la libertad. »
Bergoglio,
afirmando que los comunistas piensan como los cristianos, contradice
formalmente el magisterio eclesial en la materia, legitima esta ideología
anticristiana y antinatural y hace pública profesión de fe comunista al reivindicar
su ideal utópico y revolucionario de una sociedad igualitaria, sin que importe en
lo más mínimo que sus miembros « tengan
o no fe en el Dios trascendente » [!!!]…
Estamos
hablando de la sociedad sin clases marxista, del « paraíso en la tierra »
comunista, de la utopía revolucionaria bolchevique, laica e internacionalista, sin
religión ni fronteras, al estilo de la célebre y subversiva canción Imagine de John Lennon : « Imagina que no hay países, no es
difícil hacerlo. Nada por lo que matar o morir, ni tampoco religión. Imagina a
toda el mundo viviendo en paz […] Imagina que no hay posesiones, […] una
hermandad de hombres. »
Ése
es el ideal bergogliano, el de un mundo unificado, sin distinción de clases y
exento de desigualdades sociales, un falso paraíso terrestre de una humanidad
supuestamente « reconciliada » y « fraterna », viviendo en
paz, sin que nada le falte a nadie, pero
huérfana de Dios y construída por el esfuerzo humano, de un modo puramente
natural e inmanente, mediante la « cultura del encuentro », la
« inclusión » y el « diálogo », el « construir
puentes » y el « derribar muros » y la integración social de las
« periferias existenciales »...
El
ideal de « Francisco » coincide perfectamente con el de Karl Marx y el
de John Lennon, situándose en las antípodas de la revelación divina y del
magisterio de la Iglesia, los cuales nos enseñan, por un lado, que la paz y la
fraternidad humana son utópicas, falaces y perversas si se persiguen
prescindiendo de Dios, y, por el otro, que la Jerusalén Celeste, en la que ya
no habrá más « lágrimas y ya no
habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor » (Ap. 21, 4),
es un don gratuito y sobrenatural recibido directamente de manos Dios a través
de su intervención personal y manifiesta en el desarrollo de la humanidad…
Cito
ahora el decreto del Santo Oficio de
1949 declarando la excomunión automática de los adherentes a la doctrina
comunista, y muy principalmente, de quienes la difunden:
« A
esta Suprema Sagrada Congregación le ha sido preguntado lo siguiente: […]
Cuarto: los fieles que profesan la doctrina comunista y principalmente los que
la defienden y propagan, ¿incurren ipso facto en la excomunión reservada
especialmente a la Sede Apostólica, como apóstatas de la fe católica?
Contestación de la Congregación del Santo Oficio: Sí[4]. »
Con
lo cual queda claro que « Francisco » no profesa la fe católica,
dado que, en virtud de sus doctrina heterodoxa en relación al comunismo,
ha incurrido en excomunión latae sententiae, es decir, automática,
sin que se requiera la declaración previa de una autoridad eclesiástica para
que se haga efectiva.
Me
apresuro a aclarar que, en realidad, este nuevo episodio en la lista
interminable de herejías bergoglianas no añade ninguna información substancial
ni modifica en absolutamente nada su situación eclesial, harto conocida
por quienes seguían con atención su escandalosa trayectoria en la Argentina y
también, desde hace casi cuatro años, en el Vaticano. No, ésta no es sino una
más de las innumerables pruebas de la no catolicidad de Bergoglio, la cual es,
por cierto, muy anterior a su elección al pontificado en 2013[5],
pero que, no obstante, considero útil destacar, pues podría ayudar a que algunos
desprevenidos pudieran por fin abrir los ojos con respecto al falso profeta argentino…[6]
[…] Scalfari: Nos despedimos con un abrazo
muy cariñoso. Le dije que descansara de vez en cuando, y él me contestó: « Usted también tiene que descansar
porque un no creyente como usted tiene que mantenerse lo más lejos posible de
‘‘la muerte corporal’’. »
La
impiedad de esta última frase es sencillamente incalificable. En vez de preocuparse
por la salvación eterna de su impío interlocutor, en lugar de invitar al ateo Scalfari
a convertirse a Jesucristo, realizando
una verdadera obra de misericordia espiritual, Bergoglio, dando muestras de
un cinismo a toda prueba y de un humor negro que produce escalofríos, simplemente
lo incita a diferir lo más posible el instante de su muerte y, por
consiguiente, el de su condenación eterna. Estas palabras, saliendo de la boca
de un supuesto Sucesor de San Pedro y Vicario de Nuestro Señor Jesucristo en la
tierra, son, lisa y llanamente, diabólicas…
[2] No es la primera vez que
Bergoglio miente desvergonzadamente sobre la cuestión del comunismo, procurando
hacer creer a la gente que esta ideología diabólica y anatematizada sin cesar
por la Iglesia coincidiría, en sus lineamientos fundamentales, con el mensaje
evangélico : « Tuve una profesora de
la que aprendí el respeto y la amistad, era una comunista ferviente. A menudo
me leía o me daba a leer textos del Partido Comunista. Así conocí también esa
concepción tan materialista. Recuerdo que me dio el comunicado de los
comunistas americanos en defensa de los Rosenberg que fueron condenados a
muerte. La mujer de la que le hablo fue después arrestada, torturada y
asesinada por el régimen dictatorial que entonces gobernaba en Argentina. »
-¿El comunismo lo sedujo? - « Su materialismo no tuvo ninguna influencia sobre
mí. Pero conocerlo, a través de una persona valiente y honesta me fue útil,
entendí algunas cosas, un aspecto de lo social, que después encontré en la
Doctrina Social de la Iglesia . » Entrevista con Eugenio Scalfari el 24 de
septiembre de 2013, publicada el 1 de
octubre en La Repubblica.
