CONSUMO DE DROGAS EN ARGENTINA

Esto va a ser la tarea más difícil por venir. Una imagen, si bien puede parecer simplificada muestra en toda su dimensión la gravedad de lo sucedido en estos últimos 15 años. Todo filmado. Ella, muy joven, había robado un celular en el colectivo. La identificaron, la detuvieron y solo le pidieron que devolviera el celular y se bajara del colectivo. No se inmutaba. No quería devolverlo ni bajarse. Finalmente y luego de equivocarse de celular (obviamente otro robado) lo devolvió, se negó a bajar y siguió su viaje en colectivo. La desfachatez y la impunidad a la que está acostumbrada era una muestra vívida de hasta donde está dañada la convivencia social de la República.

En los últimos 10 años se duplicó el consumo de alcohol de los jóvenes. De acuerdo a encuestas oficiales de la Sedronar durante el período 2001 y el 2011 se observa un sostenido aumento en el consumo de drogas duras en estudiantes secundarios como el éxtasis, que creció un 1200% y la cocaína, un 300%. En los solventes e inhalantes el aumento fue de un 227%, la pasta base un 120% y la marihuana un 100 por ciento. Y, estos, son los datos oficiales no actualizados. Si los proyectamos del 2011 al 2014, los números deberían dar del orden 1600% el crecimiento del consumo de éxtasis, el 400% del 200% inhalantes y solventes, del 160% la pasta base y el 140% la marihuana.


Las estadísticas oficiales huelgan los comentarios. De hecho es muy probable que los números sean mayores.

Por otra parte y lo que mas impacto debería generar es que en la década del 90, las internaciones por sobredosis se sucedían entre los 31 y 35 años y que, actualmente la edad bajo a los 16 y 20 años. O sea, hasta los años 90 eran adultos desarrollados los que pasaban de drogas, ahora, son adolescentes en etapa aún formativa y muy probablemente, por la dinámica de los números probables, el índice de edad, caiga, siguiendo la matemáticas proyectada, a la edad de 12 a 16 años. O sea preadolescentes y adolescentes.

De hecho, si se toma la Provincia de Buenos Aires, por su volumen, como una muestra anticipada de lo que sucede y / o sucederá en todo el país, la edad -datos oficiales- de inicio de consumo ya comienza a ser, entre los 12 y los 13 años, el 34% del universo de consumidores.

Es así inevitable señalar que existe una suerte de química social entre el crecimiento de la intolerancia, una suerte de cultura de la impunidad, un desdibujamiento estatal y familiar de los límites, la evasión y una suerte de petrificación de una pobreza que; en su interacción sociológica, deviene en la Argentina que vivimos a diario. Obvio que el fenómeno es sumamente complejo y exigiría un espacio de detalle en el que un artículo periodístico no puede abundar, pero que es fácilmente sostenible.

Es por demás curioso que un Estado tan presente como el de los últimos 12 años, en el arbitrio regulador de las conductas entre sectores poderosos en su relación con la sociedad, haya desatendido y/o fracasado tan estrepitosamente como los propios datos oficiales lo demuestran. Claramente no es ajeno tampoco un creciente desatendimiento de los roles familiares. Esto, si bien tiene muchas variantes (ausencia de figuras paternas, falta de trabajo, hacinamiento, extrema precarización de viviendas, impresionante disminución de calidad escolar, subalimentación, crecimiento de idolatrías negativas, destrucción de la percepción de autoridad, etc.,), se observa en muchas respuestas, que las cúpulas familiares tienden a desatenderse de sus funciones primarias y cuasi excluyentes, buscando que sea el Estado el que de respuestas a sus incapacidades para ordenar su núcleo primario.

Es así que los chicos, los adolescentes y los jóvenes maduros buscan nuevos lugares de pertenencia, orden y éxito, en subsectores sociales delictivos y/o cuasi anarquizados que se ordenan sobre disvalores que adoptan nuevas matrices de pertenencia y ordenamiento jerárquico interno sobre la base de una cierta disciplina delictiva en la que el avance social se produce por su mayor eficiencia a la hora de romper contratos sociales imperantes y / o desarrollar con mayor eficiencia su violencia sobre terceros inocentes o no inocentes cuando de otras bandas de pertenencia se trata.

Es así que el nivel de intolerancia, insultos, prejuicios, descalificaciones, impunidad y agresividad que la sociedad vive cotidianamente en la percepción de sus liderazgos políticos, empresariales, sindicales, culturales, deportivos, televisivos, etc., se traduce en una tremenda ruptura de convivencia.

Las sociedades y sus clases dirigentes no son, en su funcionamiento, muy distintas a las escalas de funcionamiento familiar.

Esto es complejo y al mismo tiempo simple y básico.

Si para una familia, construir un orden interno, roles diferenciados y lograr una armonía que avanza o retrocede según los comportamientos sean propositivos o negativos, es un ejercicio diario, difícil y absolutamente necesario; para un Estado y todos sus componentes debería ser igualmente difícil y obligatorio encontrar -más allá de los conflictos, que en las familias también existen- formas de respuestas que ayuden a la conformación del tipo de Nación hacia donde quiere orientar a su sociedad. Esto es básico.

Las sociedades tienden a reflejar, como en toda estructura piramidal, las conductas de quienes pretenden ser sus dirigentes. Por ende, es, por un lado imposible imaginar que nuestros graves problemas de violencia, corrupción, fracaso y traslación de responsabilidades propias, no sean otra cosa que una obviedad resultado de la percepción que la sociedad tiene de quienes los conducen.

Esto, es imperativo cambiarlo y para cambiarlo es también imperativo que las clases políticas con mayores responsabilidades en la construcción de la Nación, abandonen la estupidez de la lógica de los conflictos como motores de desarrollo. Los conflictos existen y existirán siempre, en tanto los seres humanos compitan. Lo que es absurdo, estúpido y muy peligroso, es pretender que una Nación se construya sobre teoría de conflictos permanentes administrados por poderes disparejos y pretender que esa violencia no se traslade a la totalidad del cuerpo social hasta que no aguante más y reclame desesperadamente un ordenador a costo incluso de su libertad. O sea, una locura insana para una Democracia que tiene mucho por evolucionar cuando termine de tener un conflicto ridículo entre Orden Social, Contrato Social y Libertad. Errores de conducción de este tipo le costaron al mundo que pueblos cultos tuvieran un Calígula, un Hitler, un Franco, un Mussolini, un Stalin, un Gaddafi o un Videla. La Democracia argentina merece y necesita este esfuerzo de construcción de nuevos paradigmas que superen la antinomia Libertad u Orden, para avanzar sobre otro paradigma que sea Libertad, respeto y orden.



Lic. Rodolfo Patricio Florido

rodolfoflorido@hotmail.com
Rodolfo Patricio Florido | diciembre 12, 2014 en 1:58 am | Categorías: Política | URL: