Nicolás
Kasanzew, el periodista que peleó en Malvinas
Mar 28, 2017
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Escribe:
David Rey
Señaló
Goethe, en su “Werther” inmortal: “El destino del hombre es morir
incomprendido”. Y Nicolás Kasanzew, el único corresponsal de guerra argentino
durante la Guerra de Malvinas, parece hacer uso de tan desoladora consigna.
Considerado tanto por el Ejército Argentino como por el mismo Congreso de la
Nación como Excombatiente, Kasanzew – de origen ruso (descendiente de oficiales
del Zar), nacido en Austria y nacionalizado argentino a partir de los cinco
meses de vida – ha sido embarcado en un periplo sin final a partir de la propia
sangre que corre por sus venas.
Es que todo
tiene un principio y un fin. Y las guerras también, excepto para aquél que se
batió en ellas. Y excepto la Guerra de Malvinas, es decir, la última guerra
“romántica”, la última que se combatió con “códigos de caballería” y la última
guerra argentina “justa, noble, por la defensa y la reivindicación de nuestro
territorio”. Porque es la que se quiso y se quiere olvidar, soslayar,
desfigurar e, incluso, usar para abyectos propósitos.
A Nicolás
Kasanzew nada ni nadie podrá sacarlo de su norte, no insistan: “Un pueblo
elevado, inspirado en los héroes, es mucho más difícil de ser llevado por la
nariz”, dijo, para luego completar: “Los héroes son los únicos portadores y
transmisores de valores eternos, como el amor, el coraje, la misericordia, la
abnegación”. La “desmalvinización” que denuncia que se lleva a cabo desde la
misma rendición “es una forma de censura; había que actuar como si Malvinas no
hubiera existido”.
Kasanzew es
de los que creen que estuvimos “a un suspiro” de ganarle a la OTAN porque las
guerras “no las gana el que tiene mejor armamento sino el que tiene más
voluntad”, y él estuvo ahí precisamente para atestiguar esa convicción guerrera
de “soldados de 18 y 19 años que daban la vida por sus amigos”. Dijo, en este
sentido: “La Guerra de Malvinas es una sumatoria de historias de amor. De amor
al prójimo. Cuando vos sabés que te puede caer una bomba de quinientos kilos en
la cabeza, al tipo que tenés al lado – todo mugriento, descosido, que no sabés
ni cómo se llama – lo querés más que a un hermano. Ese peligro hermana
tremendamente. Y muchos años después, ese hilo invisible sigue existiendo entre
nosotros”.
En la
trinchera.
Él estuvo
ahí, en Malvinas, y él también combatió. Los vio morir, los vio tiritar de frío
y los vio volver “con diarios que cubrían los vagones para que nadie los vea”.
Los vio quedarse sin trabajo y los vio mientras fueron despreciados durante
tantos años. Kasanzew sabe sobre el estrés postraumático que lega el combate y
que tanto repercutió en las tropas argentinas… pero, incluso, hay algo peor que
eso: “En las naciones serias, la experiencia en combate es un plus al momento
de conseguir trabajo”, dijo, “acá es un baldón. Si hablás con el 99,99% de los
soldados, todos te van a decir que la posguerra fue peor que la guerra”. En
rigor, el sueño frecuente de Kasanzew no es tanto el peligro de la guerra sino
una pesadilla en la que se encuentra sin trabajo. “Para un hombre no hay nada
peor que eso”, precisó.
Evidemente,
Malvinas… le queda demasiado grande a la Argentina. Una historia de héroes que
no encaja en un país de mitos. Un grito de guerra y una lección de dignidad en
un país que se amansa como una oveja; aquellos que vitoreaban enardecidos el
“si quieren venir, ¡que vengan!” son los mismos que hoy llaman “pibes” a
nuestros mejores soldados. Y Kasanzew, todo esto, ya lo sabe.
“Dejen a los
soldados en paz”, dijo, “déjenlos dormir su sueño eterno”. El mismo sueño que
él vivió y el que hoy le ciega el alma, aquel sueño de héroes que dan la vida
por su Patria, aquel sueño que nadie puede comprender y aquel sueño de pelear
una guerra “justa, noble y limpia, la última de la historia”, en fin, la misma
guerra que Argentina hoy desprecia… por la sencilla razón de que nunca mereció
ganar.
DAVID REY:
¿Cómo es posible que en Argentina hoy estemos hablando de un proceso de
“desmalvinización”? ¿Qué es eso? ¿Por qué se da?
