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BERGOGLIO Y GUARDIA DE HIERRO





 ¿Santo que? 

El origen político del Santo Padre
Guardia de Hierro: la organización peronista en la que militó Francisco
Ricardo Ragendorfer 17 de Marzo de 2013
El Sumo Pontífice supo articular a través del activismo partidario una fina sincronía entre su condición eclesiástica y el segmento laico de su ser. Cómo fue su vínculo orgánico con el masserismo. Quién es Alejandro "Gallego" Álvarez.




Un hecho histórico: el cardenal Jorge Mario Bergoglio acaba de convertirse en el primer Sumo Pontífice latinoamericano. "Me fueron a buscar casi al fin del mundo", dijo durante el atardecer del 13 de marzo ante miles de fieles que lo ovacionaban en la Plaza San Pedro, del Vaticano. ¿Acaso imaginaba en ese instante que su presunta complicidad con la última dictadura militar argentina iría a ser el primer gran escollo de su papado? Lo cierto es que se trata de un escollo muy embarazoso, al punto de que –a sólo 48 horas de ser elegido por los cardenales– el mismísimo portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, salió a desmentir el asunto, originado en una añeja investigación del periodista Horacio Verbitsky.

En resumidas cuentas, al ahora llamado Francisco se lo sospecha por haber desprotegido –y tal vez, delatado– a los sacerdotes Osvaldo Yorio y Francisco Jalics, quienes en 1976 permanecieron cautivos por más de cinco meses en las mazmorras de la Armada. El flamante Santo Padre también está señalado por su obstinado silencio frente al plan sistemático de robo de bebés, del cual tuvo conocimiento en 1977, al desentenderse de un caso en particular: el del nieto de Licha de la Cuadra –la primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo–, a quien le comunicó por un intermediario la conclusión de sus indagaciones: "A la criatura la tiene una familia bien y no hay vuelta atrás". No mejor impresión provoca el doctorado honoris causa que –a raíz de una gestión suya– le otorgó la Universidad de El Salvador el 25 de noviembre de 1977 al almirante Emilio Eduardo Massera. Sin embargo, a dicha enumeración de supuestas bajezas se suman otros episodios –avalados con datos documentales y testimonios– que hablan de arriesgadas tratativas emprendidas por él ante ciertos jefes militares para rescatar víctimas del terrorismo de Estado. ¿Cuál fue, entonces, su rol en aquellos años, dentro de una institución cuya jerarquía estuvo implicada en el apoyo político y espiritual a la dictadura y en el ocultamiento de sus crímenes?
¿Era Bergoglio, en ese marco, un colaboracionista o una persona digna? Ya se ha visto que al respecto las versiones no son absolutas. Y es muy posible que ese hombre afable, astuto y reservado haya sido –tal como corresponde en  un buen jesuita– ambas cosas a la vez. Dicho misterio –hoy en boca de la prensa internacional– todavía persiste.
No tan conocida, en cambio, es su identidad política en el universo terrenal. Y menos aún, su presencia en las filas de  la organización peronista Guardia de Hierro, a la cual se integró en 1972, siendo ya un ascendente sacerdote de la Compañía de Jesús. La reconstrucción de ese capítulo de su existencia, su pensamiento ante la realidad de aquellos días, las relaciones que desde allí fue cincelando con la meticulosidad de un orfebre y la exquisita sincronía entre su condición eclesiástica y el segmento laico de su ser, son reveladores, dado que echan luz sobre el enigma religioso más vibrante del presente: la forma con la que el nuevo vicario de Dios atravesó las arenas movedizas de la dictadura.

