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NISMAN

NISMAN

Tres personas pueden guardar un secreto;
a condición de que dos de ellas estén muertas.
Benjamin Franklin

Si quieres mantener un secreto
ocúltalo incluso ante ti mismo.
George Orwell


El suicidio cuenta con una larga historia en la República Argentina de los últimos 120 años. Incluso los "suicinatos" – esos casos en que se mezcla el suicidio y el asesinato – no han sido tan raros como muchos piensan.

El 1° de Julio de 1896 se suicidaba Leandro N. Alem, creador de la Unión Cívica Radical y Gran Maestre de la Gran Logia de Libres y Aceptados Masones de la República Argentina [1] Los motivos reales del hecho – se habló de desengaño amoroso, enfermedad incurable, desencanto político, temperamento depresivo – nunca pudieron ser realmente establecidos. [2]


En enero de 1939 Lisandro de la Torre estaba desilusionado por la corrupción que no pudo frenar. Después de que una bala muy probablemente dirigida a él en pleno Parlamento había matado a su amigo Enzo Bordabehere quedó agobiado por la forma mafiosa en que se manejaba (¡ya entonces!) la política argentina. "Estoy solo, estoy viejo, estoy cansado” había dicho dos años antes. Terminó pegándose un tiro. [3]

Aunque las generaciones actuales no lo crean, existió una época en que el ser descubierto en un acto de corrupción podía producir tal vergüenza en la persona involucrada como para llevarla al suicidio. Eso fue lo que le pasó a Víctor Juan Guillot. Envuelto en un caso de corrupción por la venta de unas tierras destinadas a la ampliación de las instalaciones militares en El Palomar, al estallar el escándalo y quedar en evidencia los implicados, no pudo soportar la ignominia y se quitó la vida el 23 de agosto de 1940. [4]

Cuatro años después, en abril de 1953, después de la muerte de Eva Perón, apareció su hermano Juan Duarte – gran amigo de Héctor Cámpora y secretario privado de Perón – con un balazo en la cabeza. El hecho fue caratulado por el gobierno de suicidio relacionado con hechos de corrupción. Los antiperonistas lo consideran asesinato por mandato de Perón hasta el día de hoy.

Después, hay un largo lapso sin suicidios relevantes de unos 45 años, pero el año 1998 fue realmente catastrófico. El 20 de mayo se suicidaba Alfredo Yabrán. En agosto se suicida – de un tiro en la sien derecha a pesar de que era zurdo – el capitán Horacio Estrada ligado a la operación del tráfico de armas a Ecuador y Croacia. En octubre, Marcelo Cattáneo ligado al escándalo IBM-Banco Nación, aparece colgado con ropas ajenas y un recorte alusivo del diario La Nación en la boca. Y en diciembre aparece muerto el brigadier Rodolfo Etchegoyen antes de que pudiera revelar detalles sobre el negocio del narcotráfico en Ezeiza. O sea, 1998, cuatro "suicidios" en un solo año. Gobierno de Carlos Menem.

Que dejó al menos una secuela: Lourdes Di Natale, secretaria privada de Emir Yoma, cayó desde un piso 10 en marzo de 2003. La jueza que puso en duda la tesis oficial del suicidio fue Fabiana Emma Palmaghini.

La misma [5] que ahora tiene el caso de Alberto Nisman, el fiscal hallado muerto en su domicilio el 18 de enero de 2015. 

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¿En qué consiste la trama que se dibuja como trasfondo de la muerte de Nisman?

Convengamos en que es algo complicada porque se mezclan varias cosas; o, por lo menos, en el fárrago de la información mediática los datos concretos terminan entremezclados y confusos. En alguna medida incluso quizás a propósito. Son demasiados los intereses concurrentes y divergentes que se mueven alrededor de toda esta sórdida historia. De modo que tratemos de poner al menos las cosas un poco en orden.

El 17 de marzo de 1992 una tremenda explosión destruye el edificio de la embajada de Israel en Buenos Aires causando 29 muertos y 242 heridos. Los hechos ya en ese momento son terriblemente embrollados [6] y se vuelven aun más nebulosos cuando el estudio de tres reconocidos profesionales de la Academia Nacional de Ingeniería determinó que la explosión se había producido dentro de la embajada y no en un supuesto coche-bomba ubicado en el exterior. [7]

Dos años y cuatro meses más tarde, el 18 de julio de 1994, una violenta explosión en la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) causa 85 muertos y 300 heridos. La investigación de este caso también terminó completamente embrollada y, en una primera etapa, culminó en 2005 con el juez Juan José Galeano destituido por la Corte Suprema de Justicia y todos los acusados absueltos. Para decirlo lo más brevemente posible: después de once años (!) de idas y venidas, toda la causa volvió prácticamente a fojas cero. [8]

De modo y manera que si uno hace la pregunta concreta de "¿Quién cometió los atentados de la embajada y de la AMIA?", la respuesta concreta es: "No lo sabemos".

