LA
CULTURA DE LA CRITICA
PROLOGO DEL RESUMEN
En “La Cultura de la Crítica” (“The Culture
of Critique”), Kevin MacDonald expone una tesis cuidadosamente estudiada, pero
extremadamente controvertida: que ciertos movimientos intelectuales del siglo
XX – en gran parte establecidos y liderados por judíos – han cambiado las
sociedades europeas de una manera fundamental y han destruido la confianza del
hombre occidental. Afirma que estos movimientos fueron diseñados, consciente o
inconscientemente, para favorecer intereses judíos incluso aunque fueron presentados
a los no judíos como universalistas e incluso utópicos. Concluye que el dominio
incremental de estas ideas ha tenido profundas consecuencias políticas y
sociales que beneficiaron a los judíos pero causaron un gran daño a las
sociedades gentiles. Este análisis, que hace con considerable fuerza, es una
acusación poco frecuente a un pueblo generalmente considerado ser más víctima
que agresor.
RESUMEN, PRIMERA PARTE
“La Cultura de la Crítica” es el título
final en el masivo estudio de los judíos y su papel en la Historia del profesor
MacDonald. Los dos volúmenes anteriores son “A People That Shall Dwell Alone”
(“Un pueblo que morará solo”) y “Separation and its Discontents”, (“Separación
y sus sinsabores”), publicados por Praeger en 1994 y 1998. La serie está
escrita desde una perspectiva sociobiológica que ve el judaísmo como una
estrategia de supervivencia única que ayuda a los judíos a competir con otros
grupos étnicos. El profesor MacDonald, que es psicólogo en la Universidad de
California en Long Beach, explica esta perspectiva en el primer volumen, que
describe a los judíos teniendo un muy fuerte sentido de identidad que les ha
mantenido social y genéticamente separados de otros pueblos. El segundo volumen
traza la historia de las relaciones entre gentiles y judíos, y encuentra las
causas del antisemitismo primariamente en el casi invariable dominio comercial
e intelectual de las sociedades gentiles por judíos en su rechazo a asimilarse.
“La cultura de la crítica” trae este análisis al siglo actual, contando el
papel judío en la crítica radical de la cultura tradicional.
Los movimientos intelectuales que el
profesor MacDonald discute en este volumen son marxismo, psicoanálisis
freudiano, la Escuela de sociología de Frankfurt, y la antropología boasiana.
Quizás más relevante desde una perspectiva racial, también traza la historia
del papel de los judíos en promover el multiculturalismo y la inmigración
tercermundista. A través de su análisis el profesor MacDonald reitera su visión
de que los judíos han promovido estos movimientos “como judíos” y en el interés
de los judíos, aunque ellos han intentado frecuentemente dar la impresión de
que no tenían intereses distintivos propios. Por lo tanto, el cargo más
profundo del profesor MacDonald contra los judíos no es el etnocentrismo sino
la deshonestidad – que mientras claman estar trabajando por el bien de la
humanidad a menudo han trabajado por su propio bien y a costa de otros.
Mientras intentan promover la hermandad del hombre disolviendo la
identificación étnica de los gentiles, los judíos han mantenido precisamente el
tipo de intensa solidaridad de grupo que denigran como inmoral entre los demás.
Promoviendo
la diversidad.
El profesor MacDonald afirma que una de las
maneras más consistentes en la que los judíos han promovido sus intereses ha
sido promover el pluralismo y la diversidad (pero sólo para los demás). Desde
el siglo XIX, han liderado movimientos que intentaron desacreditar los
fundamentos tradicionales de la sociedad gentil: patriotismo, lealtad racial,
la base cristiana de la moralidad, homogeneidad social y moderación sexual. Al
mismo tiempo, dentro de sus propias comunidades y respecto al Estado de Israel,
han apoyado con frecuencia las mismas instituciones que atacan en la sociedad
gentil.
¿Por qué esto es en el interés de los
judíos?. Porque la lealtad tribal de grupo característica de los judíos atrae
mucha menos atención en una sociedad que no tiene un núcleo cultural y racial
cohesionado. La determinación judía de no asimilarse completamente, que explica
su supervivencia como pueblo por miles de años – incluso sin un país – ha
atraído invariablemente acontecimientos desagradables e incluso criminales en
naciones con identidades nacionales bien definidas. En la visión del profesor
MacDonald es por lo tanto de interés de los judíos diluir y debilitar la
identidad de cualquier pueblo entre los que viven. La identidad judía puede
florecer con seguridad sólo cuando la identidad gentil es débil.