NICOLÁS
KASANZEW: La “desmalvinización” es una forma de censura. Desde distintos lados
cometieron esa maniobra de censura, primero el Régimen Militar, y después los
gobiernos democráticos, por motivos diferentes, aunque es el resultado es el
mismo.
En el
Régimen Militar, cuando los generales desplazaron a Galtieri, lo cual fue
traición en plena guerra más allá de que Galtieri no se condujo obviamente como
debía haberlo hecho, se hace cargo del Ejército el general Nicolaides, tipo
bruto si los hay a quien escucharlo hablar daba pavor por la ignorancia que
afloraba por todos sus poros. Él decretó que Malvinas no había existido, que
había que actuar como si Malvinas no existiera. Entre otras cosas, a los
soldados los recibieron entre gallos y medianoche cuando volvieron de estar en
prisión, los mandaron a sus casas de vuelta en trenes que tenían pegados los
vagones con papel de diario para que nadie los vea. Se los ninguneó, se los
discriminó, se los dejó de lado.
Luego, esta
desmalvinización, aunque con otro signo, siguió con los gobiernos democráticos
y por diferentes motivos. En el caso de Alfonsín, la inquina personal que tenía
con Galtieri, probablemente la envidia de que, mal o bien, yo creo que mal, un
pie de página en un libro de historia futura mencionará a Galtieri. A tal punto
que Alfonsín trató también de entrar en la historia mudando la capital a Carmen
de Patagones, Biedma, cosa que no le resultó. Pero básicamente muchos factores
conspiraron para que nuestros combatientes sean olvidados, para que la
desmalvinización solamente permitiera hablar de las miserias de la guerra, que
las hubo, por supuesto, como en toda guerra, pero prohibía hablar de las
grandezas, de los héroes.
Entre tantas
otras causas está la ideológica. Había que seguir demonizando a las Fuerzas
Armadas in totum, sin separar la paja del trigo, porque había que vengarse de
ellas, había que deshacerse de ellas, como lo han logrado. Hoy carecemos de
Fuerzas Armadas.
“La desmavinización es una forma de
censura”.
También jugó
un rol importante esta cuestión humana tan terrible y tan normal que es la
envidia, tan destructiva, que hace estragos. Los propios oficiales que se
habían quedado en el continente discriminaban y ninguneaban a los que habían
estado en Malvinas. Los que no fueron envidiaban a los que fueron. Los que
fueron y arrugaron envidiaban a los que fueron y no arrugaron. Y los que fueron
y no arrugaron, envidiaban a los que fueron y no arrugaron y se hicieron más
conocidos.
D.R.: ¿Por
ejemplo?
N.K.: Por
ejemplo, uno de los más grandes héroes de la Fuerza Aérea, Pablo Marcos Rafael
Carballo, el capitán “Cruz”, cuando llega al grado de Comodoro, lo asignan como
jefe de una especie de depósito de la Fuerza Aérea, lo cual no era para él, ya
que él era un hombre de acción, no era para estar custodiando un depósito.
Desaparecen dos fusiles Fal del depósito, le piden a Carballo que pida la baja.
Cuando Carballo se va por esta causa irrisoria, vuelven a aparecer los fusiles
que supuestamente se habían robado. Una cama, lisa y llanamente.
D.R.: ¿Quién
lo envidiaba?
N.K.: Los
jefes de la Fuerza Aérea que no habían ido a la guerra, que envidiaban su gloria,
sobre todo su hombría de bien, esta calidad de ser humano superior que tiene
Carballo. Carballo es un santo en vida, no odia a nadie, solo piensa en hacer
el bien, es totalmente desinteresado. Cuando sus enemigos atacan, habla bien de
sus enemigos. Es una persona excepcional. Seguramente muchas personas oscuras
no pueden soportar un ser tan luminoso al lado. Y esto pasó, en mayor o menor
grado, con muchos de los combatientes de Malvinas. Había una orden de que había
que disciplinar a los “Malvineros”, que era una manera de perseguirlos,
sacarlos del medio, de obligarlos a que se vayan, en vez de aprovechar su
experiencia.
Entre una y
otra cosa, se han ido sumando ideas falaces para “desglorizar” la gesta de
Malvinas. Seguir machacando en la conciencia del pueblo argentino de que fue
una guerra absurda, que estábamos condenados a la derrota y fue culpa de un
general borracho, tanta cantidad de mentiras.
