NECROLOGÍA NO AUTORIZADA DE DAVID ROCKEFELLER
(I) El magnicidio de los Kennedy y sus móviles
Rockefeller
Balzac decía que detrás de una
gran fortuna se oculta un crimen, y en el caso de la tercera generación de los
Rockefeller que hoy se extingue con David Rockefeller, se trataría de grandes
crímenes. Los crímenes de los magnicidios, las guerras, la expoliación, la
financierización de la economía, la concentración del ingreso, y el malestar
mundial, que tuvo también un enorme impacto en Argentina, como se expone en
esta serie de tres notas.
Por Javier Llorens
David Rockeller, era hijo de John
Rockefeller II, y nieto de John Rockefeller I, el fundador de la dinastía. Este
a su vez era el primer hijo varón de Williams, descendiente de alemanes, un
embaucador y farsante, que simulaba ser sordomudo cuando le convenía, se hacía
llamar Doctor William Levingston, y vendía remedios para el cáncer y la
calvicie. A los que denominaba “Rock Oil”, y elaboraba en base a lo que
entonces se conocía como aceite mineral, aceite Seneca, betún de Judea, y hoy
se denomina petróleo.
También era algo Don Juan, y por
largo tiempo se mantuvo alejado de su hogar, por una acusación de estupro
contra una adolescente que trabajaba en su casa, además de tener otra familia
paralela. Según Yergin el historiador del petróleo, Willlians se jactaba de su
pedagogía diciendo “Hago trato como mis hijos y los desplumo y les ganó todas
las veces que puedo. Quiero hacerlos avispados”.
Jonh I era hijo de Eliza Davison,
una mujer calvinista, “marcada por la inflexible religiosidad escocesa” según
los biógrafos Collier y Horowitz. Al punto que una vez tras azotar duramente a
su hijo John por una falta que no había cometido, en vez de pedirle disculpas
le dijo que en todo caso los azotes eran a “cuenta de la próxima vez”.
De esta madera con fibras
cruzadas de éticas antitéticas, se hizo el fundador de la dinastía, que también
supo trasmitirla a su zaga. Haciendo que sus vástagos desde niños se ganaran el
dinero para diversiones y golosinas con pequeños trabajos domésticos, cuya
contabilidad de ingresos y egresos, cada uno debía llevar puntillosamente en un
cuaderno.
Cómo John I logró hacer su
fortuna, apelando inescrupulosamente a cualquier método por ilícito o insidioso
que sea, fue magistralmente narrado por la periodista Ida Tarbell en su
“Historia de la Standard Oil”. Tarbell es considerara una pionera en el
periodismo de investigación o “muckraker” (removedor de basura). Nombre con el
que se conoce en Estados Unidos al periodismo recio que a comienzos del siglo
XX se dedicó a denunciar públicamente la corrupción política, la explotación
laboral, y los abusos, inmoralidades y trapos sucios de personajes,
empresarios, e instituciones de la época.
Que nada tiene que ver con el
seudo periodismo que ahora hace dulces necrológicas de este personaje, que
ocupó un lugar central en la trama de los acontecimientos mundiales en el
último medio siglo, que derivaron en sucesivas crisis que aún agitan al mundo.
Y por contrario se dedica a remover diariamente pequeñas basuras, con el solo
objeto de mantener o agrandar los pingues negocios monopolistas de su patrón, por
lo que en vez de remover basura, se ha convertido en un periodismo basura.
La disolución de la Standar Oil y
sus efectos
El periodismo muckraker fue el
gran impulsor en Estados Unidos de la fobia del ciudadano común a los
monopolios y los trutst, y de la consecuente legislación antitrust. Que hizo
que la justicia norteamericana dispusiera a principios del siglo XX la
disolución de la Standar Oil, que se dividió en varías “Standar”, que luego
fueron tomando otros nombres como EXXON (ESSO), MOBIL, CHEVRON, BP AMOCO, etc.
A la par que John Rockefeller I, el abuelo de David, era considerado por la
sociedad norteamericana el Enemigo Público Nº 1.
Esto fue una severísima lección
para el clan Rockefeller, que a partir de allí entendieron que sus mega
negocios no podían prosperar sin tener en cuenta a la opinión pública. Y por
ello el clan se dedicó a contratar expertos en relaciones públicas y
comunicación, y a comprar sigilosamente periódicos y papeleras, con el fin de
tratar de controlarla. Siendo una muestra de esto y el extendido control que ha
extendido sobre ella, las blondas necrológicas que le dedicaron los medios
locales.
