JORDANIA,
ENTRE LA ESTRUCTURA TRIBAL Y EL ISLAMISMO
Beatriz
Yubero
Los
pactos tribales y el retorno de los Hermanos Musulmanes marcan la pauta del
voto en el reino Hachemita.
Una
mujer jordana sentada en una furgoneta con carteles electorales. Khalili
Maraawi/AFP/Getty Images
Bajo
las carpas iluminadas que señalan el camino desde Madaba hasta Amman, decenas
de hombres se sientan a discutir a sorbo de shay, el té negro característico de
la región. Visten la kufiyya roja, el pañuelo tradicional de Oriente Medio que
cubre la cabeza y las ideas de los más veteranos. Envueltos en la bandera
nacional jordana su discurso político resulta desgastado.
A
diferencia de otros momentos en los que la guerra de Siria o la grave crisis
económica que atraviesa el país eran el epicentro de las conversaciones, las
elecciones legislativas acapararon en esta ocasión el debate de la noche. Los
del pasado 20 de septiembre fueron los segundos comicios que el reino Hachemita
celebró desde que estallara en 2011 la primavera árabe jordana.
Kazem,
excitado por el momento, se salta los protocolos sociales y me coge del brazo:
"ven, ven, toma una fotografía de este cartel". Cientos de pancartas
con la imagen de los candidatos decoraban las avenidas y callejuelas de todo el
país. Carteles propagandísticos que permanecerán ahí durante años, reconoce
Ahmet. "Hay familias que llegan a gastarse ingentes cantidades de dinero.
Hasta 3 millones de dinares jordanos han invertido algunos de ellos -casi 4
millones de euros-. Es desproporcionado. Hay mucha, mucha corrupción, se
compran los votos", asegura Kazem. El 43,5% de los candidatos que se
presentaron a las elecciones lo hicieron en representación de algún clan
familiar, mientras que el 24,4% resultaron ser hombres de negocios. Los
partidos políticos apenas son representativos en Jordania, tan sólo un 7%. Fue
en las jaimas y no en las urnas donde se decidió el futuro del país.
El
pasado 13 de marzo la reforma electoral concedió a los jordanos el voto único
no transferible y se estableció un sistema de cuotas en el Parlamento: 15
escaños fueron reservados para mujeres, que finalmente obtuvieron un total de
20. Sin embargo, pese a lo que pudieran vislumbrarse como avances democráticos,
el país sigue siendo un sistema clientelar en el que las tribus favorecen a un
control político de sus miembros y apoyan a la monarquía a cambio de subsidios.
Según
Luis Melián, experto en la cuestión jordana e investigador en la Universidad de
Salamanca: "este es un elemento central de la política jordana. La
estructura tribal afecta a toda la organización política, y esto ha sido,
además, favorecido por el propio régimen jordano, que se sostiene sobre las
bases de un pacto tribal. Las tribus apoyan al Rey a cambio de subsidios,
puestos de trabajos y cierta seguridad económica. En este sentido, la
representación política en el país no tiene base ideológica o partidista, sino
que se canaliza a través de la cohesión tribal. La monarquía ha favorecido este
modelo, ya que se asegura los apoyos de las tribus".
En
Al Fuheis, un pueblo cercano a la provincia de Salt, situada al noroeste del
país y donde se concentra una gran comunidad cristiana, el debate se centraba
en torno a los colectivos minoritarios: "No nos gusta que nos consideren
una minoría, simplemente somos un número más pequeño. Es importante aclarar
este concepto. Nosotros también tenemos representación y voz", dice
Nafisah. Esta mujer de mediana edad que hizo su vida en Estados Unidos ha
regresado a Jordania para emprender un negocio, que espera, se beneficie del
resultado electoral. También tiene familia en el Parlamento y, como una gran
parte de los jordanos, durante meses ha estado trabajando para que su candidato
obtuviera un escaño en estos comicios.
Son
las comunidades de circasianos, cristianos y asentamientos originarios del
Cáucaso quienes se organizan, elecciones tras elecciones, para articular un
balance entorno a los 130 puestos de la Cámara de los Diputados y por los que
también compiten los islamistas.
"Los
Hermanos Musulmanes son la principal oposición democrática en el país, y para
entender bien su papel hay que entender que la fractura islamista se solapa a
la división jordano/palestino, ya que son los de origen palestino los que están
más cercanos a los Hermanos Musulmanes. Esto hace de Jordania un caso especial:
los Hermanos Musulmanes a través de su brazo político -el Frente de Acción
Islámica, (FAI)- han boicoteado diversos procesos electorales -en 2010 y 2013-
en el país pues entendían que el sistema electoral anterior los perjudicaba
fuertemente. Sin embargo, han tenido fuertes apoyos en aquellos momentos en los
que se han presentado, aún teniendo en cuenta la grave fractura que vive la
hermandad entre los que quieren desvincularse de los Hermanos Musulmanes de
Egipto y centrarse en la política doméstica y los viejos halcones",
explica el experto.
No
obstante, y pese al cierre a principios de año de diversas sedes del partido
por cuestiones burocráticas, el brazo de los islamistas, que compitió con los
clanes tribales, ha salido reforzado tras los comicios. El abandono de su
eslogan, "el islam es la solución", a favor de una alianza en las
listas preelectorales con los cristianos y mujeres les ha concedido el apoyo
necesario para formar una gran coalición que les otorga casi una quinta parte
de los asientos de la Cámara.
La
hermandad es una de las fuerzas políticas más antiguas y de mayor influencia en
Oriente Medio. Los islamistas cuentan con seguidores en los partidos políticos
afiliados en toda la región, especialmente en Egipto, donde ha permanecido bajo
sitio desde el golpe militar de 2013 contra el Gobierno del presidente Mohamed
Morsi. En esta ocasión, han salido reforzados en unas elecciones en las que el
discurso islamista se ha impuesto.