D.R.: ¿Esa
guerra fue necesaria? ¿Pudimos haberla ganado? ¿Cuál es el legado de esa
contienda?
N.K.: Fue
necesaria desde el punto de vista de que los ingleses la provocaron. Estábamos
metidos en una guerra, había dos opciones: meterse debajo de la cama o pelear.
Más allá de que los ingleses la provocaron aprovechando la falta de cultura de
nuestros jerarcas militares, quienes no vieron la trampa que les habían tendido
a través del Pentágono con ese guiño de “vengan, hagan un «toque y me voy» y
después negociamos”. Este es el anzuelo que compraron. Pero una vez que
Inglaterra obtuvo lo que quería, esto que quería presentar como una provocación
argentina, tener la excusa para sentar las bases de su fortaleza Falklands en
Malvinas con vistas a controlar el petróleo de la zona, el paso interoceánico y
la proyección a la Antártida, como siguiente paso que va ocurrir
inexorablemente, sobre todo si estamos de rodillas y desarmados.
¿La guerra
podría haberse ganado? El gran teórico de la guerra, Clausewitz, sostiene que
la guerra no la gana el que tiene más tropas, más pertrechos, más tecnología,
más armamento. La gana el que tiene la voluntad más fuerte. Nuestros pilotos
tuvieron la voluntad más fuerte, porque con aviones modelo 50, en muchos casos,
diezmaron la flota modelo 80, el último grito de la tecnología. Suplieron esos
30 años de diferencia en tecnología con coraje y con pericia.
Si la guerra
podría haberse ganado o no, vamos a dejárselo a los enemigos y a los aliados de
los enemigos. “Sandy” Woodward, el almirante jefe de la flota inglesa, escribió
un libro que se llama “Los 100 días”, donde recoge su diario de la guerra. El
13 de junio él hace una lista de todos los barcos que nosotros les habíamos
hundido o puesto fuera de combate, habla de lo dañada que está la flota, además
por la acción desgastante del agua salina en altamar, tanto tiempo sin mantenimiento,
y escribió esta frase: “Si los argentinos pudieran soplarnos, nos caemos”. Le
escribió el 13 de junio, el día que Menéndez decide prematuramente rendirse.
D.R.:
¿Prematuramente? Eso jamás lo escuché. Qué interesante.
N.K.:
Tampoco lo digo yo. Lo dicen los jefes militares ingleses. Si vos ves un video
que hicieron los ingleses para los 30 años de la guerra de Malvinas, que está
en YouTube y se llama “Malvinas, el gran juego” (“The Great Falklands Gamble:
Revealed”), vas a escuchar a los jefes militares ingleses que estaban en tierra
que cuentan que estaban esperando con temor el contrataque argentino que nunca
tuvo lugar. Menéndez nunca dio una orden de ataque ni de contrataque. Algunos
me dicen que, por ejemplo, el 14 de junio no quedaba otra cosa porque los
ingleses ya estaban ad portas. Menéndez no se rindió el 14 de junio, Menéndez
se rindió el día que pisó Malvinas, vino rendido, nunca quiso pelear, nunca
quiso realizar una defensa en serio.
“Menéndez se rindió el día que pisó
Malvinas, vino rendido, nunca quiso pelear”.
El 8 de
junio, la Aviación Argentina ataca un desembarco inglés en Bahía Agradable.
Esto pasó a la historia como el día más negro de la flota británica porque
además de hundirle barcos, les quemamos vivos a sus tripulantes. Lo lamento, no
lo digo con ningún tipo de morbo ni sadismo, pero están las imágenes de los
ingleses bajando quemados de los buques. Bahía Agradable estaba a 20 kilómetros
de Puerto Argentino. Había un comando, Carlos Terrado, que estaba observando la
acción de la Fuerza Aérea, por supuesto dio la alerta a Puerto Argentino.
Menéndez no movió un dedo para ir a rematar ese desembarco e impedirlo. Y yo
ese día conté los helicópteros que teníamos, todavía teníamos 12 helicópteros.
Menéndez vino rendido de entrada, y en cuanto pudo se rindió. Y esto lo
observamos todos.
D.R.: ¿A qué
lo atribuís?