El clan aprendió además no era
conveniente tener una alta exposición pública, razón por la que a través de
bancos y fondos de inversión, se dedicó a disimular la propiedad y el control
de sus empresas. Con el agregado de dedicarse a la filantropía para lavar su
historia negra anterior, y aparecer con una nueva imagen ante la sociedad, tal
como hoy algunos mansos medios lo pintan hoy.
En la segunda mitad del siglo
XIX, John I hizo la base de la fortuna de los Rockefeller, comerciando kerosene
destinado al alumbrado, que suplantaba económicamente al aceite lampante
obtenido del reino animal, mediante la casa de ballenas y grandes anfibios.
Empleaba para ello unas latas rigurosamente estandarizadas, para facilitar su
transporte y manipulación, de donde proviene su nombre, cuyo tráfico hizo
extensivo a todo el mundo. Pasando así a ser la luz del mundo.
Y cuando ese negoció decayó con
la aparición del alumbrado eléctrico a comienzos del siglo XX, el negocio del
petróleo en lugar de caer, se vio enormemente potenciado por la aparición del
motor a explosión. Que hizo que las naftas, gasoil, y otros derivados del
petróleo que antes se tiraban, tuvieran una extraordinaria demanda. A lo que se
sumó la sustitución del carbón por el fuel oíl, sobre todo con fines militares,
y especialmente navales, convirtiéndose así el petróleo en una cuestión
estratégica. Sumándose posteriormente a ello nuevamente el kerosén, con la
aparición del motor a reacción.
El cartel de las “Siete Hermanas”
Así el petróleo además de seguir
siendo indirectamente la luz del mundo, por su empleo para la generación de la
energía eléctrica, pasó a ser la energía del mundo, de la que hasta ahora no ha
podido prescindir. Habiendo sido John II como director de múltiples empresas,
el principal conductor de esa fase del negocio petrolero, que llegó en 1929 a
su culminación, con la famosa entente petrolera pactada en el castillo escocés
de Achnacarry.
En el cual, ante la encarnizada
competencia que libraban entre sí la EXXON y la SHELL en el mundo, y la
aparición del petróleo soviético proveniente de los yacimientos del Cáucaso que
esas megacompañías antes había detentado, quedo ensamblado el cartel petrolero
mundial de las “Siete Hermanas” petroleras anglo estadounidenses.
Que cesaron la competencia y
guerra de precios entre ellas, y establecieron él acuerdo de cuotas en el
mercado “As is” (Como está) y la forma de fijar mundialmente el precio del
petróleo con la fórmula Golf Plus, Golfo de México más flete. Cartelización que
por razones de seguridad nacional, contó con el guiño de Estados Unidos y del
Reino Unido, en un mundo que se preparaba para la Segunda Guerra Mundial.
Desandándose así en los hechos la
política antitrust previa, mostrando la habilidad del clan Rockefeller y los
megacompañías petroleras para compatibilizar sus mega negocios, con las
necesidades de Estados Unidos y el Reino Unido. Habilidad que la tercera generación
de los Rockefeller llevó a un grado supino, como se verá más adelante.
Exponiéndose además en la tercera nota de esta serie, el notable impacto que
tuvo en Argentina ese acuerdo de cartelización.
Posteriormente la EXXON y la
Shell Royal Ducht fueron investigadas por los entendimientos que tuvieron
durante la década del ’30, con el gigante petroquímico alemán I.G. Farben. Que
permitió que el Tercer Reich pudiera contar con combustibles líquidos obtenidos
del carbón, para poder hacer andar su avasallante maquinaria militar, durante
la Segunda Guerra Mundial.
Habiendo Adolf Hitler señalado en
su libro “Mi lucha” (Mein Kampf) a la Rusia bolchevique como la enemiga
estratégica de Alemania. Lo cual habría una vía muy interesante para que el
clan Rockefeller y sus amigos británicos pudieran recuperar sus perdidos
yacimientos en el Cáucaso, ante la rotunda negativa por parte de la Unión
Soviética a indemnizarlos por esa pérdida.