Al día de la fecha, nadie ha sido condenado en firme sobre la base de pruebas contundentes e irrefutables.

Tampoco – y esto no deja de ser muy extraño – nadie, ninguna organización terrorista, se auto-adjudicó la comisión de los atentados.

Eso por un lado.

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Por el otro lado, lo que tenemos es un abanico de diferentes acusaciones, sospechas, supuestas inferencias y deducciones varias. Son las llamadas "pistas" que en determinados momentos fueron propuestas con el objeto de "orientar" la investigación.

Entre ellas – y especialmente después del fracaso de la investigación de Galeano – hay una que tomó mucha fuerza y notoriedad aun cuando venía siendo impulsada por lo menos desde 1997/98. Y no por casualidad desde el momento en que estaba promovida por dos verdaderos "pesos pesados" de los servicios de inteligencia internacionales: la CIA y el Mossad. Según ellos, los responsables por los atentados tenían que ser los iraníes.

Curiosamente y además, la acusación se correspondía también con el interés de Washington y de Tel Aviv de presionar a Irán por su programa nuclear. En otras palabras: era obvio e inocultable el interés de la CIA y del Mossad en presentar a Irán como el culpable del atentado a la AMIA ya que esto servía de refuerzo a la negativa absoluta de permitir que Irán se convierta eventualmente en potencia nuclear. La lógica detrás de todo el razonamiento es, en realidad, bien simple: si Irán es el responsable por el atentado a la AMIA entonces Irán es una potencia terrorista y, si es una potencia terrorista, entonces no se puede permitir que tenga armas nucleares. Con lo cual estaría justificado hasta el ir a la guerra contra Irán para impedir que las tenga.

Es obvio que la AMIA no fue el único argumento esgrimido para argüir la peligrosidad de Irán. Muchos otros hechos podían hacerse apuntar en la misma dirección por la conexión entre Irán y el Hezbollah. Pero un Irán responsable por la AMIA – curiosamente con el tema del atentado a la embajada dejado siempre en un discreto segundo plano – servía para cohesionar y fortalecer la postura internacional norteamericana e israelí.

Ésa fue la orientación que asumió Alberto Nisman en 2004 cuando Nestor Kirchner lo puso al frente de la causa AMIA. [9] La asumió por completo hasta el punto de consultar con los norteamericanos y los israelíes prácticamente cada uno de los pasos que pensaba dar.  Y no solamente Nisman "compró" la pista iraní. También la hizo suya, y por entero, el sector de la entonces llamada SIDE comandado por Horacio “Jaime” Stiuso.

En ese contexto pasaron los años y llegamos a 2013.

Lo concreto es que en los nueve años en que Nisman estuvo al frente de las investigaciones – con todo el aporte de la CIA, el Mossad y la SIDE de Stiuso – la causa no avanzó en nada firme. Hubo declaraciones, escritos, operativos de prensa, promesas, cortinas de humo y anuncios varios. Pero las pruebas concretas, sólidas e incontestables que hicieran avanzar a la causa siguieron brillando por su ausencia. En 2013, a 19 años del atentado, a los efectos prácticos la causa AMIA, con los iraníes como principales acusados, estaba tan empantanada como el primer día.

Y aquí es donde interviene otro elemento en la historia.

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A fines de enero de 2013 Cristina Fernandez anunció que se había firmado con Irán un Memorándum de Entendimiento para constituir una "Comisión de la Verdad" sobre el caso AMIA. El acuerdo quedaría firme una vez aprobado por los Parlamentos de ambos países.

La cosa venía de antes porque ya en marzo de 2011 Pepe Eliaschev había revelado que se estaba concretando un pacto entre el gobierno de Cristina Fernandez y el gobierno iraní de Mahmud Ahmadineyad para dejar de lado el atentado a la AMIA en pro de una intensificación de las relaciones comerciales. [10]

En la Argentina, el acuerdo se aprobó en el Senado el 21 de febrero y seis días más tarde lo aprobó la Cámara de Diputados. Del lado iraní no se mostró tanto apuro. Al poco andar resultó evidente que los iraníes estaban, en primer lugar, interesados en el levantamiento de las "circulares rojas" de Interpol que pesaban sobre varios acusados y, como el gobierno argentino, no levantó – o no consiguió levantar – dichas circulares, el interés de los iraníes se enfrió rápidamente. Suma y total: el acuerdo nunca llegó a implementarse y hasta terminó siendo declarado inconstitucional en mayo de 2014 por la Sala I de la Cámara Federal.

