Lumen Marie
«Hay un consenso científico muy consistente que indica que
nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático» (LS – n. 23).
No
existe alguna prueba científica que el calentamiento global tenga un fundamento
en la verdad.
Este
consenso científico muy consistente es el famoso IPCC, organismo
de la ONU para asuntos del clima, que se compone de un grupo muy pequeño de
expertos climáticos, burócratas y políticos, creado en 1988, con la única
intención de demostrar el cambio climático antropogénico. Por lo tanto, este
grupo nunca ha sido neutral.
De
este grupo, dice el climatólogo neozelandés, de intachable reputación, el Dr.
Vincente Gray, que «el IPCC está fundamentalmente corrupto. La única
“reforma” que podría sugerir sería su abolición».
Muchos
científicos se han separado de este grupo por su deshonestidad. Ellos van tras
una agenda predeterminada. Y lo que llaman argumentos científicos son un fraude
para toda la opinión pública, un bulo, una estafa.
En
el IPCC se basa Bergoglio para colar su argumento, un hombre que habla sin
recurrir al método científico, al rigor científico.
«Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente
a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un
amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres,
provocando millones de muertes prematuras. Se enferman, por ejemplo, a causa de
la inhalación de elevados niveles de humo que procede de los combustibles que
utilizan para cocinar o para calentarse. A ello se suma la contaminación que
afecta a todos, debida al transporte, al humo de la industria, a los depósitos
de sustancias que contribuyen a la acidificación del suelo y del agua, a los
fertilizantes, insecticidas, fungicidas, controladores de malezas y agrotóxicos
en general» (LS – n. 20).
Según
la idea de Bergoglio, la contaminación ambiental, que viene por el cambio
climático, lleva a la muerte, especialmente de sus pobres, a los cuales odia
con toda su alma; pero son su gran negocio en la Iglesia.
Un
grupo de científicos internacionales NIPCC
ha publicado un completísimo informe, el 1 de abril del 2014, sobre el aumento
de la temperatura terrestre y la salud de las personas:
«■ Temperaturas más cálidas conducen a una disminución
neta de la mortalidad relacionada con la temperatura, incluyendo
muertes asociadas a enfermedades cardiovasculares, respiratorias y
cerebrovasculares. Trabajos de investigación epidemiológica de todo el mundo
confirman esta afirmación.
■ Las muertes relacionadas con el frío son mucho más numerosos
que las muertes relacionadas con el calor en los Estados Unidos, Europa y casi
todos los países fuera de los trópicos. Los fallecimientos por trombosis
coronaria y cerebral suponen cerca de la mitad de toda la mortalidad
relacionada con el frío.
■ El calentamiento global está reduciendo la incidencia de
enfermedades cardiovasculares relacionados con las bajas temperaturas y
el clima invernal en un grado mucho mayor de lo que aumenta la incidencia de
enfermedades cardiovasculares y enfermedades asociadas con las altas
temperaturas durante olas de calor en verano.
■ Un vasto conjunto de trabajos de investigación contradice
robustamente la afirmación de que la malaria se extenderá e
intensificará por todo el mundo como resultado del calentamiento inducido por
emisiones de CO2.
■ Mientras que los factores climáticos locales determinan en
gran medida la distribución geográfica de las garrapatas, la temperatura
y el cambio climático no se encuentran entre los factores
significativos que determinan la incidencia de las enfermedades transmitidas
por eso insectos.
■ El actual aumento en el contenido de CO2 del aire no
sólo lleva al aumento de la productividad de los cultivos alimentarios,
también conlleva un aumento significativo de la cantidad y
potencia de las muchas substancias vitales y farmacoactivas que
se encuentran en los tejidos vegetales»
El
calentamiento global reduce la mortandad. El CO2 conlleva un aumento de
substancias vitales: no mata, sino que da vida. No hay pérdida de
biodiversidad, como falsamente proclama Bergoglio desde los números 32 al 42 de
su falsa encíclica.
«A su vez, el calentamiento tiene efectos sobre el ciclo del
carbono. Crea un círculo vicioso que agrava aún más la situación, y que
afectará la disponibilidad de recursos imprescindibles como el agua potable, la
energía y la producción agrícola de las zonas más cálidas, y provocará la
extinción de parte de la biodiversidad del planeta. El derretimiento de los
hielos polares y de planicies de altura amenaza con una liberación de alto riesgo
de gas metano, y la descomposición de la materia orgánica congelada podría
acentuar todavía más la emanación de anhídrido carbónico. A su vez, la pérdida
de selvas tropicales empeora las cosas, ya que ayudan a mitigar el cambio
climático. La contaminación que produce el anhídrido carbónico aumenta la
acidez de los océanos y compromete la cadena alimentaria marina» (LS – n. 24).
