ISLAM: LA GUERRA ES INEVITABLE, SÓLO FALTA SABER CUÁNDO TENDRÁ LUGAR


ISLAM: LA GUERRA ES INEVITABLE, SÓLO FALTA SABER CUÁNDO TENDRÁ LUGAR

diciembre 31, 2014
By Yolanda Morín
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El mundo se ve confrontado a la probabilidad de un conflicto planetario que podríamos llamar la Tercera Guerra Mundial, apelativo que bien merecería, tanto por su más que previsible extensión como por la brutalidad de ese hipótetico enfrentamiento de dimensiones colosales.
Esta Tercera Guerra Mundial, de una envergadura igual o superior a las dos precedentes se está gestando y puede explotar en pocos años más. Algunos se atreven a señalar la fecha aproximada hacia el ecuador de este siglo. En todo el mundo, el islam no deja de cobrar fuerza y radicalizarse. Éste será un elemento decisivo de la explosión mundial inevitable.
Esta contienda se desarrollará (se está desarrollando ya) en distintos países en los cuatro continentes, con distintas intensidades según los diferentes escenarios donde se están fogueando los actores de este drama en camino. Prácticamente todas las tierras emergidas del planeta están implicada en lo que debemos considerar los prolegómenos de la deflagración por venir. Todo Occidente, el mundo árabe-musulmán (desde Marruecos a los confines asiáticos, desde el corazón de África a las islas Filipinas), Rusia, China, la India… se encaminan resueltamente a las trincheras.

En efecto, nadie medianamente lúcido e informado puede negar ya el carácter belicoso que está tomando la agresividad islámica a través el mundo. El islam está implicado en la inmensa mayoria de los frentes de combate actualmente abiertos en el mundo. Igualmente el terrorismo es un fenómeno casi únicamente islámico a día de hoy. Después de siglos de letargo, el islam ha despertado y ese despertar coincide con la decadencia de un Occidente que ha perdido tanto el orgullo de ser como la voluntad de permanecer.
Esta situación de un islam en plena expansión mundial encierra dentro de sí una novedad: Por primera vez el islam se ha hecho un hueco en Occidente no a punta de su victoriosa cimitarra, pagando con sangre su conquista, sino gracias a la negación de los occidentales de ver en esos actuales invasores sus enemigos de siempre. La Historia registra otros episodios de penetración islámica en territorio europeo, pero siempre fue combatida y finalmente rechazada: España, sur de Francia e Italia, los Balcanes, Rusia…
Nunca desde la caída del Imperio Romano, Europa había experimentado una situación tan dramática. Europa afronta la mayor amenaza de su historia sin saberlo o más bien sin querer darse cuenta de ello. Los europeos son invadidos, ocupados y colonizados por los pueblos del sur y por el islam de forma rápida y masiva. Las sociedades europeas se sumergen hoy en un caos étnico incontrolable.
El crecimiento de la oposición conflictiva entre el islam, cada vez más presente y en expansión numérica (realidad radical y atronadora en la historia de Europa, minimizado por una oligarquía a la vez asustada y ciega), y las sociedades europeas de origen es mucho más explosiva y potencialmente intensa que, por ejemplo, las guerras de religión entre católicos y protestantes del siglo XVI o que los conflictos ideológicos que han jalonado la historia reciente desde la Revolución Francesa. A esto viene a añadirse la dimensión étnica, muy agravante, resultado de la masiva inmigración africana y magrebí. Al antagonismo específicamente religioso, sociológico e ideológico, se suma la dimensión etnobiológica que tiene un enorme impacto en las mentalidades colectivas, por mucho que sea negada y reprimida por la censura de la ideología dominante.
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Si nos centramos en nuestro continente asistimos actualmente en Europa a la puesta en marcha de todos los elementos de un conflicto interno violento prácticamente inevitable. Los ingredientes de la explosión están todos presentes. La cuestión ya no es de saber si va a ocurrir, sino cuando tendrá lugar.
