LA
ESTUPIDEZ, CUALIDAD SOBRESALIENTE EN EL HOMBRE
Por el P. Alfonso Gálvez Morillas
La
única cosa en la que el hombre es capaz de emular al Ser divino, en lo que
respecta a la Infinitud, es la estupidez
(Proverbio
Chino)
La
antigua Biblia Vulgata decía que el número de los necios es infinito,[1] y así
fue como lo tradujo San Jerónimo. En las modernas versiones, realizadas a
partir de la mitad del siglo XX, el texto aparece muy modificado. En la versión
de la Neovulgata, después de la revisión ordenada por el Concilio Vaticano II,
se lee algo muy diferente: Quod es curvum, rectum fieri non potest; et, quod
deficiens est, numerari non potest, que algunos traducen como que lo torcido no
se puede enderezar, y la nada no se puede enumerar. Lo que queda ya un poco
lejos del original jeronimoniano. Los modernos exegetas nos darán una multitud
de explicaciones sobre los recientes estudios bíblicos, etc., que nosotros
---simples mortales--- no vamos a discutir. De todas formas, podemos quedarnos
tranquilos, en cuanto que la afirmación es tan obvia que no hacía falta que la
Biblia nos la dijera. Porque efectivamente, cualquiera puede comprobar
fácilmente que el número de los tontos es infinito.
Los
que éramos jóvenes hacia la mitad del siglo pasado, oíamos con asombro algo que
por entonces se solía decir. Dado que los Estados Unidos es todavía un país
joven, sus manuales de Historia no contaban con sobrada materia para hacer
elucubraciones; por lo que no era extraño que dedicaran varios capítulos a describir
el aspecto y la biografía del perro del médico de Abrahán Lincoln. Podemos dar
por seguro que se trataba de una exageración en boca de la gente; pero también
es posible que piensen en la exageración las generaciones futuras, cuando oigan
que estos días en Madrid se han congregado más de cien mil personas para
protestar por la eliminación (por razones evidentes de seguridad) del perro de
la enfermera contagiada del virus del ébola. Y es que, como cualquiera puede
comprender, es hoy día el problema más grave existente en España (todos los
demás no han merecido el menor alzamiento de voz). Hay quien dice por ahí que
los españoles hemos perdido la cabeza, que es una afirmación que podría haber
sido refrendada por el mismísimo Aristóteles redivivo.
Pero
la prueba más palpable de que la frase de San Jerónimo tenía que haber sido
conservada, la tenemos bien cerca en la celebración del Sínodo sobre la
Familia, que en estos momentos se está llevando a cabo.
En él coinciden cuidadosamente dos elementos
perfectamente ensamblados: un extraordinario e inteligente montaje
preparatorio, en el que nada falta y en el que todo ha sido perfectamente
estudiado, de una parte..., y el propósito de despistar a ingenuos,
bobalicones, neocones, gentes de corazón abierto y buena voluntad, almas del
todo está bien y aquí no pasa nada, antialarmistas, etc., etc., de otra.
El
discurso de apertura fue encomendado al Cardenal Sistach, Arzobispo de
Barcelona. El Cardenal no sabe nada de Filosofía ni nada de Teología; y mucho
menos de Pastoral, la cual nunca ha ejercido. A no ser que se considere
pastoral la intensa labor por él realizada de exterminio y destrucción de todo
vestigio de catolicismo en la región española de Cataluña, que ha quedado
convertida en un verdadero erial. Y no vale la pena tratar de buscar las
razones por las que fue elegido para este evento, puesto que es lo más probable
que la cosa no fuera más allá que de cumplir una formalidad intrascendente con
el primero de quien echar mano. A no ser que los organizadores desearan
adelantar, mediante un gesto críptico, que el Sínodo se proponía pasar el
rodillo por todo lo que todavía pudiera quedar de Tradición en la Iglesia.
Supongo
que a estas alturas ya no quedará nadie que piense que todo quedará en
discusiones para acabar donde siempre, dado que la Doctrina es clara e
inmutable y no se puede hacer otra cosa. Aunque no debemos olvidar en ningún
momento lo dicho al principio: que el número de los tontos, etc. De lo que se
sabe a través de los concisos y elaborados comunicados de prensa se deduce
claramente que los Organizadores van a por todas. También está claro que las
discusiones siguen todas la dirección previamente trazada, además de insistir
en los tópicos que todos conocemos. Exactamente lo mismo que sucedió en el Concilio
Vaticano II, cuando el Rin desembocó en el Tiber; sólo que ahora el Rin lleva
un caudal más abundante, mientras que el Tiber, ya casi exhausto y con el cauce
casi seco, está dispuesto a recibir lo que sea.
También
sería lógico pensar que ya no habrá quien crea que todo quedará reducido a una
discusión entre la teoría y la praxis; donde quedará bien claro que la praxis
necesariamente ha de derivar de la doctrina, etc. Como si Kasper y Cia. fueran
tontos. Por eso, volviendo a lo del principio, estoy convencido de que no es
cierto que los hombres que forman el conjunto de la Humanidad se dividan en
buenos y malos. Pues desde luego no es así, porque la verdadera clasificación
es la de buenos, malos e idiotas, en número creciente de menor a mayor y según ese
mismo orden.