Según
la cabeza de este hombre, las emisiones de CO2, propias de las actividades
humanas, son las responsables del calentamiento global, que a su vez incide en
el CO2, y produce directamente condiciones adversas para la salud del hombre.
Pero,
según los científicos, el CO2 no es contaminante, sino que la vida depende de
ello. Son los océanos quienes regulan la cantidad de CO2 en el aire, porque son
alcalinos, capaces de absorber todo el dióxido de carbono. Hay un intercambio
entre los océanos y el CO2 19 veces más que el nivel que producen los hombres.
El CO2 desaparece de la atmósfera, gracias a los océanos. Luego, no se pueden agotar
los recursos naturales, como falsamente expone Bergoglio desde el número 27 al
31. Y, como el agua absorbe el CO2, entonces no se produce un círculo vicioso y
no es posible ningún calentamiento global. Si hay calentamiento es por otras
causas. El dióxido de carbono en los océanos está mejorando la producción de
los arrecifes de coral, que ayudan a la vida. Y, por lo tanto, eso anula el
fraude de la acidez en el mar. Los mares no se están corrompiendo ni, por lo
tanto, la vida en ellos. No hay círculo vicioso. Además, no se dan
consecuencias directas sobre la salud humana, sólo indirectas:
«El dióxido de carbono no afecta seriamente a la salud
humana hasta que el CO2 contenido en el aire alcance aproximadamente 15.000
ppm, 37 veces más grande que la actual concentración de CO2 en la atmósfera
(aprox. 400 ppm). No hay razón alguna para preocuparse sobre algunas
consecuencias directas adversas para la salud humana por el crecimiento del CO2
en el aire, ahora o en el futuro, ya que incluso proyecciones de los modelos
extremos no indican actividades antropogénicas que elevaran la concentración de
CO2 en el aire por encima de 1.000 a 2.000 ppm. Sin embargo, el IPCC afirma que
el aumento de concentraciones de CO2 son causa indirecta de varias amenazas a
la salud humana…»
La
teoría del CO2 como asesino del clima no ha podido demostrarse
experimentalmente. Al contrario, a pesar del continuo aumento en las emisiones
de CO2, «no ha habido calentamiento global» desde el año
2000 por encima de los niveles de 1998. «¿Cómo se puede obtener un
promedio global cuando ni siquiera tienen un solo porcentaje local?»
Esta
es la gran mentira del cambio climático.
«¿Es razonable pensar que provocamos “calentamiento global” con
el CO2? ¿Y que sea un problema?
Respuesta: Razonable es, pero no es necesario. Lo que no es tan
razonable es pensar que sea un problema. Y, sobre todo, es muy probable que no
falte mucho tiempo para descartar lo que dicen los alarmistas, con sus dobles
saltos mortales. Si no empieza el calentamiento de nuevo en los próximos cinco
o diez años, y fuerte, ya no va a haber volatines que valgan. Se romperán los
huesos. La gimnasia tiene sus límites».
El
cambio climático es algo natural, obedece a la ley inscrita en la naturaleza.
La creación va buscando su camino natural.
Que
no venga Bergoglio, que es el juguete de la ONU, amenazando con las terribles
consecuencias del cambio climático, advirtiendo que si no se busca un modelo
económico apto y un gobierno mundial, con una autoridad mundial, entonces todos
pereceremos.
«Los peores impactos probablemente recaerán en las próximas
décadas sobre los países en desarrollo» (LS
– n. 25); «… se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas
para que en los próximos años la emisión de anhídrido carbónico y de otros
gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, por ejemplo,
reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de
energía renovable» (LS – n. 26): Bergoglio es el falso profeta de
calamidades. Mete miedo para conseguir lo que quiere, su comunismo:
«… el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de
un modo especial a los más débiles del planeta» (LS – n. 48). Los malos de la película son las más fuertes
del planeta. Para ellos no hay deterioro ambiental. Para ellos, ni el ambiente
humano ni el natural se degradan. Son los ricos los culpables de que los pobres
vivan sin ser felices, sin la dignidad a la cual tienen derecho.
Vivimos
en una «cultura del descarte en la vida de las personas» (LS – n.
44), y eso no hay derecho. Hay que implantar la cultura del bien común impuesto
a todo el mundo porque existe «el principio de la subordinación de la
propiedad privada al destino universal de los bienes», con el cual «el
derecho universal a su uso es una «regla de oro» del comportamiento social y el
«primer principio de todo el ordenamiento ético-social» (LS – n. 93).
Bergoglio
se ha sacado de la manga este principio. Sencillamente, no existe. Pero como él
está en su idea evolucionista herética, en la cual el hombre viene del mono, de
una especie pre-humana inferior, antepone la sociedad a la familia.