PERONISMO A LA RUMANA. Dicen que las charlas que derivaron en su militancia tuvieron por escenario una mesa de la confitería Los 36 Billares, de  la Avenida de Mayo, muy frecuentada por la dirigencia de Guardia de Hierro. Uno de sus interlocutores en ese proceso supo ser Walter Moreno.
A los 35 años, el padre Jorge –tal como por aquel tiempo todos lo llamaban– era una pieza codiciada para cualquier “orga”: maestro de novicios, profesor de Teología, rector del Colegio Máximo y consultor provincial de los jesuitas. No costaba adivinar en él a un cuadro de la Compañía, una orden cifrada por la obediencia, el rigor intelectual y una disciplina ascética, casi militar. Quizás él haya encontrado en el estilo de Guardia de Hierro cierta afinidad con ello, ya que se trataba de una usina de cuadros políticos con reglas y hábitos con tinte marcial.  
Inspirada en la Garda de Fier –una organización fascista rumana fundada en 1927 por el ultracatólico Cornelieu Codrenau–, sus dirigentes se autoerigieron en celosos custodios de la doctrina peronista. En las reuniones se leía a Lenin, al místico Mircea Eliade, al jesuita del siglo XVI, Mateo Ricci, además de La comunidad organizada, de Perón. Ese variado corpus teórico hizo de Guardia de Hierro un grupo atípico dentro del peronismo de los años ’70, un grupo de 15 mil soldados –en sus mejores épocas– que parecía una logia medieval, con un imaginario cargado de ideas pintorescas y sorprendentes por su osadía. Sin correrse de su ortodoxia partidaria, acaudillados por el carismático Alejandro “Gallego” Álvarez (ver recuadro), enarbolaban su equidistancia del “Frente Rojo” (Montoneros) y del “Frente Negro” (Comando de Organización  y la Concentración Nacional Universitaria).  En suma, eran la Tercera Posición en estado puro. Bergoglio se sentía a sus anchas en aquellas medias tintas.
En 1974, ya en la cúspide local de la Congregación, Bergoglio recibió un regalo del cielo. El jefe máximo de los jesuitas, Pedro Arrupe, le ordenó pasar la Universidad de El Salvador a manos laicas. A ese efecto, el actual Francisco depositó su confianza en dos compañeros de militancia: Francisco Piñón, (a) “Cacho”, quien pasó a rector, y su amigo Walter Romero, uno de los apóstoles del “Gallego” Álvarez y jefe de su Estado Mayor, como operador principal de la Universidad en la sombra.
Desde ese escenario académico, Bergoglio y Guardia de Hierro hicieron casi pública, dos años más tarde, su vínculo político con el tenebroso comandante en jefe de la Armada. La cadena de hechos y circunstancias que derivó en tal sociedad –la cual hasta relaciona dicha alianza con los secuestros de los curas Yorio y Jalics– fue en su momento escasamente difundida y ahora merece ser repasada. 
Ambos sacerdotes siempre aseguraron haber sido liberados por una gestión del ya fallecido ex presidente del CELS. Emilio Mignone. Otras voces, en cambio, señalan que fue el propio Bergoglio quien se reunió con Massera para acordar la liberación de los religiosos.
En 2002, el periodista Hernán Brienza se entrevistó para la revista 3 puntos con un ex altísimo dignatario de Guardia de Hierro.
El hombre clavó la mirada, y dijo con voz aguardentosa: “Yo estuve en esa reunión con Massera y sé lo que se habló y lo que se arregló.”
El entrevistado –cuya identidad nunca fue revelada– aseguró que en aquella ocasión Bergoglio no estuvo presente, y que él y otro importante referente de la organización sí asistieron, en calidad de enviados suyos. “A los sacerdotes –dijo– los liberaron por pedido de Bergoglio. Nosotros fuimos los negociadores exclusivos. Massera no quería, pero finalmente accedió. Como contrapartida, hubo algún tipo de acuerdo político y el nombramiento como doctor honoris causa del Massera en El Salvador, que se oficializó unos meses después”.
¿Qué pensar al respecto? Sin ninguna prueba concluyente sobre su presunta intervención en el salvataje de Yorio y Jalics, lo cierto es que la entronización universitaria del almirante ocurrió exactamente a las cuatro semanas de que éstos resurgieran del inframundo de la ESMA. No menos cierto es que, desde entonces, lo que quedaba de Guardia de Hierro –células dispersas que seguían reuniéndose en el mayor de los sigilos– fue puesto bajo el paraguas protector del marino, quien reclutó algunos de sus elementos para ponerlos al servicio de su proyecto personal.

