La
ética asesinada
El
Mercurio-Valparaiso-Chile
Un hombre muerto yace tirado en el piso de
su baño en un departamento de Puerto Madero, en Buenos Aires, y no descansa en
paz. Se ha llevado con él un secreto terrible, un secreto que tiene a un país entero
en vilo, al borde del abismo. Qué soledad la de ese fiscal, qué desolación la
de Argentina. Porque, incluso en el improbable (no imposible) escenario de que
se demostrara la tesis del suicidio, de todas formas la sospecha quedaría
instalada, porque no es la primera vez que mueren testigos clave antes de un
juicio en Argentina. Cuando ya es muy difícil desenredar las hebras de la
mentira de las de la verdad, un país puede hacerse inviable.
¡Cuánto nos duele ver a Argentina así, país
hermano que nos ha abierto mundos y perspectivas! Hay una Argentina que hoy
está llorando de verdad, la Argentina de los ciudadanos honestos, que ve en el
suelo junto al cuerpo inerte de un fiscal, el alma de un país.
¿Qué arruina a un país?, ¿la riqueza fácil
tal vez? ¿Y por qué una porción significativa del pueblo argentino terminó por
entregarles el país, casi con resignación primero y después cinismo, a oscuras
mafias disfrazadas de ideología?
Hay un momento en la historia de nuestros
países, en que con el silencio cómplice, todos podemos ser parte del círculo
vicioso de crímenes y mentiras. Es más fácil no ver, no denunciar, no decir.
Que un país con el capital humano y
cultural de Argentina esté en esta trágica encrucijada es una señal de alerta
para nosotros mismos, que nos hemos creído inmunes a la corrupción en el
contexto de Sudamérica, pero que hemos visto cómo en las últimas semanas ha
caído el velo que ocultaba la promiscua relación entre política y negocios.
¿Que aquí todavía no matamos a testigos y
fiscales? Sí, es cierto, estamos todavía bien lejos de llegar ahí. Todavía.
Pero no digamos "nunca". Nadie está libre en el mundo de hoy de una
gran descomposición en curso, que empezó hace mucho tiempo, cuando la política
fue cooptada por el dinero. Ya lo dijo el poeta del Siglo de Oro español,
Quevedo, "(...) pues que da y quita el decoro y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero es don dinero (..) Madre, ¡yo al oro me humillo!" En el
siglo XX, otro poeta, pero norteamericano, Ezra Pound, denunciaría qué pasa
cuando la usura corroe la civilización, en su feroz poema "Con
Usura".
Falta escribir un poema sobre el efecto
devastador de la mentira en la sociedad. Es la primera señal de que "algo
huele mal en Dinamarca". ¿No es preocupante acaso que algunos de nuestros
senadores y ex candidatos a la presidencia hayan mentido y, ya acorralados,
hayan dicho que lo que cometieron no fueron ilícitos, sino "errores"?
Qué fácil cruzar la delgada línea roja por ambición o avidez. Cada cultura
tiene su propio estilo para mentir. En Argentina -país de grandes narradores-
se miente descaradamente y casi con estilo. Aquí se miente con un poco más de
vergüenza (solo un poco), con cara de niños buenos, pero se miente.
Usura, mentira y política. ¿No estamos
hablando en realidad de Ética? Para Aristóteles, el griego que pensó la
política, ética y política iban juntas. En algún momento se separaron. Hoy el
cuerpo de un hombre muerto se interpone entre ambas, como una grieta que
sangra.