Tenemos una población millones de jóvenes (y no tan jóvenes) magrebíes y africanos en Europa en crecimiento constante, muy mal escolarizados, en situación de paro, de asistencia, de la cual una buena parte se dedica a la economía subterránea y a una delincuencia polimorfa (drogas, tráfico de objetos robados, etc…), que constituye la mano de obra, los gruesos batallones de un levantamiento general posible.
Esta población joven es adepta de un islamismo reivindicativo e identiario extranjero. En el inconsciente (o el consciente) colectivo de una parte importante y muy activa de esa población, se trata de manera muy elemental de llevar la yihad a Francia, como acompañamiento de una estrategia de revuelta, de revancha y de conquista.
A esto se le suma el crecimiento de un racismo anti autóctonos objetivamente observable en todas partes, con su secuela de agresiones diarias contra los europeos. Esa violencia cotidiana corre en paralelo a las manifestaciones diarias de rechazo de la cultura y de la pertenencia occidental y europea. La multiplicación de mujeres con velo, como señal de provocación, es un medio de desafío étnico y de marcaje territorial, la arrogante voluntad de hacer sentir a los colonizados el peso de su conquista en marcha: una yihad todavía “soft” mientras llega la verdadera.
Cuando Europa conozca los desordenes previsibles, con la violencia como realidad cotidiana, la numerosa inmigración, la musulmana sobre todo pero también las otras, poco o nada integradas, provenientes muchas veces de países históricamente resentidos contra Occidente y más particularmente contra ciertas naciones europeas, nos mostrarán su verdadera cara, y serán un elemento más de la crítica situación que viviremos, con un ejército de enemigos dentro de nuestra casa. La mayoría de los distintos colectivos de la inmigración se enrolarán de una manera u otra en el bando de nuestros enemigos, porque de hecho ya los son, aunque de manera latente de momento, o simplemente se posicionarán en una actitud de espera, atentos a los beneficios que pudiera significarles nuestra caída.
La inmigración actual es una colonización poblacional, con frecuencia consciente y vivida como una revancha contra la civilización europea. Ésta se pretende además definitiva. La colonización de las maternidades es mucho más importante que la de las fronteras porosas.
Estamos ante una implacable realidad demográfica. Tenemos las fronteras abiertas desde hace décadas en Europa y una tremenda diferencia de fecundidad entre poblaciones autóctonas e inmigrantes, lo que está produciendo unas sustitución progresiva de la población original. La integración ha fracasado completamente, se han creado guetos étnicos y otras “zonas liberadas” bajo control creciente de la sharia en algunos países. El fracaso era previsible. Es posible integrar a parientes etnoculturales, y en pequeñas cantidades por cierto, no a pueblos enteros de otras realidades etnobiológicas muy alejadas. Pero la oligarquía nos ha impuesto esta inmigración como una riqueza cuando el simple sentido común nos indica que vamos a pasos agigantados hacia un desastre.
A este fenómeno de colonización étnica masiva, se añade el hecho, ya señalado, de que el islam se pone a la cabeza de la ofensiva. Desde hace 1400 años, esta religión-ideología, totalitaria y agresiva, tiene como objetivo la invasión de Europa. Sufrimos la tercera acometida mahometana que se extiende hoy desde España a Indonesia. La primera fue detenida en Poitiers, Francia por Carlos Martel en 732, después de haber conquistado la mayor parte de la penísula ibérica. La segunda fue en 1684, ante las puertas de Viena. La tercera tiene lugar hoy, desde el Cabo Finisterre hasta Copenhague, desde la isla de Lampedusa hasta hasta los fiordos noruegos. Esta tercera yihad no sólo coincide en el tiempo con la Tercer Guerra Mundial en ciernes, sino que es su condición previa.
Los focos de tensión no dejan de multiplicarse y de agravarse. Nunca como ahora en la historia de la humanidad, los riesgos de un incendio generalizado han sido tan fuertes. La mundialización es un factor de confrontación gigantesca. Ésta no es una garantía de paz sino un factor de guerra generalizada.