LOS DOS DEMONIOS. La Tercera Posición en estado puro. Ese perece ser el concepto que Bergoglio eligió para sí. Tercera Posición para la política. Y también para los delitos de lesa humanidad cometidos por los militares durante la última dictaura. Una Tercera Posición entre los Derechos Humanos y la represión. Como si la teoría de los dos demonios hubiera confluido en una sola sotana.
El final de los años setenta es otro tramo misterioso en la vida de quien acaba de ser ubicado en el trono de San Pedro. Mientras la historia oficial de la Iglesia Católica asegura que estuvo terminando su tésis en un convento de Alemania, otras voces sugieren que, en realidad, fue enclaustrado en un convento jesuita de Irlanda del norte o España, a modo de casigo por su osadía política y vuelo propio. Su ostracismo se prolongaría durante 12 años. 
Recién en 1992, su poderoso mentor en la Iglesia, el polémico cardenal Antonio Quarracino, le anunció por vía telefónica que ya estaba su nombramiento: el Papa Juan Pablo II lo había designado obispo auxiliar de Buenos Aires. Era la culminación de un largo derrotero que incluyo ascensos vertiginosos, algunos sinsabores e intrigas trepidantes. Al ser anoticiado de su nuevo destino, respondió con un cerrado silencio, antes de dirigirse a la capilla para agradecer a Dios por el gesto. Recién entonces levantó los ojos y respiró una bocanada de aire con su único pulmón.
El pasado miércoles, al abdicar de su apellido para convertirse en Francisco, respiró otra vez profundamente con su único pulmón.  «


El verdadero jefe político del papa
En plena primavera de 2008, más de un centenar de antiguos militantes de Guardia de Hierro celebraron una cena de gala para recordar su trepidante paso por la historia en el restaurante El General, de la avenida Belgrano.
A las 21:20 de aquella noche, hizo acto de presencia un anciano ya entrado en kilos y con barba encanecida. No era otro que el legendario Alejandro Álvarez, a quien sus viejos camaradas siguen llamando, simplemente, el “Gallego”. Ya poco quedaba de ese muchacho de discurso encendido que supo cautivar a otros jóvenes de su generación, entre ellos, nada menos que a un sacerdote: el entonces provincial de la Compañía de Jesús, Jorge Bergoglio.
Álvarez se inició en la política en el Comando Nacional Peronismo (CNP) y, ya en 1962, para forzar la vuelta de Perón del exilio, intentó emular el plan ideado por el militar griego Giorgio Grivas, quien quería llegar a Chipre como libertador. El asunto ideado por el "Gallego" consistía en crear un conflicto en Tucumán, Rosario, Buenos Aires, Córdoba y dejar una zona libre para la llegada del General, una simbólica Chipre. Jujuy era la isla imaginada a la que debía llegar el caudillo derrocado siete años antes. Se envió una copia a Perón, pero este no respondió.
Este episodio pinta por entero al joven padre de una criatura política que se convirtió en escuela de cuadros y llegó a rivalizar –tanto en número como en presencia territorial– con otras organizaciones del peronismo.
Considerado derechista por la izquierda y "zurdo" por la derecha, el "Gallego" se propuso disputar el campo de la militancia a los Montoneros, Pero, súbitamente, disolvió Guardia de Hierro en 1974, tras la muerte de Perón.
A partir de entonces, en medio de espasmódicos regresos a la actividad política, se fue extraviando en una pensamiento entre social y religioso, no debidamente comprendido por sus antiguos compañeros de ruta.
Hacía unos años se lo vio regentear una flota de taxis desde un bar de Constitución.
Ahora, desde el 13 de marzo, el "Gallego"  Álvarez puede jactarse de haber sido el jefe político del Papa.



Soy Carlos Santillan de Jujuy y conozco muy bien porque los guardianes eligieron nuestra provincia para que Peron regresara del exilio, comparaban a nuestra provincia con Chipre querian rodearla de conflictos en provincias vecinas y dejar una zona liberada a Jujuy .
De alli que en mi provincia quedaron muchos hombres y mujeres de guardia de hierro,uno de ellos es practicamente el padre de Milagro Sala . Es el que fuera secretario de A.T.E Jujuy hasta hace muy poco se llama Fernando Acosta y tiene muy buena relacion con su compañero de los años 70 Bergoglio.

El círculo comienza a cerrarse ... se entiende ahora el por qué el papa defiende a milagro salas .


