FRAGMENTO DE
"EL HIJO DEL LEÓN" - SÍNTESIS DE LA TEORÍA INDOARIA DEL AVATAR
de Ibn Asad
Existen registros históricos de un pueblo
llamado en crónicas pali los bakis, los “hijos de Baka”, que en las crónicas
chinas se llaman xiougnu, una tribu nómada bárbara de origen incierto (quizás
Mongolia) que irrumpió en el Punjab en el S. V de nuestra era como los
heftalitas.
Estos heftalitas del S. V eran una rama de
los hunos, una confederación de varias tribus nómadas, algunas de las cuales
estaban avanzando sobre Europa Oriental en ese mismo contexto histórico. Sobre
esos heftalitas que estaban en Persia y el Indostán, no se sabe mucho sobre su
repentina y absoluta desaparición. Hubo una guerra hacia mitad del S.VI que puso
en acción a las tropas de la alianza turco-persa del Rey Khosrau en lo que pudo
ser un posible genocidio heftalita, que situó el Río Amu Daria y su antigua
desembocadura en el Mar Caspio como frontera de las dos superpotencias
militares del momento. No se sabe cuántos heftalitas sobrevivieron y adónde huyeron
tras su holocausto en Persia e India, pero no pudieron ser pocos (pues era una
comunidad importante, nómada, guerrera,
mercenaria,
con más que demostradas credenciales para la supervivencia en situaciones
adversas) y no pudieron quedarse en la zona sur persa, sino en el área turca,
al norte de las
fronteras
políticas formadas a ambos lados del Mar Caspio, al este por el Río Amu Daria y
al Oeste por la Cordillera del Cáucaso.
Menos de un siglo después, en ese mismo
contexto geográfico y con una estrecha relación lingüística e idiosincrática
con el pueblo xiougnu “Hijos de Baka”, aparece en la misma región del Cáucaso Norte
(donde sólo pudieron exiliarse los xiougnu ), un pueblo de
repentina
aparición, tan misteriosa como la desaparición de los heftalitas. Eran los
jázaros. Estos jázaros seguían siendo un pueblo bárbaro, nómada, y vivían de la
guerra de los otros y del comercio en la Ruta de la Seda. Religiosamente
seguían los cultos típicos de su origen étnico: un chamanismo nómada en donde
se integraban rituales de sacrificio sanguinario y brujería. Era esa “religión
de la guerra” propia de esta gran familia étnica, compartida grosso modo con
los hunos, los samoyedos, los mongoles y pueblos con unos mismos rasgos
culturales del llamado Ciclo del Este.
Sin embargo, a pesar de ser un pueblo
culturalmente pobre, el poder de los jázaros se expandió considerablemente a lo
largo del S.VII, gracias a la explotación y el saqueo de la Ruta de la Seda, y
a la función política que una cristiana Bizancio extrajo de este ya Reino de
Khazaria, el cual había extendido sus fronteras hasta la región ucraniana de
Crimea, con la ayuda bizantina.
Khazaria servía de barrera entre el
amenazante Califato Omeya, que en este siglo estaba en expansión, y una Bizancio
que no tenía grandes problemas en aliarse con estos misterio-sos paganos
llamados los jázaros, que se dividían (siempre se dividieron) en dos grupos,
los akhazaríes y los karazaríes, en una extraña división tribal en dos (como
Koka y Vikok) cuya naturaleza dual nadie ha conseguido explicar.
Sin embargo esta alianza bizantino-jázara
no la veían con buenos ojos las autoridades religiosas cristianas. Por eso, la
Iglesia Oriental presionó para que el emperador bizantino, ya con sangre jázara,
Constantino V (apodado por los griegos ortodoxos como Kopronymos, (“El Mierda”)
convenciera a Khazaria para convertirse al Cristianismo. El Rey Jázaro Bulan
tuvo una solución a este conflicto religioso que obstaculizaba la alianza
política: se inventó un origen étnico vinculado al antiguo pueblo hebreo. Y en vez
de convertirse al Cristianismo (lo que iba a resultar imposible ni tan si
quiera a un aparente nivel nominativo), se convirtió a un Judaísmo sui generis
que iba a mantener intacta la raíz pagana sacrificial brujo-chamánica de la
antigua religión jázara.
Y así aparecieron unos neo-judios, a
mediados del S. VIII que, por supuesto, no tenían nada que ver con los judíos
de Judea ni con nadie de ese entorno religioso. La pobre cultura jázara adoptó
el alfabeto hebreo, cambiaron sus nombres en antiguo turco-jázaro por nombres
más o menos judíos (por ejemplo, el Rey Bulan pasó a llamarse Rey Sabriel) y se
presentaron religiosamente como “descendientes del Noé bíblico” (no se lo creen
ni ellos) para mejorar la alianza cristiano-jázara contra el Islam.
Los jázaros fueron los mercenarios que el
Imperio Bizantino usó para hacer frente al Califato en su frontera. La alianza
cristiano-jázara funcionó a la perfección en el terreno militar (aplastaron a
los árabes en varias ocasiones), pero también en lo social (hasta el punto de
que el nómada pueblo jázaro hizo de Europa Oriental su nueva patria, la que
jamás
había
tenido). Esa misteriosa y fraudulenta alianza de la Europa cristiana con los
neo-judíos jázaros se extenderá hasta el día de hoy.
Ya con Khazaria desintegrada como estado,
los jázaros neo-judíos desarrollaron un nuevo fenómeno religioso en la Europa
Oriental basado no tanto en la Torah sino en un Talmud de formulación reciente
y fraudulenta, y no tanto en el idioma hebreo, sino en una nueva lengua (el
yiddish), una lengua eslavo-germánica que adopta el alfabeto hebreo. Este
neo-judaísmo europeo se hace llamar ashkenaz, y se convierte en la “religión”
de una comu-nidad jázara nómada que se adaptará como élite comercial en los
reinos cristianos orientales primero, y occidentales, después.