N.K.:
Nuestros generales eran generales de escritorio. Cuando terminó la guerra, el
“Tata” Yofre consigue un rarísimo reportaje con Galtieri en el diario “Clarín”,
y Galtieri le dice: “Yo estaba observando que cada día que pasaba Menéndez se
enterraba cada vez más en el terreno”. Entonces, el “Tata” Yofre le preguntó:
“¿Por qué no lo reemplazó por otro general?”. Y Galtieri le contesta: “Porque
era el mejor general que teníamos”. Imaginate cómo serían los demás. Los
generales argentinos eran generales de escritorio, venían de un ejército de 100
años de paz. No tenían en sus más terribles pesadillas la idea de que iban a ir
a una guerra, y menos con Inglaterra, y menos con toda la OTÁN. Nunca buscaron
la guerra. Por eso cuando dicen “los militares fueron a la guerra”, no fueron a
una guerra, cayeron en una trampa y después no pudieron dar marcha atrás.
D.R.: ¿Acaso
la guerra antisubversiva que tuvo lugar en Argentina no sirvió para entrenar a
esos generales, Tucumán, Formosa?
N.K.:
Lamentablemente, y esto hay que decirlo, más que una guerra aquello fue una
cacería, porque, justamente, por cobardía, nuestro generales no quisieron
llevar una guerra como se lleva una guerra, es decir, ateniéndose al Código de
Justicia Militar, además de que en ese momento estaba vigente la Pena de Muerte
en la Argentina. En vez de tener las agallas para hacer un juicio, aunque sea
sumario, al terrorista y fusilarlo como lo permitía la ley en ese momento, como
no tenían las agallas para firmar penas de muerte, llevaron a cabo la represión
ilegal y, sobre todo inmoral, con la cual destruyeron la moral del Ejército, lo
deslegitimaron, y a largo plazo lograron que los Montoneros gobernaran el país,
como lo gobernaron los últimos 12 años.
Por
cobardía. Hubo solamente dos generales que dijeron: “Yo reprimo, pero con la
ley en la mano”. Y enseguida los dieron de baja. Fueron los generales Mujica y
Boasso. Entonces, ¿de qué experiencia podemos estar hablando? Hubo sí, combates
en el monte tucumano, pero en general, esto de “chupar” gente y después
liquidarla cuando está desarmada va contra todos los códigos de honor militar.
Eso fue más bien una cacería, en muchos casos. Hubo otros combates legítimos, como
por ejemplo el capitán Leonetti, que muere cuando muere Santucho, el jefe del
ERP. O el soldado que en el Regimiento de Formosa cuando lo asaltan los
Montoneros y lo intiman a que se rinda, dice: “Acá no se rinde nadie”, y lo
matan. Pero en general, la metodología fue perversa. Para combatir a un
monstruo uno se puede convertir en otro monstruo, porque deslegitima su lucha.
D.R.:
Necesito desmitificar o no algunas cuestiones que tienen que ver con Malvinas,
con toda esa historia que nos han contado. ¿Es verdad que estaqueaban soldados
como lo refleja, por ejemplo, el filme “Iluminados por el fuego”? ¿Es verdad
que había oficiales que se quedaban con la comida y los abrigos que los
familiares enviaban a los soldados?
N.K.: Bueno,
por empezar puntualicemos que los familiares no creo que hayan podido mandar
comida ni abrigo porque todo lo que mandaban las familias y todo el pueblo
argentino en general quedaba en Comodoro Rivadavia. Los únicos que podía romper
el bloqueo eran los Hércules de la Fuerza Aérea y los Fokker de la Armada (que
no son aviones de carga). No había manera de llevar a Malvinas toda la inmensa
cantidad de cosas que había juntado el pueblo argentino porque como los
generales no habían traído los cañones, las municiones ni suficientes medicamentos…
los Hércules eran usados para traer esas cosas que eran absolutamente urgentes.
Como no las llevaron de entrada, después – burlando el bloqueo – cada tanto
llegaba un Hércules y traía lo más elemental. No podían traer todas las cosas
que mandaban los familiares; excepto las cartas. Las cartas eran prioridad y
llegaban. Sí pudo haber oficiales o suboficiales que se quedaron con la comida
o que no repartieron, yo no lo vi personalmente.
Yo, por otro
lado, en ningún caso vi un estaqueo, a pesar de que yo anduve bastante entre
los soldados. Nunca vi un estaqueo, pero, después de la guerra, soldados que me
merecen entera confianza me contaron que hubo algunos casos. Fueron casos
excepcionales, repudiables, totalmente repudiables, pero no fueron la norma
como nos lo hicieron creer.