Dicha organización, que tomó su nombre del fascismo místico rumano, fue un grupo surgido durante la proscripción del peronismo que conjugó un apego exegético al pensamiento de Perón, con activos conceptos místicos.
Liderados por Alejandro “Gallego” Álvarez, G. de H. fue uno de los sectores más trascendentes del justicialismo pos 1955.
Su derrotero entre la crítica a López Rega y su apoyo a Isabel, su acercamiento a Massera y a la Iglesia Católica – en especial los jesuitas - durante el Proceso, sus oscilaciones durante el alfonsinismo entre la renovación peronista y el menemismo, pasando por la fundación del Partido Solidaridad, la reconversión de algunos militantes en Orden religiosa, el ascenso de otros a la vida empresarial, y el actual apoyo de un sector de ellos al kirchnerismo son muestras de un camino sinuoso y paradójico.
Una de los fundadores de la agrupación Guardia de Hierro, Alejandro Francisco "Gallego" Álvarez, se refirió a la relación de Jorge Bergoglio, actualmente, Papa Francisco, con este sector duro del peronismo.

En primera instancia, Álvarez, descartó las informaciones periodísticas que afirman que el Sumo Pontífice formó parte de Guardia de Hierro. Consultado sobre si Jorge Bergoglio formó parte de este sector expresó: “No, no es cierto eso. Lo único es que él fue amigo nuestro durante un tiempo”, expresó en diálogo exclusivo con INFORME DIGITAL.

Luego se mostró molesto con esa vinculación que realiza la prensa: “no puede ser que sigan diciendo esa tontería, porque en realidad es en contra de su Santidad”.

Y agregó: "el problema que tienen es saber que él fue peronista, toda su vida, pero fue amigo nuestro, conocido, nada más.”

Más adelante contó que Jorge Bergoglio tenía también relaciones con otros sectores peronistas, sin embargo, explicó por qué el ex Arzobispo de Buenos Aires se acercó más a Guardia de Hierro: “lo que ocurre es que nosotros teníamos una cantidad de compañeros aptos para manejar la universidad, que es lo que aprovechó la Compañía de Jesús para desprenderse de la universidad que le pesaba. Lo único que pensó Jorge Bergoglio fue preguntar las posibilidades de una política que había sido fijada por nosotros de antemano, y no abandonar la universidad a un grupo de laicos”.

Habló de la fideipolítica, término acuñado para explicar las relaciones entre religión y política, como el desarrollo de la política según Cristo y que es lo que “la Iglesia propone siempre, entonces la coincidencia –con Bergoglio- es absoluta”.

Consultado sobre la posibilidad de sacar rédito político por la actual exposición de Guardia de Hierro y el acercamiento pasado del Papa, Álvarez expresó: “no nos interesa aprovechar esto en beneficio de lo que nosotros decimos”.

Asimismo, el "Gallego" se refirió a los gestos de sencillez del Sumo Pontífice, y dijo que todo lo que “esta presente hoy en el Papa ya estaba antes. Él ha sido devoto de San Francisco de Asís siempre. Ha pensado el tema de la bondad y la caridad, y lo ha pensado, desarrollado y ejecutado aquí en Argentina y por eso lo atacan, para desprestigiarlo”, sostuvo.

Por último, el fundador de la agrupación peronista Guardia de Hierro, Alejandro Álvarez, opinó sobre la relación del Papa con la presidenta Cristina Kirchner y descartó que siga existiendo una relación tensa entre ambos: “La relación con la presidente es muy buena. Ya habían arreglado antes de que sea Papa”, concluyó.


“La verdad es objetiva”
Por Paulo Menotti.- El principal dirigente de la agrupación juvenil peronista de los años 60 y 70, Alejandro Álvarez, presentó su libro “Así se hizo Guardia de Hierro”, y en una entrevista con El Ciudadano reflexionó sobre la historia de los argentinos.


