ERA
INEVITABLE
– quenotelocuenten.org
Tenía que pasar, era inevitable y hay que
acostumbrarse a vivir con esto. Es el precio que hay que pagar por vivir en una
sociedad abierta. Una furgoneta enloquecida (el hecho de que la conduzca un
yihadista consideran que es irrelevante) arruina la vida de varias dece-nas de
personas.
En una cosa tienen razón los mandamases de
Progrelandia, ese campo de pruebas de la extrema izquierda europea en que se ha
convertido Cataluña, y en especial Barcelona: era inevitable. Si se llena el
país de emigrantes musulmanes, no dude usted de que estas cosas acaban pasando.
Para que se dé un atentado yihadista, lo que tiene que haber es unos cuan-tos
barrios llenos de wahabíes, como Moellenbeek, por ejemplo. Eso es lo que crían
con amoroso cuidado los ejecutores del reemplazo de población, quienes
destruyen la tradición cristiana en nombre del laicismo, pero autorizan las
mezquitas que pagan Arabia Saudí y Qatar en tierra de infieles. Recordemos lo
que favorecen las autoridades podemitas y de la CUP catalana: inmigración
masiva y sin papeles, racismo antiblanco, ridiculización y profa-nación de lo
católico, homenajes llenos de comprensión a terroristas de Terra Lliure y ETA,
por no hablar de su campaña de acoso político a los cuerpos de seguridad por
parte de los concejales podemitas y de la CUP de Barcelona y Madrid.
No sólo era inevitable: era lógico. ¿Dónde
puede prosperar mejor una red yihadista que en una ciudad como Barcelona,
espejo del progresismo de toda Europa? A estos señores les resulta difícil
comprender que son precisamente sus valores los que alimentan a la bestia. Los
europeos no somos ni fuertes, ni duros, ni casi hombres; somos millones de
feministas blandengues, castrados por el democratismo radical de los últimos
cincuenta años y la ideología del 68. Es inevitable que nuestros enemigos nos
desprecien y nos ataquen. La población degenerada y cobarde, pacifista y
acomodada, que se ha criado en el último medio siglo, sólo sirve de víctima
sacrificial para minorías más fuertes. Este rebaño de bobalicones emotivos que
lloran cuando se mata un toro se merece el infinito desprecio que les
demuestran los yihadistas. Y en eso no podemos negarles la razón. Esta Europa
está lista para ser conquistada. La novela de Houellebecq, Sumisión, exhibe con
una claridad ejemplar los males de una cultura que quiere morir. Los quidams de
la corrección política, los lenines de instituto pijo que ahora dominan la
izquierda europea, son un pus, una gangrena, un síntoma externo de una grave
dolencia de nuestra civilización. Los yihadistas aparecen como los cuerpos
extraños que aprovechan la enfermedad de ese organismo moribundo para acelerar
su final.
No es la primera vez que pasa. Spengler
cuenta en su Decadencia de Occidente el caso de Bagdad en 1401: la antigua
capital abbasida era una ciudad muy rica, sus ciudadanos cosmopolitas
comerciaban con toda Asia y traían a los zocos mercancías de China, Rusia y
Egipto. Un cuerpo de mercenarios vigilaba tanta riqueza. La música, las
ciencias y la poesía disfrutaban de un gran nivel, pero ya se sumían en aquel
estado en el que hay más erudición y preciosismo que originalidad. Cuando
Tamerlán apareció ante las puertas de la ciudad, los bagdadíes decidieron
acoger, ser pacíficos y tolerantes y recibir al conquistador sin ejercer una
violencia siempre inútil y condenable. Sin arrojar una flecha, Timur Beg entró
en Bagdad. Poco después, sus soldados levantaron un monumento conmemorativo de
la conquista en el centro de la metrópolis con los cráneos de sus cien mil
habitantes. Tamerlán sabía juzgar a los hombres.
Esto pasa cuando las naciones poltronas,
degeneradas y corrompidas renuncian a defenderse y a protagonizar la Historia.
Pero sigamos llorando y colocando los peluches, seguro que los yihadistas sacan
las conclusiones adecuadas. Como Tamerlán.
14 muertos y más de 130 heridos. Barcelona
y Tarragona acaban de sufrir un golpe sangriento a manos de radicales
islámicos. ¿Y qué hace la alcaldesa Ada Colau? Gasta 100.000 euros de dinero
público en un "observatorio contra la islamofobia", con el fin de
prevenir insultos, agresiones y ataques a los musulmanes.
Ada Colau es una de las principales
protagonistas de la batalla cultural que estamos librando, porque de eso se
trata, de una guerra entre quienes defendemos el modelo de civilización que nos
ha conducido hasta donde estamos, frente a quienes quieren devolver-nos a las
cavernas del oscurantismo, la intolerancia, el totalitarismo y el desprecio a
los derechos y libertades civiles. La máxima preocupación de la alcaldesa de
Barcelona es que el terrorismo islamista no arruine su modelo de
interculturalidad.
Para lograrlo, la misma que no ha dejado
de insultar y promover la humillación de los cristianos cada vez que ha tenido
ocasión, está dispuesta a castigar los insultos a los musulmanes con multas.
Me parece pero que muy bien que no se
discrimine, persiga, ni insulte a nadie a causa de su religión. Pero resulta
cuanto menos irónico que este celo en proteger a los musulmanes de los insultos
provenga de un equipo de gobierno promotor, entre otras muchas cosas, de esto:
El Padrenuestro blasfemo. El intento de expropiación de la iglesia de Santa
María de Gracia. Los carteles en las marquesinas de Barcelona con la frase “la
iglesia que más ilumina es la que arde”.
El plan de la alcaldesa Colau no pasa por
defender las manifestaciones de odio contra los cristianos. Ofender a los
cristianos seguirá saliendo gratis en Barcelona, mientras los casos de
islamofobia, por pequeños que sean, serán perseguidos por el Ayuntamiento
gracias a este nuevo observatorio contra la Islamofobia. Que por cierto será
pagado por todos los ciudadanos, sea cual sea su religión, con 100.000 euros.
La batalla cultural se concreta en este
plan municipal de lucha contra la islamofobia en que es la islamofobia la que
alimenta el yihadismo, y no al contrario. O sea, que nos matan porque odiamos a
los musulmanes. De manera que si dejamos de discriminarlos, el yihadismo dejará
de sembrar de muertos nuestras calles. El caso es que esta premisa se viene
abajo en cuanto acudimos a los datos: Barcelona concentra el mayor foco de
radicalización yihadista de España, (23% de los detenidos). Hoy viven 500.000
musulmanes en Cataluña. Y los casos de islamofobia son tan poco representativos
que hasta el Ayunta-miento reconoce que no pueden considerarse graves.
Sin embargo las ofensas a los cristianos
se multiplican ante la pasividad municipal, cuando no se encargan ellos mismos
de promoverlas desde el Ayuntamiento.