Se Me Ocurrió Buscar.
Se me ocurrió buscar en el Diccionario una palabra que me
ayudara a entender cuál es la idea que rige la conducta de aquellos que hoy
juzgan como criminales a nuestros Soldados, que como a criminales los detienen
en sus hogares, los mantienen presos y los condenan. Sin duda, me dije, debe
haber allí alguna idea que dé motivo a lo que hacen, algún criterio para actuar
así. Busqué la palabra criterio y
encontré dos acepciones, la primera “norma o regla para conocer la verdad”; la
segunda, “juicio o discernimiento”.
Buscando en mi memoria cuál era el primer elemento de un
juicio, de una afirmación o negación de la inteligencia recordé, lo que era
evidente, que era la “definición”.
Dicho muy simplemente, la definición pone los límites de una idea o de un
concepto, sabiendo entonces de qué hablo y a qué me refiero puedo afirmar con
criterio y entonces llegar a la verdad.
Así, con pocos rodeos llegamos a lo mismo, juzgar bien es llegar a la verdad ya que si
juzgo mal o miento o me equivoco, me equivoco si no me doy cuenta, miento si
dándome cuenta sigo y sigo afirmando lo que no se puede afirmar.
Juzgar bien es
llegar a la verdad y, para eso, seguir un criterio de
discernimiento o lo que es lo mismo definir bien lo que digo, más simple, que
lo que digo sea lo que digo sin cambiar la realidad.
Me pregunté entonces si lo que pasó allá en los setentas fue
justo o fue injusto; si tuvieron los hombres de armas razón para actuar
obedeciendo contra aquellos que ensangrentaban a la Nación. Me pregunté, y me
respondí que fue justísimo, pero hoy los jueces de turno de la Justicia (que
hoy tiene turnos pero que no puede tenerlos) dicen que, al contrario, fue
injustísimo y fue criminal.
Me digo, entonces, que los criterios son distintos en una y
otra manera de juzgar, en ese caso uno
de los dos yerra sin saber o miente sabiendo ya que los dos no podemos
tener razón diciendo de aquello cada uno lo contrario. Veamos algunos
elementos.
¿Fue justa o fue injusta aquella guerra?
¿Que no fue Guerra? ¿Entonces qué fue? Los del bando
contrario se auto llamaban “ejército revolucionario” o “ejército del pueblo”
tenían armas, mataban, raptaban, ponían bombas, tenían cárceles del pueblo en
donde privaban ilícitamente de la libertad y allí torturaban y ejecutaban a sus
víctimas; atacaban Regimientos, mataban policías para robarles las armas,
atacaban arsenales oficiales para robar también las armas; asesinaban oficiales
del Ejército esperando el colectivo para ir a sus Escuelas Superiores; atacaban
militares en sus autos con sus familias; ametrallaban a otros delante de sus
hijos… La lista sería interminable.
No fueron hechos aislados o individuales. Tenían comandos y
jefaturas, cuadros, reglas, disciplina a su manera, ejecuciones sumarias de sus
traidores o desobedientes y, lo que parece importante, la voluntad manifiesta
de tomar el poder para instaurar una dictadura marxista contra la voluntad del
grueso de la población, contra los gobiernos legales en ejercicio, contra el
orden constituido.
Están dadas todas las
condiciones de una guerra:
Armada, violenta, para colmo artera y traidora.
Contra los principios de la Nación que nunca fue comunista.
Con derramamiento injustísimo de sangre (de militares,
civiles, sindicalistas, empresarios, fuerzas de seguridad, a mansalva,
indefensos como aquellos jóvenes soldados del Chaco asesinados mientras se
bañaban sólo por ser soldados aquel año en cumplimiento de su Servicio Militar
Obligatorio).
Con todos los
elementos de un ejército, oficiales y soldados, jefes y subordinados, armas
de guerra, ataques, cárceles, juicios sumarios, identificación como miembros de
un ejército distinto del Ejército Nacional, no respondiendo a la Nación y
contra ella.
Entonces sí fue guerra y los mismos subversivos lo admitieron
y afirmaron espontáneamente.
Fue artera,
solapada, traidora, a escondidas, cobarde porque mató de espaldas. Fue guerra y
de guerrillas con todos los agravantes del caso.
Dicen que tenían
razones. Las razones aludidas fueron sobre todo las injusticias sociales,
la pobreza, el marginamiento. De más está decir que ningún guerrillero fue un
marginal y que ninguno de sus jefes fue menos que clase media o clase media
acomodada. Digamos mejor que fueron mentalidades resentidas, capaces de odio nó
porque sufrían sinó porque las cosas no eran como ellos querían.
Preguntémonos si esas razones no son hoy mayores, si no hay
hoy más pobreza y más injusticia que en los setenta. Deberían recordar los
gobiernos de turno que sin pobreza no hay comunismo, el comunismo necesita
realidades opuestas, ricos y pobres, lo que ellos llaman dialéctica y de la
lucha de esos opuestos surge para ellos una realidad mejor. Nuestro pueblo no mata cuando es pobre para
ser rico, pero le dicen que puede matar porque hay ricos. No son los pobres los que razonan así sinó
los ideólogos de facultad ocupada, resentidos por principios nó por necesidad.
Volvamos al criterio que es corazón del juicio, al criterio y
al juicio que normalmente buscan la verdad.
Los juicios de hoy, y por lo mismo los jueces actuales,
llaman crimen a la defensa y víctima al muerto en un enfrentamiento con las
fuerzas del orden o al defender una cárcel del pueblo ilegal en la que
asesinaron oficiales secuestrados y torturados. Es de lesa humanidad que
alguien muera en el rescate de una víctima inocente y es víctima el que acaba
de asesinarla.
Pongamos un ejemplo. Cuando el presidente de Perú Fujimori,
en ejercicio de sus funciones, mandó al Ejército a rescatar a los secuestrados en
la Embajada del Japón en Lima y allí murieron algunos secuestrados y raptores,
nadie dijo que aquello fue algo de lesa humanidad.
Volvamos a juicios y jueces. Las cartas están en la mesa. Es
tan evidente que sólo quien no quiere verlo no lo ve. Es al menos la concepción
liberal que sólo tiene ternura en el ojo izquierdo o es alguien que juzga
justos a los guerrilleros entonces es tan subversivo como ellos o es alguien
ambicioso que busca promociones envileciendo sus juicios o llenando alguna
cuenta que un día la historia dará a conocer.
Los testigos dicen imprecisiones o falsedades, ninguna es
válida para juzgar.
Los testigos nunca fueron testigos porque simplemente no
estuvieron allí.
Las sentencias no se dan y se mantiene el cautiverio.
Los juicios orales en presencia de frenéticos enemigos de
cualquier uniformado.
Los juicios son
“política de estado”, entonces no son juicios sinó política.
Los
juicios son en base a leyes posteriores a los hechos acontecidos lo que
destruye el principio esencial de la no retroactividad de las leyes. Un Romano
hubiera dicho “Justitia non habet oculos retro” “La Justicia no tiene ojos para
atrás”.
No digo más, sólo algo.
O el criterio para
juzgar es erróneo o es mentiroso. Para ser erróneo haría falta torpeza o
ignorancia que no son aceptables en jueces federales, para ser mentirosos basta
saber y querer lo contrario de lo que clama justicia. Eso es prevaricar.
Evaristo.