El
profesor MacDonald cita un notable pasaje de Charles Silberman:
“Los judíos americanos están empeñados en
la tolerancia cultural a causa de su creencia – una firmemente enraizada en la
historia – de que los judíos están sólo seguros en una sociedad que acepte un
amplio rango de actitudes y comportamientos, así como una diversidad de grupos
étnicos y religiosos. Es esta creencia, por ejemplo, la que lleva a una
aplastante mayoría de judíos americanos a aprobar los “derechos de los
homosexuales” y a tomar una postura liberal en la mayoría de los otros, así
llamados, asuntos sociales”.
Está diciendo, en efecto, que cuando los
judíos hacen el argumento “la diversidad es nuestra fuerza”, es en apoyo de su
objetivo real de diluír la homogeneidad de una sociedad para que los judíos se
sientan seguros. Están expresando un plan judío de tal forma que piensan que
los gentiles lo aceptarán. Asimismo, como la segunda parte de la cita de
Silberman sugiere, los judíos pueden apoyar movimientos desviados, no porque
piensen que es bueno para el país, sino porque piensan que es bueno para los
judíos.
El profesor Silberman también proporciona
una cita esclarecedora de un economista judío que pensaba que los republicanos
tenían políticas económicas más sensatas pero que votó al candidato
presidencial demócrata a pesar de ello. ¿Su motivo?: “Yo más bien viviría en un
país gobernado por caras que vi en la convención demócrata que por aquellos que
vi en la convención republicana”. Este hombre aparentemente desconfía de
gentiles blancos y votó por un partido racialmente mestizo incluso si sus
políticas económicas eran equivocadas. Lo que es bueno para los judíos parece
venir antes que lo que es bueno para el país.
Earl Raab, el anterior presidente de la
Universidad Judía de Brandeis realiza el argumento de la diversidad de una
manera ligeramente diferente. Expresando su satisfacción con la predicción de
que para la mitad del próximo siglo los blancos serán una minoría, escribe,
“Hemos pasado el punto donde un partido nazi-ario será capaz de prevalecer en
este país”. Está aparentemente preparado para desplazar al pueblo y la cultura
fundadora para impedir el teórico alza de un régimen antijudío. El profesor
Raab parece ver a los blancos principalmente como nazis en potencia, y está
dispuesto a sacrificar su continuidad cultural y nacional para neutralizar una
amenaza imaginaria a los judíos. Este fragmento da por hecha la futura
existencia continuada de los judíos como una comunidad distinta incluso
mientras los gentiles blancos declinan en número e influencia.
En
el mismo fragmento, el profesor Raab continúa observando que:
"Nosotros [judíos] hemos estado
nutriendo el clima de oposición al fanatismo durante medio siglo. Ese clima
todavía no ha sido perfeccionado, pero la naturaleza heterogénea de nuestra
población tiende a hacerla irreversible…”
Sí, como tiende a hacer la última
dislocación de la cultura europea también irreversible.
El profesor MacDonald traza el desarrollo
de esta estrategia de diversidad a varias fuentes. Está ampliamente reconocido
que el inmigrante judío-alemán Franz Boas (1858-1942) casi sin ayuda estableció
la actual configuración de la antropología, desechando todas las explicaciones
biológicas para las diferencias en cultura humana y comportamiento. El profesor
MacDonald informa que él y sus seguidores – con las notables excepciones de Margaret
Meade y Ruth Benedict – fueron todos judíos con fuertes identidades judías:
“La identificación judía y la persecución
de intereses percibidos judíos, particularmente en favorecer una ideología de
pluralismo cultural como un modelo para sociedades occidentales, ha sido el
“objetivo oculto” de la antropología americana”
RESUMEN, SEGUNDA PARTE
En 1915, Boas y sus estudiantes controlaban
la Asociación Antropológica Americana, y para 1926 encabezaban cada
departamento de antropología universitario de EE.UU. Desde esta posición de
dominancia promovieron la idea que la raza y la biología son asuntos sin
importancia, y que es el entorno lo que cuenta. Deliberadamente propagaron esta
visión política de antropología para así proporcionar apoyo intelectual para la
inmigración abierta, la integración y el mestizaje. También pusieron el
fundamento para la idea de que como todas las razas tienen el mismo potencial,
los fallos de los no blancos deben ser culpa exclusivamente de la opresión
blanca. La última conclusión de la antropología boasiana fue que desde que el
entorno es el responsable de todas las diferencias humanas, cada desigualdad de
resultados puede ser eliminada cambiando el entorno. Esta ha sido la
justificación de los enormes e inútiles programas de intervención del gobierno.
