¿LOGRARÁ
WASHINGTON CONCRETAR LA LIMPIEZA ÉTNICA EN EL NORTE DE SIRIA?
por
Thierry Meyssan
Lo
que está sucediendo en Kobane y en los alrededores de esa ciudad siria, donde
más de 300 000 kurdos de Siria corren el riesgo de ser exterminados por el Emirato
Islámico, demuestra definitivamente el doble juego de la OTAN. Mientras el
comandante en jefe de la coalición estadounidense dice luchar contra del
Emirato Islámico, un país miembro de la OTAN –Turquía– garantiza ayuda militar
y asistencia médica a esa organización yihadista, impide la huida de los
civiles de Kobane y bloquea en territorio turco a los combatientes del PKK que
quieren ayudarlos.
Red
Voltaire | Damasco (Siria) | 14 de octubre de 2014
En
el teatro antiguo, los espectadores conocían de antemano el trágico final de la
obra que estaban viendo. Cegados por los dioses, los personajes traducían en
actos lo que decían rechazar. Pero el coro revelaba a los espectadores los
proyectos del Destino.
La
tragedia que hoy se desarrolla en Kobane (en árabe, Ain al-Arab) fue escrita
para tener como desenlace el genocidio anunciado de 300 000 kurdos de Siria. El
Emirato Islámico ya controla varios barrios de la ciudad y numerosas
localidades de sus alrededores y si el Ejército Árabe Sirio no logra romper las
líneas de esa organización yihadista… los kurdos serán masacrados.
Los
combatientes del PYG (partido autonomista kurdo que respalda la preservación de
la República Árabe Siria) han asumido la defensa de la población kurda. Pero
Turquía ha sellado su frontera, de manera que los civiles no pueden huir
entrando en territorio turco ni los refuerzos del PKK (partido independentista
kurdo en Turquía vinculado al PYG) tampoco pueden pasar la frontera turca para
ayudar a la población kurda de Siria.
A
la cabeza de los combatientes kurdos que se baten en Kobane está Mahmud
Barkhodan y su segundo al mando es la combatiente Narin Afrine, cuyo verdadero
nombre es Mayssa Abdo. La noticia de que una mujer funge como segundo al mando
de los combatientes kurdos en Kobane sembró el pánico entre los hombres del
Emirato Islámico, convencidos de que la muerte a manos de una mujer les
cerraría las puertas del paraíso.
Ante
la encarnizada resistencia de los kurdos sirios de Kobane, el Emirato Islámico
ha trasladado a Siria el grueso de sus fuerzas.
Según
nuestro análisis, ya publicado en estas columnas y ampliamente divulgado a
través de numerosas emisiones de radio y televisión en América Latina, Rusia y
en el mundo musulmán, el Emirato Islámico fue creado por Estados Unidos para
realizar una limpieza étnica destinada a rediseñar la región. Cualquiera puede
comprobar en este momento que las operaciones militares de Estados Unidos
desmienten el discurso mediático de Washington, cuyas acciones están
favoreciendo al Emirato Islámico en vez de dañarlo.
La
coalición formada por Estados Unidos ha llevado a cabo 6 oleadas de bombardeos
sobre Kobane. Pero no ha bombardeado nunca las posiciones del Emirato Islámico
ni le ha causado bajas. Lo que sí está haciendo la coalición, más al sur y al
oeste de Kobane, es mantener a raya a las fuerzas del Ejército Árabe Sirio,
impidiéndoles abrir la brecha que salvaría a la población de esa región.
El
gobierno regional del Kurdistán iraquí (proisraelí) mantiene desde hace tiempo
graves divergencias con los kurdos de Siria y actualmente se niega a ayudarlos,
pasividad que justifica afirmando que no tiene acceso directo al territorio
sirio.
Por
su parte, Turquía, país miembro de la OTAN, se niega a prestar ayuda a la
población en peligro de ser masacrada y exige que los kurdos sirios renuncien
antes a su estatus autonómico en Siria y que se unan a la guerra de la OTAN
contra la República Árabe Siria y contra su presidente electo, Bachar al-Assad.
Según
los combatientes del PYG, Turquía está haciendo diariamente entregas de
armamento al Emirato Islámico y además acoge a los yihadistas heridos en los
hospitales turcos mientras que el propio PYG encuentra enormes obstáculos para
enviar sus heridos a Turquía y proporcionarles allí la atención médica que
necesitan.
En
Turquía, el grupúsculo islamista Hur Dava Partisi –queantes se hacía llamar
“Hezbollah”, precisamente para confundirse con la Resistencia libanesa– ha
entrado en guerra contra el PKK, partido kurdo mayoritario entre los kurdos de
Turquía. El Huda-Par –que es el nombre abreviado del Hur Dava Partisi– cuenta
con el apoyo encubierto del AKP del presidente turco Recep Tayyip Erdogan para
luchar simultáneamente contra el independentismo kurdo y respaldar a la
Hermandad Musulmana.