“La verdad es objetiva. No es la verdad de alguien, porque existe sin mí y sin vos. Aquello que ocurre es el objeto verdadero de la historia. No es lo que dice Felipe Pigna, que posa de historiador”, afirma Alejandro “El Gallego” Álvarez, el más destacado dirigente de lo que fue Guardia de Hierro, la agrupación de los 60 y 70 netamente leal a Juan Domingo Perón, que estuvo con el líder en Madrid y militó para su regreso. Tras la presentación en Rosario de su libro Así se hizo Guardia de Hierro. Historia objetiva de una pasión, un texto que reúne la historia de esa agrupación y un importante anexo de fuentes, Álvarez respondió preguntas de El Ciudadano acerca de la historia de nuestro país señalando que si se busca comprender la verdad de los hechos hay que “comprender al pueblo”. En la misma, mostró su conformidad con el gobierno de Cristina Kirchner, habló de su vieja relación con el papa Francisco –aunque desmintió que Jorge Bergoglio haya militado en las filas de la organización que él dirigió– e impugnó las internas violentas del peronismo en los 70. “Las tres A fueron las tres fuerzas (militares) que pusieron a prueba su aparato”, señaló, enérgico. Sin embargo, al referirse a “ellos”, señala tanto a Montoneros como a la “oligarquía argentina”, que crearon “la mentira”.

—En pocas palabras, ¿cómo se hizo Guardia de Hierro?

—La intencionalidad del título: “cómo”, también quiere decir: “qué pasó”. Nace cuando cae el peronismo, cuando vienen los gorilas del golpe (de Estado de 1955), los presos, la clandestinidad, etc., todo lo que conllevó a eso, que no es poco. Para mucha gente la historia de la Argentina es como una calesita; para otros ni siquiera existe. Pero para éstos de los que hablo quizás sea lo más importante. Como en una calesita pasan los caballitos, los silloncitos, los chicos y todo vuelve a repetirse. Esa idea de la repetición es una idea errónea pero es la que dejan algunos, y deja el campo libre también. Es como si no hubiera historia. La vieja aspiración del hombre es negar la historia, negar el tiempo. En la Argentina — como en otros lugares– la repetición ocupa el lugar de la negación. Entonces esa repetición hace que el tipo no se preocupe sobre cualquier acción de la historia porque total es lo mismo. Mientras tanto, el acto de negación circula también. El tiempo se convierte en una fantasía y se ignora el ser. Es una negación de la realidad. El libro intenta demostrar entre otras cosas, que eso no es cierto. Que la historia existe, que tiene relieve, que tiene otras cosas y no es ésa que ha correspondido durante este tiempo a unos pocos, mientras que para miles de millones es indescifrable, incalificable.

—¿El libro es una forma de decir: “Estamos acá”?

—Sí, pero además otra cosa. Frente a éstos que falsifican la historia, que intentan incluso su destrucción, su olvido, nosotros no olvidamos sino que decimos lo que pasó. Esto pasó, no mentimos. La exposición de la verdad implica el señalamiento de los culpables de la mentira.

—¿Qué impulsó a unos jóvenes a presentarle un proyecto al general Juan Domingo Perón para salvar aquello que el líder había creado antes?

—A que nosotros somos hijos del peronismo. La generación de esa época.

—Pero muchos de esos jóvenes no necesariamente eran hijos de peronistas.

—No, claro que no, en general no. Lo más importante del proceso del 70, para decirlo de alguna manera, consiste en qué se hizo con aquellos jóvenes que son independientes de la libertad de su familia. Porque lo más importante fue el fenómeno que el peronismo desarrolló y que sigue ahora con Cristina (Fernández de Kirchner). Vuelve a darse otra vez el problema que tuvimos. Hemos visto lo que se da ahora. Nos hemos reconocido en estos chicos de hoy. Independientemente de que son otros, que la época es distinta, que no somos los mismos, los sentimos anímicamente, y lógicamente también. La idea del libro no era solamente demostrar esto sino igualmente mostrar las cosas que hemos descubierto por nosotros mismos también. En el sentimiento de que la Argentina ha sido objeto de una especial atención de los grandes hijos de puta de este continente y del mundo. Ellos han creado para la Argentina un infierno especial, que es la mentira, la tergiversación, el cambio de contenidos, de que lo que era malo es bueno, de lo que es bueno era malo. Una especie de transgresión, de violación de la verdad de la historia. Por lo tanto, ¿qué sentido tiene nuestra vida? Hicieron de nuestra vida nada. Pero, todo lo que ellos cuentan a uno lo subleva bastante. Es un sentimiento que tengo, no sólo contra los grandes creadores de la mentira sino también contra sus forros. Los que han sido actores de esa comedia, que era un drama transformado en comedia. En muchos casos en tragedia, porque no se quedaron atrás.