David el último subsistente de la
tercera generación del clan
Con esos manejos e intrigas, John
II, el padre de David, potenció la dinastía. Pero además dotó a este y sus
hermanos mayores, John, Nelson, Laurance, y Winthrop por orden de aparición, de
una dura educación, que impidió que se cumpliera el dicho de que el abuelo la
hace, y el hijo la consolida, y los nietos la despilfarran.
Por contrario los cinco hermanos
de la tercera generación Rockefeller cumplieron con exceso con sus
primogenitores, al llevar disimuladamente a la dinastía a lo más alto del podio
del poder y la riqueza en el mundo. Mediante ensamblar la luz y la energía del
mundo, con el alma de su economía, que es el dinero. Concretando esta compleja
combinación hasta su más alta expresión, sin hacerle asco a ningún medio por
inescrupuloso en inhumano que sea, como se verá seguidamente.
John
El primero de los hermanos, que
murió en un accidente de automóvil en 1975, es el autor del libro “La segunda
revolución norteamericana”, que redactó asistido por una cohorte de expertos
muy bien rentados por la Fundación Rockefeller. Con el cual se convirtió en el
gran profeta e ideólogo secular de estos tiempos posmodernos, al enarbolar en
él banderas que hoy son aceptadas acríticamente por la sociedad, e incluso
agitadas por la izquierda.
Como las privatizaciones, la
participación publico privada, el aborto, la identidad de género, el sexo como
placer y no procreativo, le disipación de la juventud, etc. Claro que esto
último no con fines de un renacimiento humanista, sino con el pedestre objetivo
de limitar el crecimiento demográfico, que atenta contra el súper capitalismo
en un planeta con recursos cada vez más escasos. Y de evitar que la juventud le
tirara huevos, como le sucedió al visitar una universidad norteamericana.
Nelson
El segundo de sus hermanos se
dedicó a la política en el Partido Republicano, y entre 1959 y 1973 se
desempeñó con varios mandatos sucesivos como gobernador del estado de Nueva
York. Luego entre 1974 y 1978 como consecuencia de las intrigas y el golpe de
estado político mediático urdido por el clan, cuyos detalles se amplían en la
próxima nota, Nelson llegó a ser vicepresidente de facto de los Estados Unidos,
a cargo nada menos que de las relaciones exteriores de este poderoso país.
Seguidamente falleció en 1979, por un ataque al corazón, que la buena prensa
primero informó que había sido en su oficina, abrumado por sus labores de
estadista. Y luego se verifico que había sido en la cama, mientras compartía
sexualmente con su secretaria.
Laurance
El tercero de los hermanos fue el
gran empresario del clan. En 1937 heredó el puesto de su abuelo en la Bolsa de
Nueva York, y durante décadas se desempeñó como director y presidente de la
Fundación Rockefeller. Con la participación de sus hermanos fue un pionero en
la creación de grandes fondos de inversión como Venrock (contracción de Venture
y Rockefeller) con la que el clan disimula su participación en muy distintos
negocios, y en otros fondos de inversión. Tejiendo una telaraña que disimula el
control y la propiedad sobre innumerables empresas, habiendo llegado hoy a su
máxima expresión con el fondo de inversión Black Rock, producto de la
confluencia de los intereses de los Rothschild y los Rockefeller.
Con los cuales hizo tempranamente
inversiones en tecnología de punta, como Intel y Apple, el campo de la salud,
el aerospacio, electrónica, física de alta temperatura, materiales compuestos,
óptica, láser, procesamiento de datos, energía atómica, aviación, e industria
de la defensa, o sea el complejo militar industrial del que se quejaba el
general y presidente Dwight Eisenhower, etc. Además se destacó por ser un gran
conservacionista de la naturaleza, pero no al punto de que atentara contra sus
múltiples negocios. Falleció finalmente en el 2004, a los 94 años, siendo el
segundo más longevo de los Rockefeller.
Winthrop
El cuarto de los hermanos, era
más bien la oveja negra de la familia. Ya que fue echado de la universidad de
Yale por su mal comportamiento, y se lucia además por su afición la bebida, las
bellas mujeres, que le acarreó un matrimonio desgraciado para horror del clan,
y su predisposición a codearse con las clases bajas. No obstante se radicó en
Arkansas, donde llegó a ser gobernador entre 1967 y 1971, falleciendo en 1973.