La
generalización es la peor de las mentiras. En la guerra hubo de todo. Hubo
oficiales cobardes, los hubo valientes. Hubo quizás quien se quedaba con la
comida y hubo otros que no comían hasta que no hubiera comido el último de sus
soldados. No se puede generalizar. Esto es lo que hacen los desmalvinizadores.
D.R.: ¿Es
cierto que hubo oficiales que pelearon junto con sus hijos?
N.K.: Yo
conocí el caso de un suboficial cuyo hijo estaba en otra unidad y él consiguió
que se lo pasaran bajo su mando, y cuando arreciaban los bombardeos él se
arrojaba encima de su hijo y lo cubría con su cuerpo. Pasado el bombardeo lo
trataba como cualquier soldado más. También hubo oficiales que eran hijos de
jefes encumbrados de las Fuerzas Armadas; por ejemplo, el hijo del Almirante
Anaya, Guillermo, un helicopterista y joven teniente que combatió como un león.
Hubo de todo en la guerra.
D.R.: ¿Qué hace
distinta a la Guerra de Malvinas de las demás guerras?
N.K.: Muchas
cosas. Por ejemplo, fue una guerra muy extraña en el sentido que tuvo elementos
de la Primera Guerra Mundial, como ser las trincheras (Menéndez metió ocho mil
pozos en Puerto Argentino, destrozó a la tropa antes de entrar en combate
porque, encima, no la relevaba y, tras inundarse los pozos, imagínate el
suplicio que fue vivir allí); tuvo elementos de la Segunda Guerra Mundial como
fueron los combates aeronavales, y tuvo elementos de la tercera guerra mundial,
que todavía no sucedió, como fue la guerra electrónica. De repente, nuestro
radar advertía que se acercaba un avión y, tras dar la alerta roja, resulta que
se trataba de un jueguito electrónico, ya que no había ningún avión que se
acercara. Esos tres elementos la hacían distinta.
Para un
argentino, lo que la hacía distinta es que fue una guerra por el territorio
nacional después de tanto tiempo; fue una guerra noble, por una causa justa;
una guerra limpia. Un congreso en Trieste (Italia), donde fue el investigador
argentino Alejandro Amendolara, demostró que la Guerra de Malvinas fue la
última guerra en la que se usaron códigos caballerescos del Siglo XVIII. Fue
una guerra casi romántica; nosotros rescatábamos a los ingleses en peligro de
muerte y los ingleses rescataban a los nuestros, con las excepciones del caso,
desde ya, porque una guerra es una barbarie, siempre va a haber algún exceso.
Pero en
general, no había odio hacia los ingleses. Había, quizás, más odio contra los
chilenos porque se sentía como una traición. Una vez escuché a un oficial
diciéndole por teléfono a su mujer, con bronca, que sacara inmediatamente a los
chicos del colegio inglés. Pero no fue más que eso; no había odio. Fue una
guerra sin odio.
Kasanzew
disparando un cañón a los ingleses.
D.R.: ¿Cuál
es el recuerdo más imborrable que conservás de la guerra propiamente dicha?
N.K.: Si
tengo que elegir, te diré que lo más fuerte es la sensación de hermandad y de
amor que sentís cuando estás al borde de la muerte. Cuando vos sabés que te
puede caer una bomba de quinientos kilos en la cabeza, al tipo que tenés al
lado – todo mugriento, descocido, que no sabés ni cómo se llama – lo querés más
que a un hermano. Ese peligro hermana tremendamente. Y muchos años después, ese
hilo invisible sigue existiendo entre nosotros.
En mi libro,
tengo un capítulo que se llama “Has la guerra y amarás”. Así como en las
situaciones límites en general se caen todas las caretas, el malo se muestra en
su dimensión malvada, diabólica, cínica; también el bueno hasta se convierte en
santo. La historia de la Guerra de Malvinas vista con ojos desprejuiciados es
una sumatoria de historias de amor, de amor al prójimo, que es el amor más
grande. El Evangelio ha dicho: “No hay amor más grande que el de aquél que da
la vida por sus amigos”, y nuestros soldados daban la vida por sus amigos.
Soldados de 18 y 19 años…
D.R.: ¿Te
han quedado secuelas psicológicas por causa de la Guerra de Malvinas?
N.K.:
(Risas). Bueno, podrías preguntarles a mis tres exmujeres, a ver qué te dicen.