[6]
Presentar de manera exahustiva los documentos magisteriales que condenan sin
miramientos el comunismo es algo que excede el marco de esta nota. Se
recomienda vivamente, cuando menos, la lectura integral de la encíclica Divini Redemptoris de Pío XI, de la cual
transcribimos el siguiente pasaje a modo de ilustración, para convencerse
definitivamente de la incompatibilidad radical existente entre la
enseñanza de la Iglesia y las elucubraciones bergoglianas: « Condenaciones anteriores. 4.
Frente a esta amenaza, la Iglesia católica no podía callar, y no calló. No
calló esta Sede Apostólica, que sabe que es misión propia suya la defensa de la
verdad, de la justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo
rechaza y combate. Desde que algunos grupos de intelectuales pretendieron
liberar la civilización humana de todo vínculo moral y religioso, nuestros
predecesores llamaron abierta y explícitamente la atención del mundo sobre las
consecuencias de esta descristianización de la sociedad humana. Y por lo que
toca a los errores del comunismo, ya en el año 1846 nuestro venerado predecesor
Pío IX, de santa memoria, pronunció una solemne condenación contra ellos,
confirmada después en el Syllabus.
Dice textualmente en la encíclica Qui
pluribus: « [A esto tiende] la
doctrina, totalmente contraria al derecho natural, del llamado comunismo;
doctrina que, si se admitiera, llevaría a la radical subversión de los
derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana ». Más
tarde, uno predecesor nuestro, de inmortal memoria, León XIII, en la encíclica Quod Apostolici muneris, definió el
comunismo como « mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones más íntimas
de la sociedad humana, poniéndola en peligro de muerte », y con clara
visión indicaba que los movimientos ateos entre las masas populares, en plena
época del tecnicismo, tenían su origen en aquella filosofía que desde hacía ya
varios siglos trataba ele separar la ciencia y la vida de la fe y de la
Iglesia. Documentos del presente pontificado. 5. También Nos, durante nuestro pontificado, hemos denunciado
frecuentemente, y con apremiante insistencia, el crecimiento amenazador de las
corrientes ateas. Cuando en 1924 nuestra misión de socorro volvió de la Unión
Soviética, Nos condenamos el comunismo en una alocución especial dirigida al
mundo entero. En nuestras encíclicas Miserentissimus
Redemptor, Quadragesimo anno, Caritate Christi, Acerba animi, Dilectissima
Nobis. Nos hemos levantado una solemne protesta contra las persecuciones
desencadenadas en Rusia, México y España; y no se ha extinguido todavía el eco
universal de las alocuciones que Nos pronunciamos el año pasado con motivo de
la inauguración de la Exposición Mundial
de la Prensa Católica, de la audiencia a las prófugos españoles y del
radiomensaje navideño. Los mismos enemigos más encarnizados de la Iglesia, que
desde Moscú dirigen esta lucha contra la civilización cristiana, atestiguan con
sus ininterrumpidos ataques de palabra y de obra que el Papado, también en
nuestros días, ha continuado tutelando fielmente el santuario de la religión
cristiana y ha llamado la atención sobre el peligro comunista con más
frecuencia y de un modo más persuasivo que cualquier otra autoridad pública
terrena. » http://w2.vatican.va/content/pius-xi/es/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19370319_divini-redemptoris.html