David
El benjamin y longevo, desde niño
se convirtió en un gran coleccionista de escarabajos, llevando incluso algunos
de ellos su nombre. Influenciado quizás por el famoso cuento de Edgar Allán Poe
“El escarabajo de oro”, que le permitió a su protagonista encontrar un gran tesoro
escondido. O por el cuento infantil “El escarabajo” de Christian Andersen, que
creyó que era para él, el caballo del Emperador al que le habían puesto
herraduras de oro.
Tras egresar de las universidades
de Harvard y Chicago, hizo un intento fallido en la política. En la que no
obstante consideró que se derrochaba mucho tiempo presentándose como candidato
y resultaba conflictiva. Por ello, buscando una forma más segura de poder,
David se dedicó a las finanzas, a través del Chase Manhattan, actualmente
fusionado con el JP Morgan, contando además con la complicidad del Citibank,
controlado por sus primos hermanos, los Aldrich Rockefeller.
Lo cual le deparó un cúmulo de
altas relaciones que luego le permitieron integrar el grupo Bilderberg, y
fundar en 1973 la Trilateral Commission. Que fue el germen de la globalización
en función de Big Business y las megafinanzas que hoy dominan en el mundo, y ha
traído fenómenos reactivos tan complejos como la reaparición de los
ultranacionalismos, y a Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.
Ver Trump y el malestar de una
globalización engañosa a favor de los MEGA RICOS
La preeminencia de la banca, los
banqueros, y la usura subyacente en el actual estado de la humanidad, la
describió a la perfección el presidente de Goldman Sachs Lloyd Blankfein, quien
declaro, “hacemos el trabajo de Dios”. Y los hermanos Rockefeller hicieron el
trabajo de Dios, al pasar a dominar la luz y energía del mundo, y al alma de la
economía del mundo, los petrodólares. Acorde con el famoso dicho del banquero
Mayer Amschel Bauer Rothschild, “Dadme el control del suministro de dinero de
una nación y no me importará quién haga sus leyes.”
El gran plan o gran crimen de los
Rockefeller
Honoré de Balzac dijo que “detrás
de una gran fortuna hay un crimen”, pero en el caso de la tercera generación de
los Rockfeller, habría grandes crímenes. Que van desde el magnicidio, las
guerras, la nefasta financierización de la economía que hoy azota al mundo, y
la mega prosperidad de petroleros, banqueros, y Big Business, con su zaga de
desigualdades y pobrezas.
En la década del ’60, con el auge
de los nacionalismos petroleros, la creación en Bagdad, Irak, de la OPEC
(Organization of the Petroleum Exporting Countries) y el petróleo a 2 dólares
el barril, el tradicional negocio del petróleo de los Rockefeller estaba de
capa caída, y lo mismo la banca excesivamente regulada por el poder público.
Ante esa situación y la del
mundo, los hermanos Rockefeller tuvieron el extraordinario acierto de nombrar
al destacado profesor de Harvard y ex agente de inteligencia, el alemán
norteamericano Henry Kissinger, como Director de Proyectos Especiales de la
Fundación Rockefeller.
Quien en sus libros concibe a un
estadista, como la persona que tiene la capacidad de elaborar un gran plan, y
tener después la voluntad intrépida de llevarlo a cabo, contra viento y marea,
barriendo con los obstáculos que se pongan adelante. Visión que tenía estrecha
afinidad con la disposición de los hermanos Rockefeller, de “hacer algo trascendente”,
conforme lo manifiestan las misivas intercambiadas entre Nelson y David. Con el
objetivo de potenciar al máximo los negocios del petróleo y las finanzas, y que
a su vez, para poder llevarlo a cabo, resultara compatible con las necesidades
estratégicas de Estados Unidos.
El objetivo de esa estrategia era
decuplicar (multiplicar por diez) el precio del petróleo convencional. Con la
intención por un lado, de poner en explotación el petróleo de Alaska, y el of
shore del Mar del Norte, que tiene costos mucho más altos que el tradicional, y
aumentar sideralmente las ganancias de las compañías petroleras. Y por otro
lado, emitir la masa de moneda que posibilitara el comercio internacional de
ese petróleo extraordinariamente encarecido, para después reciclarla
financieramente, dando así nacimiento a los petrodólares.
Se trataba de una descomunal
maniobra de agio, la más grande concretada en la historia de la humanidad. Que
era imposible concretarla por parte de las empresas privadas, por la existencia
de los nacionalismos petroleros, y menos aún con los negros antecedentes de
trustificación de la Standar Oil y los acuerdos de Achnacarry, que en la década
de los `50 habían trascendidos al público.