La influencia que los jázaros alcanzan a
tener en ciertos reinos europeos llega a incomo-dar a varios tronos. Esta
expansión migratoria y social del pueblo jázaro es advertida por ciertos gobernantes
cristianos, como Luis II de Baviera en el S.XIII, Luis I de Hungría en el S.
XIV, y varios reyes de Francia, reinos germanos, Holanda, los Reyes Católicos
en España en el S. XV… Todos ellos emitieron leyes de expulsión de los
neo-judíos fuera de las fronteras de los respectivos reinos. En el siglo siguiente,
el S. XVI, prácticamente todos los estados aplican leyes parecidas para una
comunidad extranjera ciertamente astuta, muy bien dotada para las ciencias
políticas, y que en unos pocos años, manejarán todos los reinos europeos a su
antojo e intereses. La “cuestión judía” había nacido en Europa, y como se
puede
comprobar, esta cuestión no tenía ningún trasfondo religioso a pesar del
nombre.
Este éxito definitivo de los neo-judíos en
su toma de poder europeo cristaliza en 1694 con la fundación del Banco de Inglaterra
e inaugura un siglo con varias misiones políticas para
los
jázaros neo-judíos, basadas todas ellas en su movilidad internacional sin un
país propio como sede. Actuaban de forma meta-estatal como prestamistas de
diferentes reinos y reyes
cristianos
que ya se habían plegado a unos intereses que sentían como propios. Así, una
dinastía de usureros ashkenazís afincada en Alemania como los Bauer (conocidos
después como los Rothschild) se sitúan a finales del S. XVIII como agentes de confianza
de los principales príncipes de Europa.
La intromisión de los neo-judíos no se
queda en el plano político: ellos saben desde su alianza con el Imperio
Bizantino, que la Iglesia suponía ser su gran enemigo potencial, pues ella era
consciente de la impostura y el auténtico origen y misión de estos mercenarios nómadas.
Por ello, se inicia una campaña de destrucción eclesiástica y de infiltración
en la institución católica, condensada en las agrupaciones masónicas del
estratega político Adam Weishaupt. Estas intrigas explotan en una “Revolución Francesa”
a medida de los intereses de los banqueros centrales y la masonería ashkenazí.
Simultáneamente el prestamista Nathan Mayer Rothschild se muda a Londres, para
diez años después convertirse en el dueño y señor del Banco de Inglaterra.
Jacob Rothschild se instala después en París y hace esencialmente lo mismo con
el Imperio Francés.
Al otro lado del Océano Atlántico, se
inicia una Guerra con los independizados Estados Unidos de América, que culmina
con la expansión del Imperio Rothschild bajo la forma de la fundación de la
Reserva Federal norteamericana. Durante el S.XIX, el poder de los neo-judíos se
había desbocado hasta límites que nadie podía haber imaginado. Pero esto era
sólo la antesala de una toma de poder absoluto, desarrollada durante todo el S.
XX.
A finales del S.XIX, el ashkenazí Theodor
Herzl elabora las teorías de las que se iba a buscar su praxis a través de las horrendas
guerras y revoluciones que se inauguran con el S.XX. Se trata del Sionismo, el
movimiento político que busca un “regreso” fraudulento a Palestina de un pueblo
que jamás estuvo allí.
Un año después de la fundación de la
Reserva Federal, se declara la guerra que culminará en una institución
internacionalista controlada por los sionistas (SDN, actualizada después como
UN u ONU), que trabajará en el subterfugio para espolear otra gran guerra
veinte años después.
La
Segunda Guerra Mundial supone un catalizador de los planes sionistas:
finalmente se declara el Estado Moderno de Israel en 1948, y se divide el poder
del mundo en dos bloques de gobiernos controlados por neo-judíos (dos bloques
militares hermanados, como Koka y Vikoka). Estos dos bloques desarrollarán una
escala bélica y tecnológica sin precedentes en la segunda mitad del S.XX, en
una revolución absoluta del control militar y social, que nos lleva a la síntesis
del momento presente.
Tras el colapso soviético y una teatral
“Guerra Fría” (usada como pretexto para el desarrollo bélico-tecnológico “más
allá de las estrellas” -Star Wars-), vemos ya en pleno S.XXI, como dos “hijos de
Bakasura”, dos entidades jázaras, dos fuerzas hermanadas racial y espiritualmente,
gobiernan el mundo en su totalidad bajo un régimen tiránico de control bancario
y militar. Dos fuerzas perfectamente identificables en este año 2013 como NATO
(con Estados Unidos y UE a la cabeza) y la alianza Euroasiática (encabezada por
la Federación Rusa y China), en paz teóricamente a través del Consejo de
Seguridad de la ONU, pero en pugna práctica constante por el control de países
fronterizos geoestraté-gicos, tanto en Oriente Medio (por ejemplo, ahora Siria),
como en Europa Oriental (por ejemplo, en breve en Ucrania y Turquía), como en
la esfera de pugna china-occidental (Tibet, Corea, Sureste asiático…). Un mundo
bipolar en manos de dos entidades bárbaras que se reparten todo cuanto existe
en la Tierra; un mundo gobernado por un monstruo bicéfalo surgido de las
orillas del Mar Caspio y que dispone de un poder tiránico global. Este es el
Nuevo Orden Mundial identificable hoy en día.
Editado
por Abdel Rahim Bakkali
Versión
del video de PETERHOUSE PRODUCTIONS