Una guerra étnica y civilizacional es previsible en varios países europeos. Una guerra intestina, muchísimo más grave que el terrorismo, ya que un remplazamiento de la población, una especie de genocidio, la llamada Gran Susitución, está ocurriendo con la complicidad o la ceguera de las clases dirigentes políticas y mediáticas, cuya ideología está dominada por el odio hacia la identidad étnica de sus propios pueblos y la pasión enfermiza por el mestizaje, la multicultura y la “diversidad”.
La inmigración masiva que llega bajo la bandera del islam va a derivar progresivamente hacia una guerra étnica, un choque de civilizaciones. La incapacidad de Europa para frenar y canalizar la inmigración proveniente del Magreb y de la África negra llevará a una explosión demográfica que desembocará inevitablemente en un conflicto mayúsculo.
La enorme presencia en Europa de masas de jóvenes musulmanes cada vez más radicalizados, con una minoría formada militarmente en los distintos frentes abiertos (Oriente Próximo, Argelia, Libia, los países del Sahel, el Caúcaso, los Balcanes, Afganistán, Pakistán…), será un factor determinante en el más que probable caso de una espiral incontrolable de disturbios insurreccionales y de terrorismo en el corazón del continente: la yihad en casa. Todo musulmán es un muyahidin en potencia.
La confrontación entre islam y Occidente (con Rusia incluida) dominará poco a poco el paisaje y tomará una forma militar con conflictos multiformes. A escala planetaria, el islam no deja de reforzarse y de radicalizarse. Este balón no se desinflará: explotará. Pronto las hostilidades tomarán un decisivo impulso al calor de la dinámica expansiva y desenfrenada del islam en el tablero geopolítico internacional.
El problema de Israel, insoluble, desembocará ineludiblemente en una nueva contienda entre el Estado hebreo y sus vecinos, con el telón de fondo de los colonos judíos integristas y la subida imparable de las organizaciones islamistas. No hay que olvidar que Irán logrará muy posiblemente dotarse del arma nuclear. La erradicación de la “entidad sionista” es una idea fija de todo el mundo musulmán. Israel está en el centro del conflicto, y su arsenal nuclear no disuadirá a sus enemigo de lanzar un ataque aunque sea de caracter suicida, con las consecuencias que podemos suponer.
El mundo árabomusulmán ha entrado en una espiral de caos que no va a dejar de acentuarse con dos frentes entremezclados; sunitas contra chiítas y dictaturas militares contra islamistas. Sin olvidar la voluntad de los islamistas de liquidar a todos los cristianos. Eso provocará una amplificación de la emigración hacia Europa y otros destinos occidentales. Los acontecimientos actuales de Siria e Irak que han visto el nacimiento de un Estado Islámico salvaje (el Califato) son un paso más hacia la confrontación.
No podemos dejar de lado el conflicto latente entre la India y Pakistán, potencias nucleares ambos países, con las prolongaciones que suponen el juego de las alianzas regionales (Rusia, China, EEUU…) y los enormes intereses geoestratégicos y energéticos en juego en la región.
En Europa el factor de la inmigración salvaje y completamente fuera de control, y no solamente de poblaciones de origen musulmán, también es un dato de primera importancia que entra en esa ecuación. El desorden social y el hundimiento económico que azotan grandes porciones de la población europea se ve agravado por la presencia de enormes masas de extranjeros cuya presencia no hace más que envenenar las relaciones entre unos y otros y añadir más leña a la hoguera del inevitable incendio que está en camino. Hay que mencionar los componentes agravantes, sobre todo de orden económico y ecológico, los recursos energéticos fósiles, el agua, los recursos mineros. El punto de ruptura física se situará posiblmente hacia la primera mitad de este siglo. No olvidemos el terrorismo de gran envergadura, sobre todo con medios nucleares “artisanales”, a lo que posiblemente no escaparemos.