Pero se podría aprovechar el
nacionalismo petrolero y la OPEC, como fuerza concurrente para ello, si de por
medio había una guerra que justificara un embargo petrolero. Que era la única
manera que se podía disimular y la humanidad pudiera consentir, esa descomunal
maniobra de agio. Que no podía ser en otra lugar que en el Medio Oriente, donde
yacían tres cuartas partes del petróleo descubierto, y existía además el agudo
conflicto árabe israelí de por medio.
Pero para llevar adelante esos
planes y poder explotar adecuadamente el conflicto árabe israelí, era necesario
poder controlar el país rector árabe. que es Egipto. Que estaba bajo la
influencia de la Unión Soviética y la férula del socialista Abdel Gamal Nasser.
Para lograr este control, era
necesario hacer una escalada bélica en algún otro lugar, como Vietnam. Para así
tomar una prenda y poder llegar a una de las tantas ententes secretas –siete en
total- que alude Kissinger en sus libros, a las que Estados Unidos llegó con la
Unión Soviética, cambiando figuritas. Solo que en estos casos a costa de moler
carne humana por millones.
La guerra de Vietnam como prenda
de cambio
A principios de la década del
’60, el secretario de Estado del presidente John Fitzgerald Kennedy, Dean Rusk,
que había sido director de la Fundación Rockefeller, era un abierto partidario
de emprender una escalada bélica en Vietnam. Pero Kennedy no compartía ese
objetivo. No obstante en noviembre de 1963 el asesinato de Kennedy en Dallas,
permitió que Dean Rusk llevara a cabo esa escalada bélica, como secretario de
Estado del vicepresidente que quedó a cargo de la presidencia, Lyndon Jonhson,
el ex senador por Texas.
Nelson Rockefeller ante
cuestionadores de la guerra de Vietnam
La escalada bélica tenía además
como notable impulsor al clan Rockefeller. Existiendo una elocuente foto de
Nélson, haciendo un furioso fakiu a quienes se oponían a ella. Y por su parte
David fue el fundador del Comité para una Paz Eficaz y Duradera, que publicaba
grandes solicitadas en los diarios apoyando la guerra, y se dedicaba a reunir
fondos para sostenerla.
Incluso en 1966, cuando la guerra
ya era abierta, David estableció una sucursal del Chase Manhattan en Saigón,
adonde viajó varias veces, y se entrevistó con el primer ministro de Corea del
Sur Nguyen Cao Ky. Apoyo que también era acompañado por los grandes medios
estadounidenses, como The New York Times y Washington Post, evidenciando así la
implicación de estos con el plan maestro del clan Rockefeller.
A esa guerra también la
impulsaban el Consejero de Seguridad Nacional McGeorge Bundy, que luego llegó a
la presidencia de la Fundación Ford, y el secretario de Defensa Robert
McNamara, que había sido presidente de la Ford y luego llegó a la presidencia
del Banco Mundial. Existiendo estrechos lazos entre esa fundación y la
Fundación Rockefeller, ya que no solo han desplegado acciones conjuntas en
distintas partes del globo. Sino que además el alto personaje del clan
Rockefeller, John McCloy, presidente del Chase Manhattan Bank y luego del Banco
Mundial, también se desempeñó como presidente de la Fundación Ford.
Kennedy era también un firme
defensor de la no proliferación nuclear y su desarme, y por ello se oponía
frontalmente a que Israel desarrollara armas nucleares. Apenas asumió la
presidencia fijó esa postura, y luego la reafirmó a través de cartas oficiales
cada vez más insistentes. Ante la falta de resultados, en las últimas de ellas
de mediados de 1963, Kennedy le exigió a Israel que permitiera inspecciones
regulares cada seis meses al centro nuclear de Dimona, advirtiendo que en caso
contrario “el compromiso y el respaldo de nuestro gobierno a Israel pudieran
verse en serio peligro”.
