Investigando la bomba en la Asociación Mutual Israelita
por
José Petrosino*
El
18 de julio de 1994, pocas horas después de la voladura de la Asociación Mutual
Israelita (AMIA) se acusó de inmediato al Hezbollah, con la
instigación de Irán y se había utilizado un coche-bomba/conductor suicida. Hoy
las investigaciones apuntan a un autoataque israelí. ¿Sólo basta averiguar con
que finalidad tan diabólica?
El
18 de julio de 1994, pocas horas después de la voladura de la Asociación Mutual
Israelita (AMIA), el Vice-presidente de la República [en esa
entonces] Ruckauf, que estaba (¿casualmente?) de visita en
Washington fue llamado a la sede de Departamento de Estado donde un importante
funcionario de éste «le dijo» que el atentado había
sido realizado por gente de Hezbollah, con la instigación de Irán y se había
utilizado un coche-bomba/conductor suicida.
La «orden» (implícita) era
clara: los «culpables» y la «modalidad» ya
estaban, ahora había que encontrar «las pruebas».
Y
en esa tarea han estado empeñadas a tiempo completo las estructuras
administrativas pertinentes del Estado Argentino durante los pasados 10 años de
4 gobiernos distintos y de diversas tendencias, aunque a tenor del desarrollo
del juicio oral próximo a culminar, el éxito ha sido escaso.
Es
así que el ENCUBRIMIENTO de los atentados AMIA/Embajada se ha
convertido en la más inmutable de las razones de estado, en un país en el que
sus gobiernos no se caracterizan precisamente por respetar este tipo de
cuestiones.
Simultáneamente
en Buenos Aires, gente del juzgado de Galeano, policías federales y un
falso agente del Mossad (un espía de la SIDE que se hacía pasar por
tal, seguro), presionaban!?? A testigos que se restablecían de sus
heridas en el Hospital de Clínicas (especialmente a los que estaban
cerca de la puerta: el barrendero Alvarez de Manliba, el electricista Joffe y
la Sra. Rosa Montano de Barreiro), para que dijeran «que habían
visto una Trafic blanca [modelo de auto] en la explosión».
Lo
mismo hicieron en los días siguientes con otros de los muchos testigos
presénciales, Vg. el chofer Villalba, que estaba parado sobre la calle Pasteur,
pasando la esquina de Viamonte, mirando hacia Tucumán justamente para detectar
la presencia de una Trafic blanca: la del STO porque estaba mal estacionado.
Todos
ellos sin excepción se negaron a aceptar tal imposición porque era falsa y
aseguraron, a pesar de las amenazas (denunciadas por todos en la sala): que de
ninguna manera podría haber habido una Trafic en ese lugar, porque de ser así,
ellos necesariamente tendrían que haberla visto.
Esto,
declarado esos primeros días, fue mantenido invariable en sus testimoniales
bajo juramento en los debates orales 8 años después, y se completó con las
declaraciones en el mismo sentido de otros aproximadamente 100 testigos que
estaban en la zona en condiciones de ver u oír la inusual trayectoria del
presunto engendro explosivo.
¿Cómo
hicieron aquellos «interrogadores» precoces (¡y
activos!) para saber «de la Trafic blanca»el mismo
18/7, si el trozo de block con el N° que llevó a determinarlo «apareció
oficialmente» el 25/7 (aunque todavía no se haya podido
determinar, por quién, cuándo y donde, fue encontrado), y que de los pocos
y desmenuzados restos que se muestran en la sala, «como hallados en el
área», era imposible determinar el vehículo al que pertenecían?.
Lamentablemente
los que deberían haberse hecho esta pregunta no se la han hecho, siguiendo en
la línea de no investigar todo aquello que pudiera acercar a la Verdad.
Esta
debe haber sido una de las razones, al menos, por las cuales Galeano y los
fiscales, ahora desplazados de la causa, han desobedecido la orden expresa de
la Cámara Federal de los jueces: Vigliani, Cattani e Irurzun en 1999, de «realizar
una adecuada reconstrucción del escenario de la voladura haciendo participar la
mayor cantidad de testigos posible».
Ahora
bien, salvo estos «investigadores» con desarrolladas aptitudes
adivinatorias, puesto que no sólo «sabían» desde un
primer momento que había habido un coche-bomba, sino hasta de que marca y
modelo era, todos los otros expertos consultados «esos» primeros
días opinaban lo contrario.
Por
supuesto que Galeano, los fiscales y las autoridades de AMIA/DAIA, sólo
tuvieron en cuenta la«hipótesis» de los «adivinos»,
descartando a priori cualquier otra. Veamos algunas de «esas» otras:
El
20 de julio de 1994, Clarín en un artículo de pág. 18, dice: ...los terroristas
habrían puesto una bomba dentro de la sede judía a través de un edificio
vecino. Es posible que hayan colocado otra en la puerta de entrada a la AMIA.
Está prácticamente descartada la utilización de un coche bomba (...)
La
primera conclusión de los expertos de Gendarmería es que hubo una acción
combinada entre una o dos cargas explosivas colocadas en el interior del
edificio, en su sector delantero, y otra bomba, que estaba en la puerta
principal....
El
comandante retirado de gendarmería, Laborda, declaró en una visita al lugar y
ante cámaras de televisión, que no había habido coche-bomba y que la explosión
había sido interior. Un año después,
contratado por la DAIA cambió de opinión y confeccionó una «pericia»
de parte que Galeano dio por verdadera, en la que decía que «el
coche-bomba» había entrado en parte dentro del edificio antes de
explotar.
El
experto en explosivos enviado por el FBI, Charles Hunter, asumió también la
explosión interior en los primeros días.
Tomando como base de razonamiento, la rotura de la columna del edificio vecino
en la medianera que da a Tucumán y la asimetría en la distribución de los
escombros. Luego ya en USA, cuando hizo su informe final, se plegó a la
teoría oficial del coche-bomba.
El
26 de julio de 1994, La Prensa publicó una crónica en página 6 de Verónica
Bonacchi destacada en la zona de la explosión, que decía: Después del
mediodía [del 25 julio], hubo otro hallazgo que los movilizó [a
los periodistas en el lugar]. Mientras el grupo de rescate [unidad
de rescate israelí]juntaba sus materiales y guardaba cuidadosamente los
equipos especiales, el general Zeev Livneatravesó el vallado. Y
anunció: «Hemos encontrado partes de un auto con un cadáver adentro
[?]. Posiblemente sea el suicida que conducía el coche-bomba. Pero no se puede
identificar a la víctima porque está completamente destrozada». Los
restos del vehículo, con una persona muerta en su interior, habrían aparecido
entre los escombros de lo que fuera la entrada de la sede mutual israelí.
Livne especuló una teoría: «Acá había
problemas para estacionar pero no para pasar. Pienso que el auto se puso de
frente y subió hacia el edificio. Allí explotó. Por eso hay un cráter sobre la
vereda y el cordón»....
Al
atardecer de ese mismo 25, es decir varias horas después de la declaración de
Livne a la prensa, se dio por oficialmente aparecido, «entre los
escombros», al trozo de block del motor de la Trafic con su número intacto
que condujo a Telleldin.
Ante
la carencia de toda otra evidencia de ese «hallazgo» crucial
(toda la estructura del juicio oral«descansa» sobre él), porque el
acta de secuestro se probó apócrifa en la sala y no hubo ningún otro testigo
presencial, se echó mano a la gente de Livne.
El
mismo y 2 de sus subordinados, «olvidándose» de lo dicho a la
época y de que ellos no habían trabajado entre los escombros el 25/7/94 a la
tarde, declararon en la sala que «ellos habían encontrado entre los
escombros "el motor de la Trafic" [nombre que se le dio al pequeño
trozo de block], al atardecer del 25/7/94, antes de retornar a su país.
¡Bingo!, para la historia oficial"».