El islam es la principal causa de desencadenamiento de una Tercera Guerra Mundial, ya que asistimos en todas partes a la subida imparable del radicalismo islámico, en gran medida financiado por Arabia Saudita y Qatar, que tiene un enemigo claro y definido: la civilización occidental, a la que Rusia es asimilada. En resumidas cuentas: en la mente de los islamistas del mundo entero, cuya ideología se expande como un virus, el principal enemigo es el “mundo blanco y cristiano”, aunque eso no corresponda a ninguna realidad sociopolítica.
Las líneas principales de confrontación y las alianzas serán complejas y a menudo cambiantes. Las principales zonas geopolíticas de explosión serán Europa entera, África del Norte, Oriente Próximo, Asia Central (desbordando hacia Pakistán y la India), posiblemente el Cáucaso (a pesar de la mano de hierro rusa). Habrá una multitud de focos y se sucedarán las guerras civiles, interétnicas y entre Estados, sin descartar el uso del arma nuclear. Éste es el panorama… Nos podemos imaginar la carniceria que está en camino.
Debemos entender que los fanáticos islamistas no razonan como los occidentales o los rusos durante la Guerra Fría, con la retención de la disuasión mutua. Las diferencias ideológicas entre esos dos bandos no impedían un cierto grado de cordura en la gestión de esa enemistad.
La más que previsible confrontación mundial generará una catástrofe económica y energética, a causa de la ruptura del aprovisionamiento de pétroleo y gas desde África del Norte y de Oriente Próximo, y alimentaria a causa de las cosechas perdidas y el alza de los precios. La economía globalizada es muy frágil ya que es muy compleja, y se base en las comunicaciones (marítimas, terrestres, numéricas…) que caerán como un juego de dominós en caso de perturbación de gran envergadura.
En esta inevitable choque que se avecina, los rusos, los estadounidenses, los israelíes, los chino y los indios (por no mencionar mas que los principales fuerzas opuestas a la ofensiva islámica mundial) enfrentarán al enemigo con firmeza y determinación. La principal debilidad de los europeos occidentales reside en su reblandecimiento mental, su pasividad, su temor a defenderse, su cobardía frente a la amenazas de sus enemigos. Seremos los más expuestos y los más castigados. Hasta que la violencia de la agresión nos haga reaccionar, aunque sea al borde mismo del abismo.
La Tercera Guerra Mundial podrá empezar con un acontecimiento muy localizado y seguir con un encadenamiento de hechos incontrolados, como una avalancha. Es posible que los recientes ataques llevados a cabo en escenarios tan distantes como Australia, Francia, Rusia, Pakistán y otros, respondan a ese inicio de la yihad planetaria que nos ha de llevar a la guerra mundial en ciernes.
El resultado de este conflicto es todavía incierto, aunque en toda lógica habrá un bando vencido y un bando vencedor, ya que la superioridad militar, técnica y económica de unos contendientes es infinitamente superior al del bando contrario. Dice Carl Schmitt que “el enemigo no está equivocado ni tiene razón: es vencedor o vencido”, nada más. Sólo nos debe preocupar perder esta guerra, no cómo ganarla. En todo caso podemos asegurar que asistiremos muy posiblemente a un retroceso general de la humanidad, un derrumbe en varios terrenos, el demográfico, el económico, el sanitario para gran parte del mundo.
El mundo acaba de conmemorar el centenario de la Primera Guerra Mundial. Sería tiempo que empecemos a pensar seriamente en prepararnos para la Tercera Guerra Mundial. Los nubarrones que hoy se ciernen sobre nuestras cabezas no son menos oscuros que los de entonces, sino tal vez más. Lo increíble se va a convertir en lo cotidiano. Lo que Siria, Irak, Pakistán, Libia y otros escenarios experimentan cada día, nosotros, en toda Europa, lo viviremos pronto. Tenemos que estar listos para lo que se nos viene encima. Si vis pacem para bellum.
Yolanda Morín
@yolandamorin
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