Hay una
teoría según la cual, en mayor o menor medida, todos los que venimos de una
guerra tenemos síndrome de estrés postraumático; se manifiesta de entrada o con
el paso de los años. En Estados Unidos han propuesto que cualquier persona que
venga del frente reciba tratamiento psiquiátrico más allá de que lo pida o no
lo pida, por una cuestión preventiva.
D.R.: Pero,
por ejemplo, a la madrugada… ¿te despertaste tras soñar que estabas en un campo
de combate?
N.K.: Me ha
pasado a veces, no con frecuencia, pero sí me ha pasado. Pero me ha pasado una
cosa, muy pero muy recurrente; son pesadillas terribles que tengo, y que no son
de la guerra sino de la posguerra. Si vos hablás con los soldados, el 99,99 por
ciento te va a decir que la posguerra fue mucho peor que la guerra. Es que a
ellos como a mí nos ningunearon, nos dejaron sin trabajo. Y vos sabés que para
un hombre no hay nada más terrible que eso, sobre todo si, como muchos de
ellos, tienen tres o cuatro hijos. Mi pesadilla recurrente es que no tengo
trabajo.
D.R.: Te
adelantaste. Esta cuestión yo la quería abordar. Quizás me meta en un tema que
no me corresponde. Pero yo siempre me pregunto cómo puede ser que una persona
como vos, con tu enorme nivel de erudición y con lo que vos significás para
este país, no tenga el lugar que le corresponde en los grandes medios
comunicación. ¿Cómo me explico algo así?
N.K.: Bueno,
de alguna manera me lo pregunto yo también. Cuando volví de Malvinas, me
entrevistó para la NBC un productor, Charly Gómez, al que yo había conocido
cuando en el año 79 cubrí la Guerra Civil en Nicaragua. Me palmeó la espalda y
me dijo “bueno, de ahora en más, estás hecho. Nunca más te va a faltar trabajo
ni a vos ni a tus hijos”. ¡Qué equivocado que estaba! Supongo que eso pasará en
otras latitudes.
Pasa lo
mismo con los militares. Acá, los militares, una vez que terminaron su carrera
no sirven para nada, nadie los quiere emplear, excepto en seguridad. Pero, en
el mundo desarrollado, la experiencia en combate es equivalente casi que a un
máster. El general Norman Schwarzkopf, por ejemplo, tras la campaña Tormenta
del Desierto contra Irak y una vez que él se retiró, lo nombraron presidente de
la Coca Cola. La experiencia en combate es un plus en las naciones
desarrolladas. Acá, es al contrario; es un baldón.
D.R.: ¿A
quién considerás nuestro máximo héroe en la Guerra de Malvinas?
N.K.: Son
muchos. Pero a quien yo considero como al máximo héroe de la Guerra de Malvinas
es un hombre que recién fue reconocido hace un año. Me refiero al Teniente de
Corbeta Carlos Daniel Vázquez, que con sus cuarenta hombres, en el Combate del
Monte Tumbledown, mantuvo a raya a los ingleses que lo superaban diez a uno,
que fue abandonado por su propia unidad, dejado a su suerte y que llegó a
combatir a bayoneta calada… y no sólo eso, sino que en tres oportunidades vivió
fuego propio sobre sí mismo para parar a los ingleses.
Y nosotros,
como nos caracterizamos, cuando terminó el combate y como lo dieron por muerto,
condecoraron a los que se habían rebajado en vez de condecorarlo a él y en su
legajo pusieron que él se había replegado cuando él nunca se replegó. Él tuvo
casi un 90 por ciento de bajas. Y él, que amaba la Armada, estuvo durante más
de treinta años pidiendo internamente que corrijan esa injusticia para con él y
para con sus hombres. Recién el 25 de noviembre de 2015 fue corregido.
El último
vuelo de Kasanzew.
D.R.: Eso
que vos mencionás, ¿no es una muestra de que, si bien por un lado denunciamos
la “desmalvinización”, por otra parte, podemos ilusionarnos con una
“malvinización”? En el caso que mencionás, han reconocido a un héroe.
N.K.: Claro.
Lo reconoció el eventual Jefe de la Armada; todos los anteriores jefes no lo
hicieron. Éste jefe dijo que la conciencia lo estaba comiendo y que quería
reparar esa injusticia. Pero el Estado argentino y los medios de prensa no
tienen ningún apuro en reconocer a nuestros héroes. Al contrario, siguen
dándole cabida a los desmalvinizadores, a los mentirosos.