En
octubre del 1994 entró al expediente «el informe israelí del
atentado» que realizó la gente de Livne (el Mossad),
que suscribía la hipótesis del coche-bomba, fundándola: «en un
’cráter’ de aproximadamente de 5,5 mts. de diámetro y más de 1 mt. de
profundidad [?] que se extendía una parte en la acera y la otra en la calzada».
Punto
7 del citado informe: «El foco de la explosión».
A
pesar de que este «hoyo», tamaño pileta de natación
(olímpica), sólo pudo existir en la profusa imaginación de los «peritos»
israelíes (vg.: no hay 1 sola foto que de cuenta de su presencia), hizo «su
camino» en el caso. El comisario bombero López lo incluyó en su «pericia» y
los fiscales también lo incorporaron en su requisitoria, al comenzar el Juicio
Oral en setiembre de 2001.
En
diciembre del 1994 los periodistas Jorge Lanata, Joe Goldman y un nutrido y
selecto grupo de colaboradores publicaron el libro «Cortinas de humo»,
fruto de sus investigaciones «de campo» comenzadas a poco de la voladura
(entrevistaron a numerosos testigos y realizaron minuciosos análisis y
estudios) donde probaban que la explosión (o explosiones) había(n)
ocurrido en el interior del edificio y que lo del coche-bomba/conductor suicida
era, justamente, una cortina de humo.
Posteriormente
el mismo Lanata manifestó que la publicación del libro le había traído «muchos
problemas» (?) por lo cual se arrepentía de haberlo hecho. Aunque posteriormente en su declaración como testigo
en la sala confirmó puntualmente los hallazgos del libro.
La
sola duda de la existencia del coche-bomba, es ya prueba concluyente de su
inexistencia. La amplia experiencia mundial (miles de casos) demuestra que
nunca la ha habido en ese aspecto. Cuando se ha utilizado esta modalidad
terrorista invariablemente ha quedado en el lugar, perfectamente identificable
como tal, más del 30 % del vehículo y la mayor parte del resto se recoge en la
inmediaciones, y nunca se ha dado que el motor del vehículo se rompa en
pequeños trozos.
La
Argentina se convertiría así, entre otras «rarezas», en el
único país en el mundo en que los coches-bomba («pasó lo mismo» en la
Embajada) se desmenuzan al explotar, «evaporándose» en
su mayor parte.
Las
hechos son contundentes por si mismos y no dejan siquiera resquicio para la
duda. Pero fuerzas oscuras y subterráneas están movilizándose activamente
ahora, con la interpósita participación de dirigentes de la AMIA/DAIA y la
«ayuda» de algunos «políticos» y «periodistas»,
para evitar por cualquier medio, que el TOF3 dictamine la NO-existencia del
coche-bomba.
Que
es lo que rigurosamente correspondería de acuerdo a las evidencias obrantes.
La «solución
de compromiso», lo máximo que estos señores de las tinieblas esperan
obtener para zafar de una segura debacle total y de que el escándalo resultante
los «aplaste», resignándose desde ya, a que no va a haber ninguna
condena en el juicio, es que el TOF3 no se expida sobre esta cuestión clave
para la investigación, alegando:
1.
lo contradictorio de las evidencias; y
2.
que «esa» definición, ya sea en un sentido u en otro, no importa en la
determinación de la criminosidad de las conductas sometidas a escrutinio
judicial, por tratarse de un aspecto extemporáneo e independiente de estas.
José
Petrosino
José
Petrosino, 61 años, investigador independiente de los atentados en Buenos Aires,
en 1992 a la Embajada de Israel y 1994 a la mutual judía AMIA, y por extensión
de los otros atentados en el mundo también atribuidos al llamado
"terrorismo internacional". Ingeniero electrónico, trabajó 22 años en
las multinacionales ITT y E. I. Du Pont de Nemours y en la italiana en el Grupo
Radici, como investigador industrial. Retirado en 1992, vive en la ciudad de
Luján al oeste de Buenos Aires, Argentina.