—¿Esa verdad que están negando, la de ustedes, cómo se desarrolló en los 70?

—Montoneros es una inmensa mentira. Todo eso es mentira. Los (militares) que mataron, mataron seriamente. Inventaron las situaciones, inventaron los tiroteos para matar gente. Se han publicado cien libros al respecto y, salvo uno o dos, todos se pliegan a la mentira oficial. Los mismos montoneros siguen alimentando esta cosa como a un gran ídolo al cual se sacrifican.

—¿Por qué ellos niegan la verdad de ustedes?

—No es así. Lo que niegan es la verdad, porque la verdad es objetiva. No es la verdad de alguien; existe sin mí y sin vos. Aquello que ocurre es el objeto verdadero de la historia. No es lo que dice Felipe Pigna, que posa de historiador. Esta Argentina es desgraciada por todas estas cosas.

—Tras la muerte de Perón, ¿qué hicieron los que eligieron la mentira?

—Negaron todo. Primero la echaron a Isabel Perón, que pobrecita, chiquitita… Después asesinaron. Está probado que el 60 por ciento de los muertos (durante la última dictadura militar) fueron trabajadores, dirigentes obreros de fábrica, de secciones de fábrica. Ésos no tienen madre, padre, un carajo. Ésos son ignorados, condenados. El objeto de eso es que nada pudiera levantarse. Al empresario argentino lo liquidan diciendo que teníamos empresas pobres y empresarios ricos. Llegó (Jorge Rafael) Videla y dijo: “¡Basta, hay que terminar con todo!”. Y ni siquiera hicieron listas porque querían desaparecer todo. No hubo ninguna guerra acá. Lo único que hubo fue un enfrentamiento entre Marina y Ejército. Ésa fue la guerra, ésos se cagaron a tiros y cagaron a tiros a los demás. Y las víctimas también se creyeron la mentira.

Si uno trata de comprender verdaderamente qué pasa en la historia debe comprender qué pasa con el pueblo. Pero no por prurito democrático sino porque de eso está compuesta la trama verdadera de la historia. El soporte de la historia es ése. En Brasil venían sucediéndose marchas, manifestaciones pero llegó el papa Francisco y reunió a millones. Entonces ¿cuál es el pueblo brasileño? Está claro, el pueblo es el que estuvo con el Papa; de lo otro no se escuchó más.

—Justamente, ¿el Papa formó parte de Guardia de Hierro, como dicen?

—No, eso es un trascendido. Pero yo nunca negué que él fuera nuestro amigo. ¿Cómo lo voy a negar si él nos entregó la Universidad de El Salvador, que la tuvimos siete años? Nosotros la convertimos en una universidad en serio porque él nos la entregó porque estaba harto de los jesuitas compañeros y camaradas de él, todos pasados a la izquierda. Que tampoco es la izquierda que uno conoce, sino la teología de la liberación.

Sobre todo, la lealtad a Perón

Guardia de Hierro (GH) surgió en 1961 a partir de una iniciativa de veteranos de la Resistencia Peronista como César Marcos y Héctor Tristán, aunque su principal dirigente fue Alejandro “El Gallego” Álvarez, quien luego de pertenecer al Comando Nacional del peronismo pasó a formar parte, a partir de 1963, de la Juventud Peronista. En 1972 GH se fusionó con el Frente Estudiantil Nacional (FEN) y hasta 1974 se afianzó como escuela de cuadros y trabajó en el territorio y en distintas expresiones de la organización social conformando, junto con otras agrupaciones peronistas, la Organización Única del Trasvasamiento Generacional (OUTG). Estos distintos períodos se vieron marcados por la entrevista, en 1967, con Perón en Madrid. A partir de allí, Guardia desestimó la idea de la lucha armada que habían elegido otras formaciones y se abocó enteramente a trabajar en la organización política y social para lograr el retorno del líder exiliado. Con la muerte de Perón, en 1974, la organización decidió su autodisolución porque “no quería formar un partido dentro del peronismo”, según palabras de Álvarez, algo que la OUTG le criticó a Montoneros bajo la acusación de intentar el “entrismo” en el movimiento justicialista que centró su interés en la lealtad al movimiento y a Perón.

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