Ayer escuché
un reportaje a Pérez Esquivel donde decía que “en Malvinas habían torturado a
los soldados enterrándolos hasta el cuello en la arena”. En Malvinas no hay
arena, por empezar. Hay turba. Esquivel no tiene ni la más remota idea de la
geografía de Malvinas; es imposible cavar un pozo de la longitud de un hombre; sería
un esfuerzo sobrehumano que jamás se llevó a cabo. Sí hubo, según tengo
testimonios, estaqueos, pero a nadie enterraron hasta el cuello.
La cuestión
es amontonar horrores sin importar si son verosímiles o no. Es una verdadera
vergüenza el Premio Nobel que tenemos.
D.R.:
Justamente. ¿Qué buscan Pérez Esquivel y compañía en Malvinas?
N.K.: Está
el pretexto, que parece noble a primera vista, que indaga sobre cómo puede ser
que los seres queridos de los Caídos no tengan una tumba con el nombre exacto. Entonces,
según ellos, hay que identificarlos, porque hay muchas tumbas donde dice
“Soldado Argentino solo conocido por Dios”.
A simple
vista parece lógico. Pero, una vez más, esto revela una gran ignorancia, aunque
yo no creo tanto que sea ignorancia como mala fe. ¿Por qué dice “Soldado
Argentino solo conocido por Dios”? Porque estos hombres que están enterrados
allí, previamente estuvieron en otro lugar. Por empezar, muchos de ellos,
cuando fueron abatidos, sus cuerpos fueron destrozados. Hay que imaginarse lo
que le hace un misilazo, un cañonazo o una granada de mano a un cuerpo. Deja
pedazos. Justamente, hace poco, me contaba un Veterano encargado de juntar los
restos de los Caídos en un enfrentamiento, y eran pedazos…
Más allá de
esto, después de la rendición, se hicieron fosas comunes. Es decir, todos los
restos están mezclados. Después, mucho después, hicieron el Cementerio de
Darwin que es más que nada un cementerio simbólico donde en algunas tumbas
quizás no haya nada y en otras puede haber restos desperdigados, destrozados.
Habría que hacer el ADN de uno de cada uno de los huesos para finalmente armar
un rompecabezas… Es algo impensable.
D.R.:
¿Pretenden “ideologizar” la Guerra de Malvinas?
N.K.: Es una
especie de “carancherismo”. Pérez Esquivel ha estado todo el tiempo manejándose
con sepulturas anónimas y sacándole provecho, en virtud de lo cual obtuvo el
Premio Noble de la Paz. Y parece que quiere seguir dedicándose a eso. Si somos
benévolos, podríamos pensar que tanto Nora Cortiñas (Madres de Plaza de Mayo –
Línea Fundadora) como Pérez Esquivel están muy viejos y los están usando como
marionetas. ¿Por qué no se ocupan de otras cosas? Dejen a los combatientes en
paz, déjenlos dormir su sueño… ellos no tienen nada que ver con los
desaparecidos.
“Es muy miserable llamarlos «NN». Los
combatientes de Malvinas sí que tienen nombre”.
Es muy
miserable llamarlos “NN”. “NN” quiere decir que no tienen nombres, y todos los
combatientes de la Guerra de Malvinas sí que tienen nombre. Lo que no se sabe
es donde están exactamente sus huesos. Es de mucha mala fe llamarlos como “NN”.
Es tratar, una vez más, de declarar a los combatientes como víctimas de la
Dictadura.
Y ahí,
además del afán ideológico, aparece el afán crematístico, ya que las víctimas
de la Dictadura fueron indemnizadas con un cuarto de millón de dólares cada
una. El grupúsculo desmalvinizador de combatientes (de los cuales, en realidad,
la mayoría no combatieron) justamente ha tentado a los demás Veteranos con que
se pronuncien como víctimas de la Dictadura y cobrar cada uno un cuarto de
millón de dólares. Para honor de los Veteranos, la inmensa mayoría rechazó
considerarse víctimas de la Dictadura.
D.R.: Hay
cerca de 60 Veteranos de Guerra de Malvinas que hoy están presos, ya que les
adjudican delitos de lesa humanidad. ¿Vos conocés alguno que merezca tu
consideración?
N.K.: El
sistema judicial fue destruido en Argentina. En una gran mayoría de los casos
la gente fue metida presa no por hacer sino por estar. Los han metido presos
por el solo hecho de haber estado en alguna unidad antisubversiva. Conozco dos
casos particulares; los conozco bien porque los he ido a visitar a la cárcel.