Todo el movimiento de “derechos civiles”
puede ser visto como una consecuencia natural del triunfo del pensamiento
boasiano. Desde que todas las razas son equivalentes, la separación era
inmoral. La línea del color también agudizaba la autoconciencia blanca de tal
manera que podría hacer a los blancos más conscientes del tribalismo judío. Así
fue, según el profesor MacDonald, que los judíos casi sin ayuda lanzaron el
movimiento contra la segregación. Sin el liderazgo de los judíos, la NAACP
(National Association for the Advancement of Colored People, Asociación
Nacional para el Progreso de la Gente de Color), nunca podría haber sido
establecida, y hasta 1975 cada uno de sus presidentes fue judío. El profesor
MacDonald informa que en 1917, cuando el separatista negro Marcus Garvey visitó
la central de la NAACP, vio tantas caras blancas que salió furioso, quejándose
de que era una organización blanca.
El profesor MacDonald concluye que los
esfuerzos de los judíos fueron decisivos para la transformación de los
“derechos civiles” de EE.UU. Cita a un abogado del Congreso Judío Americano que
clama que “muchas de estas leyes de [derechos civiles] fueron realmente
escritas en las oficinas de agencias judías por personal judío e introducidas
por legisladores judíos.
Mientras la escuela de Boas estaba
promoviendo la integración y la equivalencia racial, era también crítica de, en
palabras del profesor MacDonald,
“la cultura americana como demasiado
homogénea, hipócrita, y emocionalmente y estéticamente represiva (especialmente
en lo referente a la sexualidad). Central a este programa fue crear etnografías
de culturas idílicas [del Tercer Mundo] que estaban libres de las taras
negativas que se atribuían a la cultura Occidental”
El papel del antropólogo se convirtió en el
de criticar todo de la sociedad occidental mientras glorificaba todo lo
primitivo. El profesor MacDonald observa que los retratos boasianos de los
pueblos no occidentales deliberadamente ignoraban el barbarismo y la crueldad o
simplemente se lo atribuían a la contaminación de Occidente. Ve esto como un
deliberado intento de socavar la confianza de las sociedades occidentales y
hacerlas permeables a las influencias y pueblos del Tercer Mundo. Hoy, esta
visión está consagrada en el dogma de que EE.UU. debe permanecer abierta a la
inmigración debido a que los inmigrantes traen un espíritu y enegía que los
nativos de alguna manera carecen.
Personalidades autoritarias.
Para abrir las sociedades derivadas de
Europa a la inmigración que las transformaría, era necesario desacreditar la
solidaridad racial y el compromiso con la tradición. El profesor MacDonald
argumenta que este fue el propósito básico de un grupo de intelectuales
conocido como la Escuela de Frankfurt. Lo que se conoce rigurosamente como el
Instituto de Investigación Social fue fundado en Frankfurt, Alemania, durante
el período de Weimar por un millonario judío, pero fue cerrado por los nazis al
poco tiempo de que ellos tomaran el poder. La mayoría de sus miembros emigraron
a los Estados Unidos y el instituto se recompuso en la universidad de Berkeley.
La organización estaba encabezada por Max Horkheimer, y sus miembros más
influyentes eran T. W. Adorno, Erich Fromm y Herbert Marcuse, todos ellos
tenían fuertes identidades judías. Horkheimer no hizo secreta la naturaleza
parcial de las actividades del instituto: “La investigación sería capaz aquí de
transformarse “directamente” en propaganda”, escribió.
El profesor MacDonald dedica muchas páginas
a un análisis de La personalidad autoritaria, que fue escrito por Adorno y
apareció en 1950. Fue parte de una serie llamada Studies in Prejudice,
producido por la escuela de Frankfurt, que incluía títulos como Antisemitism
and Emotional Disorder. The Authoritarian Personality fue particularmente
influyente porque, según el profesor MacDonald, el Comité Judío Americano
financió fuertemente su promoción y porque los académicos judíos tomaron su
mensaje tan entusiásticamente.
El propósito del libro es hacer que la
pertenencia a un grupo suene como si fuera un desorden mental. Todo, desde el
patriotismo a la religión, pasando por la familia (y lealtad a la raza) son
signos de una peligrosa y defectuosa “personalidad autoritaria”. A causa de que
dibujar distinciones entre diferentes grupos es ilegítimo, todas las lealtades
de grupo – incluso los lazos familiares más cercanos! – son “prejuicios”. Como
Christopher Lasch ha escrito, el libro lleva a la conclusión de que el
prejuicio “podría ser erradicado solamente sometiendo al pueblo americano a lo
que alcanzaba a ser una psicoterapia colectiva – tratándoles como internos en
un hospital psiquiátrico”
Pero según el profesor MacDonald, es
precisamente el tipo de lealtad de grupo, respeto por la tradición, y
conciencia de las diferencias, central a la identidad judía lo que Horkheimer y
Adorno describían como enfermedad mental en los gentiles. Estos escritores
adoptaron lo que eventualmente se volvió una táctica soviética favorita contra
los disidentes: cualquiera cuyas visiones políticas fuesen diferentes de las
suyas era enfermo. Como el profesor MacDonald explica, la escuela de Frankfurt
nunca criticó o incluso describió la identidad de grupo judía, solamente la de
los gentiles:
“el comportamiento que es fundamental para
el judaísmo como una estrategia evolutiva de grupo de éxito es calificado como
patológico en los gentiles”
Para estos intelectuales judíos, el
antisemitismo también era una señal de dolencia mental: Ellos concluyeron que
la autonegación cristiana y especialmente la represión sexual, causaba odio
hacia los judíos. La escuela de Frankfurt fue entusiasta con el psicoanálisis,
según la cual
“la ambivalencia edipiana hacia el padre y
las relaciones sádico-anales en la tierna infancia son la herencia irrevocable
del antisemita”
Además de ridiculizar el patriotismo y la
identidad racial, la escuela de Frankfurt glorificó la promiscuidad y la
pobreza bohemia. El profesor MacDonald ve la escuela como una influencia
germinativa:
“Ciertamente muchas de las actitudes
centrales de la grandemente exitosa revolución contracultural de los años 1960
encuentra expresión en “The Authoritarian Personality”, incluyendo idealizar la
rebelión contra los padres, las relaciones sexuales no comprometidas, y
desprecio por el ascenso social, el estatus social, el orgullo familiar, la
religión cristiana y el patriotismo”
Del más grande interés aquí, sin embargo,
es el éxito del movimiento en calificar las antiguas lealtades a la nación y a
la raza como enfermedad mental. Aunque vino después, el “desconstruccionista”
judeo-francés Jacques Derrida estaba en la misma idea cuando escribió:
“La idea tras la desconstrucción es
desconstruir las obras de los estados-nación fuertes con fuertes políticas de
inmigración, desconstruír la retórica del nacionalismo, la política del lugar,
la metafísica de la tierra nativa y el idioma nativo… La idea es desarmar las
bombas… de la identidad que los estados-nación construyen para defenderse
contra los extraños, contra los judíos, árabes e inmigrantes…”
Como el profesor MacDonald pone
“Visto a su nivel más abstracto, el plan
fundamental es de esta manera influir e los pueblos de descendencia europea de
los Estados Unidos para que vean la preocupación sobre su propio eclipse
demográfico y cultural como irracional y como una indicación de psicopatología”
Es innecesario decir, que este proyecto ha
tenido éxito; cualquiera oponiéndose al desplazamiento de blancos es rutinariamente
tratado como un “promotor de odio” mentalmente desequilibrado, y siempre que
los blancos defienden sus intereses de grupo son descritos como desajustados
psicológicamente. La ironía no le escapó al profesor MacDonald:
“La ideología de que el etnocentrismo era
una forma de psicopatología fue promulgada por un grupo que a lo largo de su
historia ha sido claramente el más etnocéntrico grupo de entre todas las
culturas del mundo”
RESUMEN,
TERCERA PARTE
Inmigración.
El
profesor MacDonald argumenta que es perfectamente natural que los judíos
promuevan la inmigración abierta. Trae la “diversidad” que los judíos
encuentran cómoda y mantiene a los EE.UU. abiertos a correligionarios
perseguidos de todo el mundo. Dice que los judíos son el único grupo que
siempre ha luchado en favor de la inmigración en masa; unas pocas
organizaciones étnicas europeas han hecho esporádicos esfuerzos para hacer más
fácil que su propio pueblo viniera, pero sólo los judíos han promovido
consistentemente las fronteras abiertas para todos los que venían. Además,
cualesquiera que pudieran haber sido los desacuerdos en otros asuntos, judíos
de cada tendencia política han favorecido la inmigración masiva.
Esto,
también, se retrotrae a muchos años atrás, y el profesor MacDonald traza en
considerable detalle el sostenido esfuerzo judío pro-inmigración
(http://www.kevinmacdonald.net/Immigration.pdf). Israel Zangwill, autor de la
obra epónima de 1908 “The Melting Pot”, era de la opinión de que “hay sólo un
camino para la paz mundial, y es la absoluta abolición de pasaportes, visados,
fronteras, aduanas…”. Sin embargo, fue un apasionado sionista y desaprobaba los
matrimonios de judíos con no judíos.
Aunque
la estatua de la libertad, conocida con rigor como “Libertad iluminando al
mundo”, fue un regalo de Francia como homenaje a las tradiciones políticas
americanas, el soneto de Emma Lazarus ayudó a cambiarla en un símbolo de la
inmigración. Impreso en la base de la estatua varias décadas después de su
construcción, el poema da la bienvenida a EE.UU. a “amontonadas masas
anhelantes de respirar libre/las infelices sobras de vuestras orillas de
desechos”.
El
profesor MacDonald ha descubierto que los inverosímiles argumentos sobre la
diversidad siendo la quintaesencia de la fortaleza yanqui han sido hechos por
los judíos durante mucho tiempo. Informa que en 1948 el Comité Judío Americano
estaba metido instando al Congreso a creer que “el americanismo es el espíritu
tras la bienvenida que América ha extendido tradicionalmente a gente de todas
las razas, todas las religiones, todas las nacionalidades”. Por supuesto, nunca
ha habido tal tradición. En 1952, el Congreso Judío Americano argumentó en las
audiencias sobre la inmigración que “nuestra experiencia nacional ha confirmado
más allá de la duda que nuestra gran fuerza yace en la diversidad de nuestros
pueblos”. Esta, también, fue una época cuando la ley de inmigración de los
EE.UU. estaba explícitamente diseñada para mantener una mayoría blanca.
A
menudo se ha dicho que cuando la vieja política de inmigración fue desechada en
1965, apenas nadie sabía, y nadie predijo, que la nueva ley cambiaría el
aspecto racial del país. El profesor MacDonald niega esto, argumentando que
esto ha sido el objetivo de grupos judíos desde el principio.
El
profesor MacDonald descubre que los judíos han sido los principales partidarios
de la inmigración en Inglaterra, Francia y Canadá, y que grupos judíos fueron
los oponentes más vehementes de la independencia de Quebec. Judíos australianos
encabezaron los esfuerzos para desmantelar la política de “Australia blanca”,
motivo por el que fue citado en un editorial en el Australian Jewish Democrat:
“La fuerza de la multicultural o diversa Australia es también nuestra más
efectiva política de estar seguros contra el antisemitismo. El día que
Australia tenga un Governador General australiano chino yo me sentiría más
confiado en mi libertad para vivir como un australiano judío”. Como Like Earl
Raab escribiendo sobre los Estados Unidos, este judío australiano está preparado
para sacrificar la cultura tradicional, pueblo e identidad de Australia a
intereses específicamente judíos. No sería sorprendente si tal objetivo
expresado abiertamente no tuviera el efecto opuesto del deseado, e
“incrementara” el sentimiento antijudío.
Judíos
y la Izquierda.
Es
bien conocido que los judíos han estado tradicionalmente asociados con la
izquierda, y el profesor MacDonald investiga esta conexión con algún detalle.
Históricamente fue entendible que los judíos deberían apoyar movimientos que
fomentaran el derrocamiento del orden existente. Tras la emancipación, los
judíos encontraban resistencia de las élites gentiles que no querían perder
terreno con los competidores, y los forasteros fácilmente se convertían en
revolucionarios. Sin embargo, en la opinión del profesor MacDonald, el
compromiso judío a causas izquierdistas ha sido motivado a menudo por la
esperanza de que el comunismo, especialmente, sería una herramienta para
combatir el antisemitismo, y por la expectativa de que las soluciones sociales
universalistas serían sin embargo otra manera de disolver las lealtades
gentiles que podrían excluír a los judíos. El encanto de las ideologías
universalistas es unido al implícito entendimiento de que el particularismo
judío estará exento:
“Al
final, la aceptación de una ideología universalista por los gentiles resultaría
en gentiles no percibiendo a los judíos como en una categoría social diferente
en absoluto, mientras sin embargo los judíos serían capaces de mantener una
fuerte identidad personal como judíos”
El
profesor MacDonald argumenta que los judíos tenían motivos específicamente
judíos para apoyar la revolución bolchevique. La Rusia zarista tenía fama por
su política antisemita y, durante sus primeros años, la Unión Soviética pareció
ser la tierra prometida para los judíos: terminó el antisemitismo de Estado,
intentó erradicar la Cristiandad, abrió oportunidades para judíos individuales,
y predicó una sociedad “sin clases” en la que la judaicidad supuestamente no
atraería la atención negativa. Además, como el marxismo enseñaba que todo
conflicto era económico más que étnico, muchos judíos creyeron que anunciaba el
fin del antisemitismo.
El
profesor MacDonald enfatiza que aunque los comunistas judíos predicaban ateísmo
y la solidaridad del pueblo trabajador mundial, tomaron medidas para preservar
una identidad judía distintiva y secular. Informa que Lenin mismamente (que
tenía un abuelo judío), aprobó la continuación de una identidad explícitamente
judía bajo el comunismo, y en 1946 el Partido Comunista de los Estados Unidos
votó una resolución también apoyando al pueblo judío en países comunistas. Así,
aunque el comunismo era apoyado para ser sin fronteras ni religión, los judíos
estaban confiados que habría un sitio para su propia identidad de grupo.
Escribe que a pesar del discurso oficial de que todos los hombres eran
hermanos, “muy pocos judíos perdieron su identidad judía durante la completa
era soviética”.
Los
comunistas judíos algunas veces revelaron un remarcable particularismo. El
profesor MacDonald cita a Charles Rappoport, el líder comunista francés: El
pueblo judío [es] el titular de todas las grandes ideas de unidad y comunidad
humana en la Historia… La desaparición del pueblo judío significaría la muerte
de la humanidad, la transformación final del hombre en una bestia salvaje”.
Esto parece atribuír a los judíos una posición elitista incompatible con la
“unidad y comunidad humana”.
El
profesor MacDonald argumenta que muchos judíos comenzaron a distanciarse del
comunismo sólo después de que Stalin se mostrara como antisemita. Y al igual
que los judíos habían sido los revolucionarios líderes en la Rusia
pre-revolucionaria antisemita, los judíos se volvieron los disidentes líderes
en una Unión Soviética antisemita. Un patrón similar se puede encontrar en los
gobiernos comunistas impuestos en Europa Oriental, que fueron mayoritariamente
dominados por judíos. La mayoría de los líderes del Partido Comunista Polaco,
por ejemplo, hablaban mejor yiddish que polaco, y mantenían también una fuerte
identidad judía. Después de la caída del comunismo, muchos dejaron de ser
polacos y emigraron a Israel.
El
profesor MacDonald escribe que en el gobierno comunista de Bela Kun de corta
vida de Hungría de 1919, el 95 % de los líderes eran judíos, y que en el
momento de la sublevación de 1956, el comunismo estaba tan cercanamente
asociado con los judíos, que las revueltas casi habían tenido el sabor de un
pogrom. Argumenta que en los Estados Unidos también, el núcleo principal entre
los comunistas y miembros de Students for a Democratic Society (SDS) era
principalmente judíos. Aquí, también, una visión del mundo revolucionaria, atea
y universalista era completamente compatible con la fuerte identificación como
judíos. El profesor MacDonald cita de un estudio de izquierdistas americanos:
“Muchos
comunistas, por ejemplo, sentencian que ellos nunca podrían haberse casado con
una esposa que no fuera izquierdista. Cuando se les preguntó a los judíos si
podrían haberse casado con gentiles, muchos dudaron, sorprendidos con la
pregunta, y la encontraron difícil de responder. Tras reflexionar, muchos
concluían que siempre habían dado por hecho el matrimonio con alguien judío”
Su
compromiso como judíos era incluso más fundamental e intocable que su compromiso
con la izquierda.
El
profesor MacDonald informa que muchos judíos americanos también abandonaron el
comunismo al ir haciéndose cada vez más antisemita. Para muchos, la Unión
Soviética separando los lazos diplomáticos con Israel durante la guerra de 1967
fue la última gota. Un antiguo activista de SDS sin duda habló en
representación de muchos cuando explicó, “si yo debo elegir entre la causa
judía y un SDS “progresista” anti-Israel, elegiré la causa judía. Si se
levantasen barricadas, yo lucharé como judío”. Según el profesor MacDonald, el
neoconservadurismo americano también puede ser descrito como un cambio
superficial en la política externa que deja el compromiso más fundamental sin
cambiar a la identidad judía. Así, antiguos izquierdistas abandonaron una
ideología que se había vuelto contra Israel y pusieron de moda el
conservadurismo americano en un movimiento diferente, con el tema inalterable
del apoyo a Israel. Los neoconservadores también apoyan altos niveles de
inmigración y fueron activos en excluír la identificación racial blanca de la
derecha “respetable”.