Y aquí es donde aparece Nisman elaborando un largo documento de casi 300 fojas cuyo objetivo principal es armar una acusación "por encubrimiento" contra la presidente Cristina Kirchner, el canciller Héctor Timerman, el diputado nacional Andrés Larroque, el dirigente Luis D'Elía y el líder de Quebracho, Fernando Esteche. Y este es el documento que iba a ser expuesto y discutido el 19 de enero en una audiencia privada – que el oficialismo quería que fuese pública – ante la Comisión de Legislación Penal del Congreso.

No ocurrió. Un día antes de eso Nisman apareció con una bala en la cabeza.

Lo que hay que tener presente es que ese documento de casi 300 fojas no tiene nada que ver con el esclarecimiento del atentado a la AMIA. Con lo que tiene que ver es con los motivos supuestamente reales del Memorándum de Entendimiento con Irán y con las consecuencias del mismo para el caso AMIA. Según Nisman, el acuerdo con Irán estuvo motorizado por la intención de intercambiar petróleo iraní por granos argentinos a fin de paliar en alguna medida la crisis energética que sufre el país. Para lograr eso, el gobierno de Cristina Fernandez se mostró – al menos teóricamente – dispuesto a transitar por nuevos canales a fin de clarificar las acusaciones contra los iraníes presuntamente involucrados en el atentado. Esa predisposición fue interpretada por Nisman como una tentativa de encubrimiento de los iraníes por parte del gobierno argentino y sus "operadores informales" cuyas escuchas telefónicas revelan varias tratativas en este sentido. Específicamente y tal como lo expresa textualmente la denuncia presentada por Nisman: ". . . vengo, por la presente, a denunciar la existencia de un plan delictivo destinado a dotar de impunidad a los imputados de nacionalidad iraní acusados en dicha causa (la causa AMIA), para que eludan la investigación y se sustraigan de la  acción de la justicia argentina." [11]

En otras palabras: Nisman acusaba al gobierno argentino y a sus operadores informales de desviarse de la orientación investigativa impulsada por la CIA, el Mossad y la SIDE de Stiusso que querían ver a los iraníes acusados y condenados por el atentado.

Y a todo esto, el gobierno de Cristina venía de desmantelar la Secretaría de Inteligencia echándolo a Stiusso el 19 de diciembre de 2014. Prácticamente un mes exacto antes de la muerte de Nisman.
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En general, la pregunta clásica que uno se hace cuando se encuentra con un hecho de esta naturaleza es: ¿a quién beneficia? En este caso, sin embargo, muy probablemente la pregunta a hacer es otra. Es: ¿a quién perjudica?

No hay mucho para analizar en respuesta a esa pregunta: obviamente la muerte de Nisman perjudica, en primer lugar, al gobierno y, más específicamente, a los principales acusados que son Cristina Fernandez de Kirchner y Héctor Timerman. Los otros – D'Elía, Larroque, Esteche, etc. – también habrán sufrido algún desprestigio pero ninguno de ellos tiene la envergadura política suficiente como para justificar un operativo de descrédito de esta envergadura. Son simples comparsas, necesarios para sostener la estructura del escenario.

Con lo cual, la siguiente pregunta que uno debe hacerse es: ¿quién habrá querido perjudicar a Cristina y a Timerman? ¿O al gobierno en forma general?

En principio y en teoría, la lista de sospechosos podría ser sumamente extensa porque si hay algo que este gobierno consiguió a lo largo de sus años de permanencia en el poder eso es hacerse de una enorme cantidad de enemigos. Pero, dado el contexto de toda esta tenebrosa historia, los mayores perjudicados por las actuaciones del gobierno son justamente aquellos que impulsaron la estrategia anti-iraní desde el mismo principio.

Me dirán ustedes que últimamente hasta los Estados Unidos, en vista del descalabro en que se ha convertido toda la situación de Medio Oriente, han aflojado en buena medida su posición adversa a Irán y parecería ser que – por el momento al menos – ya no buscan necesariamente un pretexto para ir a la guerra contra ese país. El detalle en esto es que lo que le está permitido a EE.UU. no necesariamente lo está también para un país periférico como la Argentina.

Los romanos tenían un dicho para esto: "Quod licet Iovi non licet bovi". Es un juego de palabras; significa que lo que le está permitido a Júpiter no le está permitido a cualquier buey.

Y en materia de política internacional los Kirchner se han movido de un modo no muy diferente al del proverbial elefante en el bazar de porcelana. O al de un buey en el mismo bazar y con el mismo resultado.

Romper con una estrategia dictada por los EE.UU. y por Israel, para colmo echando de su puesto al garante local de dicha estrategia, no es precisamente la mejor forma de hacer amigos.

El hecho es que en el gobierno rompieron lo que no tenían que romper y ahora no saben cómo hacer para juntar los pedazos.

Nisman, en todo esto, es solamente uno de esos pedazos rotos. Su muerte es el daño colateral de un tiro por elevación.

Ojalá no haya otros.