Dios
crea al hombre individual, es decir, el hombre, por ley natural, tiene derecho
exclusivo a la propiedad privada. Nadie se lo puede quitar. Nadie le puede
obligar a darlo a otro.
Dios
creó al hombre solo, no en sociedad. Y el hombre no estaba obligado por nada ni
por nadie para dar su propiedad privada. Además, era dueño de toda la creación.
Y, cuando Dios crea a la mujer, crea el matrimonio. Luego, la primera
obligación del hombre para dar su propiedad privada a otro es a la familia. El
bien común empieza por casa. Primero, los tuyos. Después, si Dios te lo pide,
los demás.
No
existe la regla de oro para poner los bienes al destino universal de todo el
mundo. Primero, a la familia. Y si quiere el hombre, siguiendo la ley Eterna,
después a la sociedad. Porque Dios no obliga al hombre a compartir nada. Tiene
libertad para dar o no dar su propiedad privada.
Pero,
Bergoglio, como ha anulado la ley natural, se encuentra en el imperativo
categórico: hay pobres, me tienes que dar aunque no lo quieras. Me das porque
yo te lo digo, yo te lo mando. Y te pongo la excusa del calentamiento global y
del CO2.
«La estafa del calentamiento global es el resultado de la
creencia generalizada en una nueva religión, basada en la deificación de una
entidad nebulosa, “El Medio Ambiente” (la madre tierra, la madre
naturaleza).
“El Medio Ambiente” es una extensión del concepto de “naturaleza”
que fue considerado sagrado por los románticos, pero es una deidad mucho más
exigente, la cual requiere sacrificios constantes y crecientes de los seres
humanos.
El ecologismo es sólo el último intento de encontrar un
sustituto de la teoría de la evolución y es paradójico que puede ser tan
generalizada cuando el próximo año (2009) es el 200 aniversario del nacimiento
de Charles Darwin y el 150 aniversario de la publicación de su gran obra “El
origen de las especies como el resultado de la selección natural”.
Todas las creencias básicas del ambientalismo están en conflicto
directo con la comprensión contemporánea de los principios del darwinismo. A
pesar de este hecho, muchos científicos son partidarios de dogmas
ambientalistas y algunos se preparan para reclamar que sean compatibles con el
darwinismo». (La estafa del calentamiento global – Vincent Gray
Esto
es, precisamente, lo que Bergoglio está proponiendo en su falsa encíclica.
Está
renovando a Darwin con su evolucionismo, pero yendo más lejos: el panenteísmo.
Y con esta herejía quiere fundamentar una nueva religión:
«El fin último de las demás criaturas no somos nosotros.
Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término
común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza
e ilumina todo. Porque el ser humano, dotado de inteligencia y de amor, y
atraído por la plenitud de Cristo, está llamado a reconducir todas las
criaturas a su Creador» (LS – n. 83).
Está
hablando de la redención de todas las criaturas, no sólo el hombre. Está
diciendo que las criaturas, hoy día, por el cambio climático, están muy
alejadas de Dios. Está diciendo que es deber del hombre reconducir, llevar por
el camino adecuado a todas las criaturas. Es su panenteísmo que muy pocos ven
en este escrito.
Bergoglio
ha anulado toda ley natural en la Creación y sólo porque tiene a la Creación
como su diosa. La naturaleza es algo sagrado:
«…
todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos
una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto
sagrado» (LS – n. 89).
«…
la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que
descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar
para sostener su identidad y sus valores» (LS – n. 146).
El
ecologismo es el último intento de poner al hombre como dios en la naturaleza.
Pero, necesita -ese dios- un sacrificio humano, un nuevo fascismo:
«El siglo XXI, mientras mantiene un sistema de gobernanza
propio de épocas pasadas, es escenario de un debilitamiento de poder de los
Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico financiera, de
características transnacionales, tiende a predominar sobre la política. En este
contexto, se vuelve indispensable la maduración de instituciones
internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, con autoridades
designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y
dotadas de poder para sancionar»
(LS – n. 175).
La
política, la idea imperante, por encima de la economía: que haya gente en el
poder que controle el dinero, que imponga el bien común a todos, que obligue a
dar a quien no tiene, una libertad económica (es decir, una imposición
categórica, ideológica) para que todos se beneficien:
«Las autoridades tienen el derecho y la responsabilidad de
tomar medidas de claro y firme apoyo a los pequeños productores y a la variedad
productiva. Para que haya una libertad económica de la que todos efectivamente
se beneficien, a veces puede ser necesario poner límites a quienes tienen
mayores recursos y poder financiero»
(LS – n. 129).
Es
su principio de subordinación, su masónica regla de oro.