RESUMEN, CUARTA Y ULTIMA PARTE
Objeciones.
Hay muchas posibles objeciones a la tesis
del profesor MacDonald. La primera es que está en su mayor parte construída en
la asunción de que los judíos son deshonestos. Es siempre arriesgado asumir que
uno entiende los motivos de otros mejor que ellos mismos. Los judíos
tradicionalmente se han visto a sí mismos como una presencia benevolente,
incluso como una “luz sobre las naciones” o “pueblo elegido”. Este se refleja
hoy en la autoimagen judía como portavoces de los excluídos y oprimidos. La
mayor parte de las veces, lo que aparenta ser “justicia social” tiene el efecto
de socavar las tradiciones y lealtades de la sociedad gentil, pero ¿están los
judíos deliberadamente socavando estas cosas más que arreglando lo que perciben
como estar mal?.
El profesor MacDonald concede que muchos
judíos son sinceros en su apoyo a causas liberales, pero entonces extiende su
acusación argumentando que “los mejores engañadores son aquellos que se engañan
a sí mismos”. En otras palabras, muchos judíos que están realmente trabajando
por intereses judíos primero se han convencido a sí mismos de lo contrario. Un
judío que principalmente quiera que EE.UU. se vuelva menos blanca puede también
haberse convencido a sí mismo de que EE.UU. se beneficia de una multitud de
culturas. Habiéndose convencido a sí mismo puede convencer con más eficacia a
otros.
Muchos judíos, argumenta el profesor
MacDonald, no son incluso conscientes del alcance que su judaicidad tiene en su
identidad o en su opinión política. Cita al rabino Abraham Joshua Heschel sobre
su sorpresa sobre de qué apasionada manera se apuntó al lado israelí durante la
guerra de 1967: “Yo no sabía lo judío que era”. Esta es una llamativa
declaración de un hombre del que se consideró quizá el mayor líder espiritual
judío de su época. Y si afecta o no a su política, los judíos ciertamente
parecen tener un sentido étnico muy nítido. El profesor MacDonald cita al
teólogo Eugene Borowitz al decir, “la mayoría de judíos claman estar equipados
con un dispositivo sensor amigo-o-enemigo que les permite detectar la presencia
de otro judío, a pesar del pesado camuflaje”. Siempre pensar en términos de “amigo
o enemigo” no es un asunto sin importancia.
El profesor MacDonald es por lo tanto
escéptico de los desmentidos judíos: “Las declaraciones de falta de identidad
judía pueden ser altamente engañosas”. Observa que las publicaciones judías que
escriben sobre el poder e influencia de judíos americanos en un lenguaje que
los judíos inmediatamente denunciarían como “antisemita” si fuera usado por
gentiles. Concuerda con Joseph Sobran, que ha dicho “quieren ser judíos entre
sí mismos pero se ofenden al ser vistos como judíos por los gentiles. Quieren
perseguir sus propios intereses distintivos mientras pretenden que no tienen
tales intereses…”.
El profesor MacDonald argumenta que el
éxito de los movimientos intelectuales encabezados por judíos ha sido sólo
posible porque su carácter judío estuvo oculto. Si el multiculturalismo o la
inmigración en masa o The Authoritarian Personality hubiera sido promovido por
judíos ortodoxos en abrigos negros, el elemento judío habría sido claro. El
profesor MacDonald escribe eso de verdad, “el plan político judío no fue una
parte de la teoría y las teorías en sí mismas no tenían un contenido judío
claro. Los intelectuales gentiles aproximándose a estas teorías tenían por lo
tanto pocas posibilidades de verlas como aspectos de la competición cultural
judía-gentil o como un aspecto de un plan político específicamente judío”. El
profesor MacDonald también clama que los judíos a menudo han intentado
disimular el carácter judío de un movimiento intelectual reclutando gentiles
simbólicamente para posiciones visibles como portavoces. Escribe que esta
táctica fue tan habitual en el Partido Comunista Americano que los gentiles a
menudo lo veían claro y dimitían.