El
30 de agosto, un líder del Emirato Islámico llamado Hikmet y dos de sus
guardaespaldas fueron abatidos por el PKK en Estambul, donde estaban residiendo
invitados por el Huda-Par y bajo la protección de la policía turca.
En
un texto enviado telefónicamente, el PKK instruyó a sus militantes para que
procedan a la eliminación física de todos los miembros del Huda-Par, acusados
de estar trabajando para el gobierno turco y ayudando al Emirato Islámico.
Haciendo
una comparación con la masacre perpetrada en 1995 en la ciudad yugoslava de
Srebrenica, el emisario especial de la ONU para Siria, Steffan de Mistura,
estimó el 10 de octubre de 2014 que Turquía será responsable tanto de la
posible caída de Kobane como en caso de que la población de esa ciudad sea víctima
de un genocidio y exigió que Turquía abra su frontera, pedido que ha caído en
oídos sordos.
El
jefe de la coalición estadounidense, general John Allen, también exigió
públicamente que Turquía abra su frontera y que impida que llegue a cometerse
un genocidio contra los kurdos de Kobane. Pero el poco caso de Turquía a ese
reclamo no parece haber dañado las relaciones de Washington con Ankara sino más
bien todo lo contrario.
El
nuevo ministro turco de Relaciones Exteriores, Mevlut Cavusoglu, ha declarado que
su país no intervendrá mientras la coalición formada por Estados Unidos no
decida imponer una zona de exclusión aérea en el norte de Siria y adoptar como
objetivo el derrocamiento de la República Árabe Siria.
Por
el momento, el parlamento turco ha autorizado su gobierno a combatir tanto
contra el Emirato Islámico como contra el PKK.
Al
recibir en París a su nuevo homólogo turco, el ministro francés de Relaciones
Exteriores, Laurent Fabius, apoyó la idea de imponer una «zona de seguridad» en
el norte de Siria, sin precisar exactamente lo que quería decir con ello, pero
resaltando que estaba de acuerdo con Turquía.
Francia,
otro país miembro de la OTAN, entrega armas directamente al gobierno regional
separatista del Kurdistán iraquí, sin haber sido autorizado para ello por el
gobierno central de Irak. Y ese gobierno regional del Kurdistán iraquí extendió
su territorio en un 40% en un avance coordinado con la ofensiva del Emirato
Islámico, que a su vez se apoderaba de la zona árabe sunnita iraquí. Durante los
años anteriores, Francia había dado apoyo político al PKK turco (prosirio),
pero el hecho es que está aportando ayuda militar al gobierno regional del
Kurdistán iraquí (proisraelí).
En
este momento, el espacio aéreo del norte de Siria está de hecho bajo control de
la coalición encabezada por Estados Unidos. El Emirato Islámico dispone de
aviones (varios MiG robados a Siria y algunos F-15 de los que se apoderó en
Irak) pero cuenta con muy pocos pilotos y personal técnico capaces de
utilizarlos. La creación de una zona de exclusión aérea bajo control de la OTAN
en territorio sirio, aparte de ser una violación flagrante del derecho
internacional, no tendría por lo tanto ninguna consecuencia para los combates
que actualmente se desarrollan.
La
idea de la crear una zona de exclusión aérea en Siria ha sido promovida por
Israel, que ve en ella una manera de desmembrar ese país árabe, siguiendo el
modelo que se aplicó en Irak de 1991 a 2003, favoreciendo al gobierno regional
del actual Kurdistán iraquí. Pero la única comparación realmente válida es la
que habría que hacer con la zona tapón impuesta en 1983, durante la guerra
civil libanesa. En aquel entonces, la medida fue interpretada como una evidente
recolonización del Líbano y acabó en fiasco, después de la eliminación física
de 300 soldados estadounidenses y franceses.
En
Turquía, el PKK intensifica las manifestaciones para obligar el gobierno de
Erdogan a abrir nuevamente la frontera. La represión policial turca contra esas
manifestaciones ya arroja un saldo de al menos 32 muertos.
Ahora,
la única pregunta válida es saber cuánto tiempo más podrán resistir solos los
kurdos sirios ante los yihadistas armados y financiados por Estados Unidos
gracias al voto del Congreso estadounidense en su sesión secreta de enero de
2014. En otras palabras, ¿cuándo lograrán Estados Unidos y sus aliados que sus
protegidos del Emirato Islámico terminen la limpieza étnica emprendida en el
norte de Siria?
Thierry
Meyssan