En
un país cuyo sueldo base no llega a los 200 euros, la pobreza, la falta de
derechos y la inestabilidad social son peligrosos factores de radicalización
contra los que el rey Abdulá II se manifestó tras conocer el resultado de los
comicios. El monarca destacó la necesidad de abordar el terrorismo y el
extremismo que amenaza la región: "Quieren acabar con nuestros logros y
los de nuestros antepasados para borrar la civilización humana y arrastrarnos
hacia atrás a la Edad Media". El Rey además añadió que "la nuestra es
una lucha global. El foco no debe parar en Oriente Medio, ha de llegar mucho
más allá, a África occidental y oriental, al sureste de Asia y los Balcanes".
Jordania
ha sido presa del radicalismo islamista desde que los conflictos
internacionales se desataran en los países vecinos. De hecho, es el reino
Hachemita el que lidera el porcentaje per cápita con cerca de 320 milicianos
por millón de habitantes huidos a combatir en las filas del autodenominado
Estado Islámico. La ciudad de Ma’an situada al sur de reino es el mejor ejemplo
de ello, seguida de otras ciudades como Salt, al este de la capital, Amán, o
Zarq, al norte. Fue precisamente en Ma’an donde hace meses Daesh reivindicó su
presencia y alzó la bandera que representa a la organización.
"El
terrorismo ha afectado a Jordania, como con los atentados del 2005 en Amman -en
los que tres acciones terroristas coordinadas contra tres de los más lujosos
hoteles de la capital saldaron la vida de 67 personas- y la implantación del
Estado Islámico en Irak y Siria. Ha habido manifestaciones de apoyo al Daesh en
regiones del sur como Ma’an – especialmente golpeada por la pobreza, el
desempleo y un decrecimiento del nivel educativo y económico- donde el régimen
se ha esforzado en aplastarlas desde el primer momento. Jordania es
paradójicamente un país con un fuerte sentimiento de unidad e identidad
nacional centrada en el ethos beduino, a pesar de la juventud y artificialidad
del Estado", aclara Melián.
Las
tribus son los bastiones de lealtad clásicos. Sin embargo, a diferencia de
quienes tradicionalmente se vinculan al régimen existe otra gran parte de la
sociedad que observa con escepticismo y pesimismo este proceso.
"No
voy a votar en el algo en lo que no creo", afirmaba con un rostro serio
Mahmud, que dirige una ONG local en el país. Este hombre de unos 50 años de
edad es el coordinador de un proyecto de prevención contra la narrativa del
odio y el radicalismo islamista en el país. Él es claro al afirmar las razones
por las cuales existen diversos estratos sociales que apuestan por el
terrorismo: "principalmente la gente necesita comer. El factor económico
es clave a la hora de reclutar a jóvenes para que combatan con Daesh. También
es importante la narrativa, combatir desde el conocimiento del islam, del árabe
fush’a, el discurso radicalista".
La
alta abstención ha sido también factor clave a la hora de otorgar poder a la
narrativa radicalista.
Asef,
profesor de economía de la Universidad de Jordania, describe la falta de
confianza democrática: "La gente vota a un candidato por dos razones, la
primera tiene que ver con la importancia de los vínculos de sangre, los lazos
familiares siguen teniendo un gran peso para la sociedad jordana. La segunda es
que esperan que su candidato les pueda solucionar sus problemas en dos
llamadas. No van a votar a alguien que se encuentre más lejos de ellos de lo
que les supone descolgar el teléfono y pedir un favor. Esta es la mentalidad
jordana. Votar a quien puede ayudarte".
Melián
insiste además en el importante rol de la economía, que "juega un papel
fundamental en el pacto autoritario sobre el que se sostiene el Estado a la vez
que es un tema que se solapa a la fractura palestina/jordana. La población
palestina se vincula a los sectores liberales y con mejor situación económica
mientras que los jordanos, a través del clientelismo estatal, están
posicionados en puestos de trabajo en el sector público, con sueldos más bajos.
Las políticas de ajuste estructural que se empezaron a implementar en los 80 en
Jordania quitaron al Estado un elemento básico de distribución clientelar, más
en un país rentista sin recursos propios que vive de las rentas externas".
Jordania,
además de ser un paraíso fiscal, no es un país productor sino importador de
todo tipo de bienes. A esto se une que es el reino Hachemita donde se ha
establecido la sede de la cooperación internacional, que factura miles de
millones de dólares al año.
Jordania
es el último remanso de paz en Oriente Medio y el único enclave desde donde
exportar la ayuda humanitaria.
Sin
embargo, la calidad de vida de los jordanos no es mucho mejor que la de sus
vecinos de Siria, Irak o Palestina. Ha sido precisamente un sondeo realizado
por la University of Jordan’s Centre for Strategic Studies, CSS, que ha
revelado que menos del 50% de los jordanos confían en que el Gobierno pueda
asumir sus responsabilidades, siendo el desempleo -del 32% de la población- el
principal de los retos a los que se enfrenta.
La
inestabilidad social y el declive económico agrieta una brecha que es
aprovechada por los defensores del discurso extremista: el pasado domingo el
escritor y periodista cristiano Nahed Hatter fue asesinado a las puertas de la
Corte de Amman. Hatter había sido condenado previamente por compartir hace
meses y a través de Facebook una viñeta en la que, según las autoridades,
"insultaba al islam". Sin embargo, su condena han resultado ser las
tres balas con las que un fundamentalista ha saldado su vida ante la perpleja e
impotente mirada de las fuerzas de seguridad jordanas.