¿Pero cómo se pueden conocer los motivos
completamente?. El profesor MacDonald pone una prueba difícil:
“La mejor evidencia de que algunos
individuos realmente han cesado de tener identidad judía es si eligen una
opción política que perciban como claramente no en los intereses de los judíos
como grupo. En la ausencia de un conflicto percibido claramente con intereses
judíos, queda posible que diferentes elecciones políticas entre judíos étnicos
son sólo diferencias en tácticas para cómo conseguir mejor los intereses
judíos”
Esta norma puede parecer excesivamente
severa, hasta que se aplica a los gentiles blancos. La inmigración
tercermundista, la discriminación positiva, las leyes antidiscriminación y la
integración forzada son claramente contra el interés de los blancos, y aún así
muchos blancos las abrazan, demostrando así cómo han abandonado completamente
su identidad racial.
Finalmente, el profesor MacDonald enuncia
la desagradable posibilidad de que algunos judíos, debido a siglos de
conflictos con los gentiles, activamente odien la sociedad gentil y
conscientemente deseen destruírla: “una motivación fundamental de intelectuales
judíos involucrados en crítica social ha sido simplemente el odio de la
estructura de poder dominada por los gentiles percibida como antisemita”.
Describe al poeta judeo-alemán del siglo XIX Heinrich Heine como “usando su
habilidad, reputación y popularidad para socavar la confianza intelectual del
orden establecido”.
En defensa de esta altamente provocativa
idea, el profesor MacDonald cita a Benjamin Disraeli sobre los efectos de
siglos de relaciones entre judíos y gentiles sobre los judíos:
“Pueden haber llegado a ser tan odiosos y
hostiles con la humanidad como para merecer por su conducta actual, no importa
cómo se originó, la calumnia y el tratamiento enfermizo de las comunidades en
las que moraban y con las que apenas se les permite mezclarse”
Aparte de cualquier cuestión sobre los
motivos, sin embargo, está la cuestión de los números. Los judíos son una
pequeña minoría en los Estados Unidos y dentro de esa minoría hay un desacuerdo
incluso en asuntos que tan claramente afectan a los judíos. ¿Cómo es posible
que los judíos puedan ser responsables de dramáticos cambios en el panorama
intelectual?. En opinión del profesor MacDonald, la explicación yace en la
inteligencia, energía, dedicación y unión de los judíos. Atribuye una gran parte
al IQ medio de los judíos, – en 115, desviación estándar global por encima de
la media gentil blanca – y a “su duro trabajo y dedicación, su deseo de dejar
huella en el mundo, y su deseo de ascender en el mundo, ocuparse en
promocionarse personalmente, y conseguir aclamación pública…”. También cree que
los judíos han trabajado juntos infatigablemente en cualquier asunto que
consideren necesario para la supervivencia: “La actividad intelectual es como
cualquier otro esfuerzo humano: Grupos unidos vencen las estrategias
individualistas”. Observa que nunca ha habido una época en la que grandes
cantidades de yanquis blancos favorecieran la inmigración no blanca; fue una
minoría compacta y decidida la que venció la resistencia desorganizada de la
mayoría.
El
profesor MacDonald cree que debido a la efectividad de algunos judíos, no fue
incluso necesario que la mayoría de judíos activamente apoyaran los movimientos
contra la mayoría, pero aún así esa actividad judía fue decisiva. Como él lo
pone, “los movimientos dominados por judíos fueron un factor crítico (condición
necesaria) para el triunfo de la izquierda intelectual en las sociedades
occidentales de finales del siglo veinte”. Esto, por supuesto, no puede ser
probado, pero no puede haber duda que los judíos americanos han tenido un
efecto desproporcionado en el intelectualismo americano. El profesor MacDonald
cita a Walter Kerr, escribiendo en 1968, sobre el asunto
“que lo que ha pasado desde la Segunda
Guerra Mundial es que la sensibilidad americana se ha vuelto parte judía,
quizás tan judía como cualquier otra cosa… La mente americana culta de alguna
manera se ha judaizado”
Aparte de la cuestión de si el profesor
MacDonald tiene razón está el asunto de qué diferencia produce que él tenga razón.
Si es correcta, su tesis ciertamente arroja luz en la rapidez con la que los
blancos perdieron su voluntad. Hace sólo unas décadas los blancos eran una raza
segura de sí misma, orgullosa de sus logros, convencida de su aptitud para
dominar el mundo. Hoy son un pueblo en declive que vive pidiendo perdón,
avergonzado por su historia y no seguro incluso de reclamar las tierras que han
ocupado durante siglos. Es muy raro que unos conceptos básicos sean expulsados
de sus cabezas en el curso de sólo una generación o dos, como ha sucedido con
la mentalidad acerca de la raza. Tal velocidad sugiere que ha habido algo más
que cambio natural.