Para
entender el pensamiento de Kasper,[2] necesitamos retroceder a una de sus
primeras obras pero que es seguramente la principal: The Absolute in History in
the last Philosophy of Schelling, publicada en 1965 y traducida por Jaca Book
in 1986. De hecho Walter Kasper pertenece a la Escuela de Tubinga, la cual,
como él mismo escribe en este estudio, supone el comienzo de una renovación de
la teología en el Catolicismo alemán, mediante el encuentro de Schelling y
Hegel (p.53). La metafísica es la de Schelling (1775-1854), un gigante
solitario (p.90), de cuyo carácter gnóstico y panteístico el teólogo alemán
trata en vano de liberarse. En su última obra, Philosophie der Offenbarung (La
Filosofía de la Revelación), en 1854, Schelling opone la Cristiandad histórica
a la dogmática. Schelling ---dice Kasper---no considera las relaciones entre el
natural y el sobrenatural de una forma estática, metafísica y extratemporal,
sino de una manera dinámica e histórica. Lo esencial de la Revelación Cristiana
consiste en que es historia (p.206).
Por
eso la Cristiandad, para Kasper, más bien que ser doctrina, es historia
opraxis. En su obra más famosa, Jesus The Christ, (Queriniana, Brescia 1974),
desarrolla su Cristología en clave histórica, derivada a su vez de La Filosofía
de la Revelación, del filósofo idealista alemán.
En
la Cristología y la Eclesiología de Kasper, la Iglesia es, primeramente y ante
todo, pneuma, Sacramento del Espíritu. Una definición del Cardenal alemán que
corrige la definición jurídica de Pío XII en la Mystici Corporis (La Iglesia,
Lugar del Espíritu, Queriniana, Brescia, 1980, pag. 91). El campo de acción del
Espíritu Santo de hecho no coincide, tal como lo pretende la Tradición, con el
de la Iglesia Católica Romana, sino con una gran realidad ecuménica o Iglesia
de Cristo de la que la Iglesia Católica forma parte.
Según
Kasper, el Decreto del Vaticano II sobre el Ecumenismo conduce a reconocer que
la única Iglesia de Cristo no se limita a la Iglesia Católica, sino que ésta
comparte su existencia con las otras Iglesias separadas y comunidades
eclesiales. La Iglesia Católica es incompatible con un Evangelio selectivo,
sino que se expande, de manera omni--comprensiva, tanto en el tiempo como en el
espacio (The Catholic Church – Essence, Reality, Mission, Queriniana, Brescia
2012, pag. 289). La misión de la Iglesia consiste en salir de Sí misma hasta
alcanzar una dimensión que la hace ser verdaderamente universal.
Estas
teorías quedan reflejadas en la teología moral de Kasper, según la cual la
experiencia del encuentro con Cristo disuelve la Ley. O dicho aún mejor, la Ley
es un estorbo para el hombre, el cual debe ser libre y llegar así al encuentro
de la misericordia de Cristo. Schelling, según su filosofía panteística,
absorbe el mal hasta dentro de Dios. Kasper absorbe el mal en el misterio de la
Cruz, en la que él ve la negación de la metafísica tradicional y de la Ley
Natural como procedente de ella. Para Schelling ---dice--- el paso de la
filosofía negativa a la positiva es al mismo tiempo el paso de la Ley al
Evangelio (The Absolute in History, pag. 178). Así es como ve el Cardenal
alemán el paso de la Ley al Evangelio: en la primacía de lapraxis pastoral
sobre la doctrina abstracta.
Kasper
no cree en una Ley Natural absoluta y univesal. En el Instrumentum Laboris, o
el Documental oficial Vaticano preparado como base para el Sínodo, su repudio
de la Ley Natural es claro y evidente, aunque se presente en clave sociológica
mejor que en una teológica: El concepto de ley natural, considerado en
diferentes conceptos culturales, resulta altamente problemático cuando no
incomprensible(n. 21). Y añade que hoy en día, no sólo en el Oeste, sino en una
cada vez mayor parte del mundo, la investigación científica plantea un serio
desafío al concepto de naturaleza. La evolución, la biología y la neurociencia,
una vez que se confrontan con la idea de la Ley Natural, concluyen que ésta no
es “científica”.
De
manera que, para nuestro Cardenal, la idea de naturaleza (y por lo tanto del
pecado o de leyes fundadas en ella) es un puro mito.
De
manera que el buen señor va bien pertrechado. Y los ingenuos que pretendan
combatirle con los conceptos tradicionales, van listos. Claro que en el Sínodo,
los únicos que saben teología y filosofía son los organizadores (de nuevo los
teólogos alemanes, el Rin y todo eso). Si alguno de los demás ha oído alguna
vez hablar de Schelling y de Hegel, quizá los haya confundido con unos nuevos
fichajes del Juventus, del Roma o del Real Madrid.
¿Se
han fijado ustedes como se está reservando su intervención para el final?
Y
es que el Sínodo significa mucho más que una Convención para arreglarasuntos de
familia. Los cuales, por supuesto, también se arreglarán. Pero en realidad se
trata de un verdadero montaje para asestar, aún más allá de eso, otro golpe de
muerte a la misma línea de flotación de la Nave de la Iglesia.
Sin
embargo ---puede todo el mundo tenerlo por seguro--- siempre habrá quien siga
pensando que la intervención de Sistach fue decisiva y que el sacrificio del
perro de la enfermera (gravísimo problema) ha sido un tremendo error y un
atentado que va a impedir la investigación sobre el virus del ébola (problema
minúsculo y que a nadie interesa).
El
número de los tontos es infinito. ¿Por qué tendrían que corregir a San Jerónimo?
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[1]
Ece 1:15.
[2]
Tomo estas ideas del interesante artículo de Roberto de Mattei Synod and Truth:
Understanding In Depth the Grave Errors of Cardinal Kasper, que he encontrado
en la web de Rorate Caeli y que, redactado en inglés, ha sido traducido a su
vez del original italiano.