Lo
quieren dominar todo. Quieren esclavizar, más y más, a los hombres. Como si
tener dinero fuera un pecado mortal.
El
dinero, que es el invento de los hombres, es también la ruina de todos ellos.
Se lo han inventado para ser dioses. Pero sólo unos pocos pueden serlo. Por
eso, hay que dominar la propiedad privada, hay que subordinarla. Y no con el
fin de enriquecer a los pobres. Ésta es la idea bonita con que venden su
negocio.
El
fin es quedarse ellos con todas las riquezas del mundo y los demás como
esclavos. Y si no quieres ser esclavo, te liquidan. Por eso, ante la rebelión
de los pueblos, van a poner la marca de la bestia, para quitar gente de en
medio, gente que no está de acuerdo con su regla de oro.
«¿El sobrecalientamiento global y el efecto invernadero culpa
del hombre y de la excesiva producción de anhídrido carbónico? Un bulo colosal.
Así el profesor emérito Antonino Zichichi, intervino en el Viest
Hotel en el ámbito de un congreso organizado por el eurodiputado Sergio
Berlato.
“El efecto invernadero no lo ha creado por cierto el hombre, más
bien la naturaleza y debemos solo agradecer que exista, de otro modo la vida
sobre nuestro planeta no podría ser, visto que las temperaturas no serían
compatibles con nuestra supervivencia», ha declarado el
científico, presidente del Wfs.
“No existen pruebas científicas que el género humano
incida sobre los fenómenos de los cuales habla el que lanza la alarma sobre
los efectos terrificantes del calentamiento global. Serviría un tipo de
matemáticas mucho más refinadas de aquellas que conocemos para hacer ciertas
afirmaciones.”
Antes de hablar, los susodichos expertos deberían estar seguros
de tener las pruebas.
¿Cómo es posible, entonces que todos los gobiernos a nivel
mundial tomen cada día decisiones fundamentales, que inciden sobre la vida
cotidiana de todos nosotros, basándose sobre declaraciones que no tienen
ningún fundamento científico rigoroso?
La cuestión ha estado en el centro del debate sobre el tema “La
posición de Europa sobre el bulo del sobrecalentamiento global”, al que
también han tomado parte el periodista y escritor Riccardo Cascioli y el
senador Altero Matteoli.
“Estamos gastando millares de recursos para efectuar inversiones
aptas a reducir la producción de anhídrido carbónico, aunque si no es seguro de
que haya necesidad de ello”, ha explicado Zichichi.
“Si fuera verdad todo eso que ambientalistas y meteorólogos
se afanan a proclamar, aterrorizando los habitantes del entero planeta
sobre los efectos deletéreos sobre nuestros comportamientos sobre el clima – ha añadido – yo y mis colegas del Cern de Ginebra
habríamos ya cerrado los laboratorios. ¿Dónde están las pruebas científicas de
tales declaraciones?”, se pregunta el científico de fama internacional, que
agrega: “Antes de hablar, los susodichos expertos deberían estar seguros de demostrar
la veracidad de sus afirmaciones de manera experimental, inatacable. En
cambio, con los conocimientos actuales, nadie, al día de hoy es capaz de
explicar con una teoría científica rigorosa tampoco cómo se forman las nubes o
cómo se ha originado el desierto del Sahara”.
El motor meteorológico, según el estudioso, no ha creado
ciertamente al ser humano, pero lo ha encontrado así como es. Tanto que, “en
los últimos 500 millones de años, la Tierra ha visto derretirse bien cuatro
veces los casquetes de hielos que recubren los polos, que luego se han
reformado solos, sin que el hombre influyera en algún modo en tal proceso”.
¿Con qué objeto, entonces, continuar a invertir capitales
destinados a alcanzar objetivos que parecen, a la luz de tales
mediciones, inalcanzables?
La alarma se ha vuelto una ideología que obliga al uso de
fuentes energéticas más costosas.
“En éstos días en Europa ha sido aprobada una deliberación en
materia de compraventa de los derechos sobre las emisiones de anhídrido
carbónico – ha explicado Berlato – y, como otras
directivas comunitarias y normativas nacionales, se trata de disposiciones
destinadas a condicionar enormemente los estilos de vida de todos los
ciudadanos y de las empresas. ¿Es justo que las empresas, ya en fuerte
dificultad, se encuentren obligadas a afrontar costos elevados para adecuarse a
tales normativas, si no existe alguna prueba científica que el
sobrecalentamiento global tenga un fundamento de verdad? La alarma sobre el
calentamiento global se ha convertido en una ideología política, que obliga al
uso de fuentes más costosas y menos eficientes, aumentando los gastos y
haciendo perder competitividad”.
Bergoglio
se burla de todo el mundo, hasta de los científicos. ¿Hasta cuándo van a seguir
llamándole papa?