Uno es
Enrique Stel, que fue Comando en Malvinas, y que, justamente, lo metieron preso
sólo por ser parte del Batallón de Comunicaciones 181. No hay nada de lo que lo
puedan acusar. Solamente por haber estado. Y ya van a ser más de tres años que
está sin juicio, sin condena… es decir, violando totalmente la ley.
El otro caso
que yo conozco, es un gran héroe de la Guerra de Malvinas que es el teniente 1°
Horacio Losito. Cualquiera que lo conozca sabe que jamás cumpliría una orden
aberrante. Cuando a él le presentan en el juicio la acusación de que
supuestamente él había torturado a un subversivo “colgándolo de los brazos y
dejándolo colgado durante ocho horas” (imaginémosnos las secuelas que quedan en
un cuerpo si lo colgamos de los brazos durante ese tiempo), su abogado defensor
pidió una pericia médica de la supuesta víctima… y se la niegan, y luego lo
condenan.
D.R.: Te he
notado decepcionado con el filme “Soldado Argentino solo conocido por Dios”.
¿Vos recomendás ver esta película?
N.K.: Yo
recomiendo que todo el mundo la vea. De ninguna manera pretendo malograr el
esfuerzo de nadie y tampoco soy el dueño de la verdad. Que todo el mundo la
vea, incluso no se dejen llevar por mi crítica. Que la vean y que saquen sus
propias opiniones. Yo expresé la mía en mi Muro de Facebook y sé que eso
disgustó muchísimo. Pero yo he sido honesto; expresé lo que sentía.
D.R.: Pero
la película en sí, para vos… ¿redunda en un esfuerzo más de desmalvinización?
N.K.: Yo
creo que es una oportunidad perdida, lamentablemente. Yo esperaba una película
épica, cosa que no lo es. Después de un intercambio público que tuve con el
director, él me llamó por teléfono y me dijo que su filme “era una cosa
intermedia” y que la próxima “sí va a ser la película épica que vos querés”. Yo
no sé si llego vivo a la próxima y yo no sé si el enorme esfuerzo que se hizo
para juntar el dinero para hacerla se va a poder replicar para la siguiente. Y,
además, ya no le voy a tener confianza.
Existe un
montón de películas épicas para inspirarnos, ¿y qué estamos esperando para
hacer una así? ¿Esperamos que sea políticamente correcto hacer una película
épica? ¿Y si en cincuenta años también sigue siendo políticamente incorrecto
hacerlo también vamos a seguir sin hacerlo?
D.R: ¿Es
políticamente incorrecto, entonces, hablar de la Gesta de Malvinas?
N.K.:
Aparentemente sí. Hay un aspecto fundamental, y es que no quieren que tengamos
héroes o arquetipos en los cuales inspirarnos. Ocurre que el ejemplo del
cobarde adocena, por caso el de Edgardo Esteban, el cobarde que hizo la
película “Iluminados por el Fuego”, adocena.
El ejemplo
de los héroes, por el contrario, eleva. Un pueblo elevado, inspirado en los
héroes, es mucho más difícil de ser llevado por la nariz. Por esto, no quieren
que tengamos héroes porque, además, los héroes son los únicos portadores y
transmisores de valores eternos, como el amor, el coraje, la misericordia, la
abnegación. Porque uno no les puede decir a los jóvenes, solamente, “sean
valientes, sean honrados, nobles…”. ¡No…! La única manera de educar es con
ejemplo, y los héroes, con su ejemplo, son los únicos que pueden, de generación
en generación, transmitir esos valores. Y no quieren que tengamos esos valores.
Quieren que sigamos teniendo un país corrupto, sin ideales, mucho más fácil de
manejar y mucho más fácil de saquear.
D.R.:
Inglaterra, ¿está detrás de todo este esfuerzo desmalvinizador?
N.K.: No
tengo ninguna duda. Por ejemplo, esta cuestión de reconocimiento de los restos,
como es tan complejo el sistema, yo dudo mucho que se pueda hacer en las islas.
Ellos quieren que traigan los restos a Buenos Aires para analizarlos y luego
impedir que nuestros Caídos vuelvan al cementerio. Ellos están hartos del
peregrinaje argentino en las Islas, quieren deshacerse de eso. Entonces, estos
esfuerzos argentinos son funcionales a la política inglesa y a los intereses de
los kelpers.