Pese su origen judío, Kissinger
se preocupaba por mostrar una notable indiferencia respecto a Israel, que
parece sobreactuada. Pero el hecho de que estuviera planificando una guerra a
concretarse allí, debía naturalmente, por una mínima lealtad de sangre,
llevarlo a tratar de asegurar que Israel contara con una superioridad
estratégica sobre sus vecinos árabes, que no la reportaban las armas
convencionales. De tal manera la continuidad del desarrollo bélico nuclear
israelí, al que se oponía Kennedy, era evidentemente un objetivo compartido por
la cúpula israelí, y por el judío alemán norteamericano estratego del clan
Rockfeller
Los magnicidios de los Kennedy
El asesinato de John Kennedy
tiene un extraordinario parecido con el perpetrado en la década del ‘30 contra
el gobernador y senador de Luisiana, el carismático Huey Long, cuando estaba
este en el punto más alto de su popularidad, igual que Kennedy. El que también
fue adjudicado a un “asesino solitario”, Carl Austin Weiss, que trataba de interceder
ante Long, porque este pretendía destituir a su suegro que era juez.
Weiss terminó acribillado por los
guardaespaldas de Long, en forma parecida a Lee Harvey Oswald, a quién se
sindica como el “asesino solitario” de Kennedy. Long, que tenía aspiraciones
presidenciales y prometía distribuir la riqueza del país, había pasado a ser un
enemigo declarado de los petroleros y los magnates de Wall Street, por su
pretensión de aumentarle los impuestos, con la finalidad de cumplir esa
promesa.
Por su parte Kennedy se refería a
los barones del petróleo como el SOB Club, el Son of a Bitch Club, el club de
los hijos de puta. En una nota posterior se expone la relación de esto, con la
simultánea anulación de los contratos petroleros por parte del presidente argentino
Arturo Illía.
Johnson había sido senador por
Texas, siendo reputado como lobista de los enormes intereses petroleros que se
cuecen en ese Estado. Y casualmente como presidente, designó a McCloy para
integrar la Comisión Warren que investigó ese magnicidio, siendo este uno de
los firmes defensores de la hipótesis del “asesino solitario”, y detractor de
toda hipótesis que se le opusiera.
El gran plan de los Rockefeller
en curso con la guerra de Vietnam, nuevamente se vio amenazado en 1968 cuando
Robert Kennedy, el hermano de John, que se había desempeñado como Fiscal
General de este, y públicamente se oponía a la continuación de la guerra de
Vietnam, se impuso en las primarias demócratas de California de ese año, y por
sus antecedentes era un candidato expectable para llegar a la presidencia.
Pero nuevamente apareció un
“asesino solitario” que quedó como pagote. En este caso el palestino cristiano
Sirhan Sirhan, a quien se le atribuyó el magnicidio, perpetrado en la
convención demócrata realizada en el Hotel Ambbasador de Los Angeles, donde se
festejaba el triunfo de Robert, y adonde ingresó disparando a mansalva.
Años después su abogado pidió una
revisión del juicio, alegando que el disparo mortal contra Robert había sido
efectuado a quemarropa en su espalda, de arriba para abajo, donde estaban sus
custodios, y por ende no lo podría haber concretado Sirhan. Y que además este
habría actuado en un estado de hinópsis, en base a las técnicas de control
mental desarrolladas por la CIA con el programa MK Ultra, que trascendió años
después, en 1975. Cuya investigación casualmente cayó en manos de la Comisión
Rockefeller, presidida por el ya entonces vicepresidente Nelson Rockefeller.
Además la BBC y el diario The
Guardian revelaron filmaciones y fotografías, que mostraban que en el momento
del asesinato en el Ambassador, se hallaban tres altos oficiales operativos de
la CIA, con cargos de responsabilidad para el desarrollo de operaciones
secretas, según una investigación efectuada por el cineasta Shane O’Sullivan.
Resulta además notable la crónica
campaña de escrache desarrollada contra los Kennedy por los medios de
comunicación afines al clan Rockefeller, atribuyéndoles vínculos con la mafia y
distintos affaires sexuales. No obstante que David Rockefeller había noviado en
sus años mozos con una hermana de los Kennedy.
La guerra de los Seis Días que
puso el huevo de la serpiente
Tras ser elegido Johnson para un
nuevo mandato, se produjo en 1967 la guerra de los Seis Días. En la cual los
árabes malinformados por los rusos, que les advirtieron un ataque terrestre
israelí, avanzaron sus tropas hacia la frontera. Lo cual fue aprovechado por
Israel para concretar un ataque aéreo preventivo, por sorpresa y sin declaración
de guerra previa, que contó con la tácita venía de Estados Unidos.
