El Vaticano, desde siempre ha parecido reproducir
los secretos e intrigas de una corte renacentista – que, en cierto modo,
es lo que ahora sigue siendo. La humildad ostentosa del Papa Francisco, sus riñas a prelados de alto
rango, no han cambiado nada de ello en absoluto; en todo caso, las ambiciones
del pontífice han alentado a los conjurados y contraconjurados a trabajar con
mayor vigor. Y ahora nos encontramos con que el mismo papa es el conjurado
. El propósito de Francisco es simple: Está
a favor de la propuesta, presentada por los cardenales liberales de la iglesia,
que permitiría a los católicos divorciados vueltos a casar, recibir la comunión
sin haber sido declarado nulo su primer matrimonio.
Gracias al apoyo tácito del Papa, la
presente propuesta se convirtió en una polémica central en el sínodo del año
pasado sobre la familia y está actualmente en curso en Roma, como controversia central. Pero si su
propósito es claro, su método es decididamente turbio. En cuestiones de
procedimiento, los poderes del Papa son casi absolutos: Si Francisco decidiese
mañana refrendar la comunión para los vueltos a casar, no hay Corte Suprema
católica que pudiera echarla abajo.
Al mismo tiempo, sin embargo, se
supone que el Papa no tiene el poder de cambiar la doctrina católica. Esta
regla no puede aplicarse con ningún mecanismo oficial (Se supone que el
Espíritu Santo es el factor crucial de equilibrio), pero la costumbre, la
modestia, el temor de Dios y el miedo al cisma,
todo esto frenaría a los papas
que estuvieran tentados de reescribir la
doctrina.
Y un cambio de doctrina es lo que
los católicos conservadores, muy razonablemente, creen que implica
esencialmente la propuesta de la comunión [a recasados] de Francisco.
Probablemente sería un fascinante
tema para escribir, sobre ciencia política
acerca de cómo la combinación del poder absoluto pero absolutamente limitado, conforma el oficio papal. Las maniobras recientes de
Francisco merecerían un capítulo, porque
él está buscando claramente la manera que le permita ejercer sus poderes sin
socavar su autoridad.
La clave de esta búsqueda han
sido los sínodos, que no tienen oficialmente
un papel doctrinal, pero que pueden proyectar una imagen de consenso
eclesiástico. Así que una fuerte declaración sinodal que respaldara la comunión
para los vueltos a casar como un cambio meramente “pastoral”, pero sin ser una alteración doctrinal, haría
la tarea de Francisco mucho más fácil.
Desafortunadamente tal
declaración ha demostrado ser difícil de lograr – debido a que las filas
de obispos católicos incluyen tantos a
conservadores, como Benedicto XVI y Juan
Pablo II, y también porque el argumento de lo “pastoral” es, básicamente, sólo
basura, [N.T. lo de llamar conservadores a Benedicto xvi y juan Pablo ii, demuestra,
en mi opinión hasta donde puede llegar la sombra alargada del
neo-conservadurismo. Sin embargo el diagnóstico hecho de “basura” argumental a la falsa distinción entre “pastoral” y
“dogmático”, da plenamente en el blanco. De hecho estamos hartos de ver hacer
esta distinción respecto de las enseñanzas heréticas del Concilio Vaticano
Ii. Resultan patéticos los esfuerzos de
neocons y lefebvrianos, para liberar a
los conciliares de cualquier acusación de herejía, llamando
al C.V II, un concilio meramente pastoral al que no fuera obligado
someterse. Basura argumental ciertamente de la que deberían tomar nota los que
siguen a blogs y “cabezas pensantes” empeñados en descargar al concilio de
cualquier responsabilidad, atribuyéndola a un inventado `posconcilio, que lo
único que hizo es sacar a luz las enseñanzas, a veces veladas, del “concilio”
Vaticano II]
La Enseñanza de la Iglesia sobre
la indisolubilidad del matrimonio ya ha llegado al punto de ruptura con el nuevo proceso express de anulación [del Motu propio] de
este Papa; que con la comunión de los vueltos a casar sin anulación
previa, acabaría por completar la
ruptura total.
Así que para vencer la
resistencia de los obispos que se aferraron a este punto obvio en el primer
sínodo del año pasado y ahora en éste, ha llevado a que los que organizan el
sínodo nombrados por el papa, pidan
prestado [argumentos], “amañados” por ellos,
del reciente libro de investigación de Edward Pentin, corresponsal del
Vaticano, con el fin de llegar al resultado querido por el papa.
Los documentos-guía del Sínodo se han escrito con ese objetivo en
mente. El Papa ha hecho nombramientos en el sínodo con esa finalidad, no
dudando en añadir incluso a cardenales de edad contaminados por el escándalo de
abuso sexual, si son aliados a la causa del cambio. La oficina de
prensa del Vaticano ha filtrado debates a puerta cerrada (tal como el Papa
había prescrito) del Sínodo a los medios de comunicación con esa finalidad.
Los encargados de la redacción
del informe final del sínodo se han seleccionado para este fin. Y el propio
Francisco, en sus homilías diarias, ha criticado constantemente al catolicismo
de los “doctores de la ley,” fariseos
legalistas modernos – señales apenas veladas de sus puntos de vista.
(Aunque, por supuesto, en el
Nuevo Testamento los fariseos permitían el divorcio, lo que Jesús rechazó.)
Y sin embargo, su plan no
necesariamente está teniendo éxito. Se ha informado que todavía no hay nada
parecido a una mayoría dentro del
Sínodo en favor de la propuesta, que es
probablemente la razón por la que los organizadores oculten sus apuestas por un
documento final. Y los conservadores – de
África, Polonia, América, Australia – ahora no están tan desprevenidos como en
el otoño pasado, y se muestran más prestos a esbozar réplicas públicas que traten de dejar fuera de combate al pontífice
con apelaciones privadas.
La situación está cargada de
ironía. Los progresistas envejecidos están aprovechando el momento que pensaron
que se les había escapado, y están tratando de superar a los conservadores más
jóvenes que hasta ahora pensaban que
poseían el futuro católico. Los obispos africanos están defendiendo la fe del
pasado europeo contra los alemanes y los italianos que da la espalda a su
propio patrimonio. Un Papa jesuita de hecho está en guerra contra su propia
Congregación para la Doctrina de la Fe, la antigua Inquisición- una situación
que haría que la jerarquía del siglo 16 quedara totalmente confundida..
Para un periodista católico, y
para cualquier periodista, es una historia fascinante, y como periodista que soy, estrictamente
hablando, he de decir que no tengo la menor idea de cómo va a terminar todo
esto.
Hablando como católico, espero
que el complot falle en el último
momento; cuando el Papa y la Fe histórica parecen estar confrontados, mi
apuesta se decide por la fe.
Pero para una institución que
mide su tiempo de vida en milenios, “este último momento” puede tardar mucho
tiempo en llegar.
De New York Times