Con el que destruyeron a la
aviación árabe en tierra, y luego con la superioridad adquirida en el aíre, se
dedicaron a jugar a la guerra aniquilando las fuerzas mecanizadas terrestres
árabes. Supuestamente por casualidad se encontraba por allí el buque espía
norteamericano Liberty, que fue atacado por error por las fuerzas israelíes.
Incidente que costó la vida de 34 marineros norteamericanos, y 173 heridos de
diversa gravedad, pero que no obstante no alteró en lo más mínimo las cordiales
relaciones israelí norteamericanas, que atribuyeron el ataque a un error.
Esa guerra relámpago, en la que
en seis días Israel triplicó su territorio y obtuvo la victoria simbólica de
ocupar Jerusalen, que estaba en manos de Jordania, tuvo vastas consecuencias.
Determinó el comienzo del fin del gobierno socialista de Nasser en Egipto,
quien tres años después en 1970, murió sorpresivamente a los 52 años de edad,
supuestamente por un ataque cardíaco.
Fue reemplazado por su asesor
Anwar el Sadat, quien dio a continuación un sorpresivo giro estratégico, al
abandonar la influencia soviética, plegándose a la esfera de Washington. Y
además la conquista israelí de territorios árabes, como el Sinaí de Egipto, fue
el huevo puesto para una próxima guerra contra Israel, liderada por este país.
Y ello también, como prenda de
una futura negociación, permitió establecer la formula “paz por tierra”. Con la
cual Estados Unidos y los israelíes moderados han procurado poner fin al
conflicto árabe palestino israelí, sin ningún resultado hasta ahora. Por la
férrea oposición de sectores fundamentalistas israelíes, que se niegan a
devolver las tierras conquistadas.
La retirada de Estados Unidos de
Vietnam a la par que se hacía de Egipto
En 1969 al presidente demócrata
Johnson le sucedió el republicano Richard Nixón, quien se había manifestado
crítico a la guerra de Vietnam, y nombró como secretario de Estado a su
consejero de confianza, Willian Rogers. Quién en forma cada vez más vacilante
prosiguió con la guerra en Vietnam, e incluso visitó Vietnam del Sur. A la par
en Paris tomaban impulso las conversaciones entre Estados Unidos y Vietnam del
Norte, con vistas a lograr la paz.
Pero su tarea fue notablemente
condicionada por la labor del Consejero de Seguridad Nacional nombrando por el
mismo Nixon, que era nada menos que Kissinger, el cerebro del gran plan del
clan Rockefeller. Habiendo existido incluso un intento frustrado, para que
Nixón designara a Nelson Rockefeller como secretario de Defensa.
Kissinger hizo avanzar las
conversaciones en Paris, con vistas a concretar la entente secreta con la Unión
Soviética, consistente en retirarse de Vietnam a cambio de obtener el control
sobre Egipto. Y además, como otra forma de presión sobre la Unión Soviética, en
1971 Kissinger hizo su famosa visita secreta a China. Con vistas a concretar un
deshielo en las relaciones con ese gran país, que al año siguiente formalizó
Nixon con su viaje allí. De esa manera, con vistas a ese objetivo táctico,
Kissinger y los Rockefeller crearon el problema estratégico chino, que hoy con
la presidencia de Trump ha puesto en curso de colisión a Estados Unidos contra
China.
A la par los grandes medios de
comunicación, que antes habían apoyado vehementemente la escalada bélica en
Vietnam, se tornaron en críticos, promocionando a las figuras de Hollywood que
se oponían a ella. Y como para lavar sus culpas, The New York Times y
Washington se lanzaron a publicar la filtración de la historia secreta de dicha
guerra, conocida como los Papeles del Pentágono.
Preparando así a la opinión
pública norteamericana para que aceptara una dura derrota militar táctica, en
la que Estados Unidos había peleado deliberadamente con una mano atada a la
espalda, sacrificando a sus ciudadanos en la ordalía de la guerra. A los
efectos de poder obtener una posición estratégica en Medio Oriente, que le
posibilitara administrar otra guerra, en búsqueda de decuplicar el precio del
petróleo, y cambiar la economía y las finanzas del mundo, como se verá en una próxima
nota.
Continuará con:
Necrología no autorizada de David
Rockefeller (II) El Big Shock de los petrodólares que cambió al mundo
Necrología no autorizada de David
Rockefeller (III) Las notables en andanzas en Argentina
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