"LA MAYORÍA DE LA GENTE SERÁ INNECESARIA EN EL
SIGLO XXI"
El historiador israelí, autor de 'Sapiens', pinta un negro futuro para
la humanidad en su nuevo libro, 'Homo deus'
FERRAN SENDRA
Yuval Noah Harari, en Barcelona.
Lunes, 10 de octubre del 2016 - 19:34 CEST
Con libros como ‘Sapiens. Breve historia de la
humanidad’, el joven historiador israelí Yuval Noah Harari (1976) ha
sido leído y recomendado por lectores como Barack Obama o Mark
Zuckerberg. La élite de la élite que puede hacer realidad, o no, los negros
presagios sobre el futuro de nuestro género que plantea en ‘Homo Deus. Una
breve historia del mañana’ (Debate / Edicions 62), el libro sobre el que
este martes debatirá con Jorge Wagensberg en el ciclo Converses a la
Pedrera (19 horas, entradas agotadas). En él expone que en el último
siglo la humanidad ha reducido drásticamente el hambre, ha retrasado la muerte
y acotado las guerras. Ese proceso puede seguir progresando para conseguir
más felicidad (pero gracias a la bioquímica) y más longevidad (para unos pocos)
hasta llegar a crear una nueva figura, el ‘Homo deus’, con capacidades
que nuestros ancestros reservaban a los seres divinos. Pero ese planteamiento
aparentemente optimista es un ‘macguffin’, y la historia puede ir por otros
derroteros, mucho más funestos. Y es que uno de los méritos de Harari es su
habilidad para utilizar recursos narrativos…
"En un mundo con castas biológicas, las ideas fundamentales de la
democracia pueden quedar obsoletas"
Así que de optimismo nada, ¿no? El primer capítulo del libro es una historia simple, la que nos suelen
explicar científicos y futurólogos sobre lo que sucederá en los próximos 100
años. Una simple proyección del presente sin grandes cambios. En el pasado
conseguimos superar el cólera, el tifus y la tuberculosis y ahora venceremos el
cáncer y el alzhéimer y encontraremos la manera de rejuvenecer el cuerpo. Pero
en la mayor parte del libro lo que hago en realidad es complicar la
historia. No solo porque vaya a haber imprevistos sino porque los ideales
fundamentales que nos impulsaron en esta dirección están en peligro, pueden
colapsar. En el próximo siglo encararemos no solo cambios tecnológicos sino
también ideológicos. Y la idea de que podemos mantener los valores humanísticos
que han sido predominantes durante el siglo XX, solo que con una mejor
tecnología para hacer realidad estos ideales, es muy naïf.
¿Así, la libertad, la democracia, los derechos
humanos, cree que son valores que corren peligro? Sí, por supuesto. Las ideas fundamentales de las democracias liberales
con las que estamos familiarizados, como ‘un hombre un voto’, en un mundo con
castas biológicas, ciborgs e inteligencia artificial pueden quedar
completamente obsoletas. Los superricos podrán conseguir para sí mismos o para
sus hijos capacidades que les harán superiores a la población media, que no
podrá competir, y la brecha se hará cada vez mayor. Hoy no, y por eso el hijo
de un pobre aún tiene alguna oportunidad. Cuando haya estas diferencias
biológicas no tendrá ninguna.
"Debemos ser realistas: durante la mayor parte de la historia, la
gente ha sido insignificamente para las élites"
Quedémonos de momento dentro de esta narración que
dice que viviremos más y nuestra especie mejorará. Toda la humanidad no se
convertirá en ‘homo deus’. Solo unos pocos. ¿Y los demás? Durante el siglo XX la igualdad fue quizás el valor más importante de la
humanidad. En gran parte, la historia del siglo XX es una historia de
victorias, incompletas por supuesto, sobre la desigualdad. El mundo es ahora
mucho más igualitario entre razas, entre clases, entre géneros, incluso entre
padres e hijos. Esto ahora quizá va a invertirse. Veremos mayores desigualdades
que en cualquier otro momento de la historia. Podremos ver a una pequeñísima
minoría de personas que monopolice el poder económico y político, los
algoritmos y la tecnología, y utilice este enorme poder para empezar a mejorar
biológicamente y crear clases biológicas. Esto es abstracto, así que podemos
poner un ejemplo: pensemos por ejemplo en los coches con pilotaje autónomo.
Serán casi inevitables en los próximos 10 o 20 años. Hoy, millones de personas
comparten las decisiones sobre la movilidad. Taxistas, conductores, profesores
de autoescuelas, guardias de tráfico… Dentro de 20 años todos los vehículos
estarán conectados a una única red que estará controlada por un único
algoritmo. ¿Y quién será el propietario? Quizá una corporación como Google
controlará toda la red de transporte de Barcelona. Ese es el tipo de
monopolización del poder que puede venir.
"No creo que las personas vayan a ser criadas en granjas como en
'Matrix'... las máquinas no necesitan comer personas"
Usted dice que en esa sociedad la clase mayoritaria
pasaría a ser la de los innecesarios. El momento más inquietante del libro es
cuando usted plantea que ya hay un modelo de cómo sería esa relación entre
superhombres y homo sapiens: la forma como hoy nosotros tratamos a los
animales. Bueno, me parece que no se los comerán, no creo
que lleguemos a eso. No creo que la gente vaya a ser criada en granjas como en
‘Matrix’, eso no es realista… las máquinas no necesitan comer personas. Lo que
quiero dar a entender es que en el siglo XX las mejoras en la vida del humano
medio se produjeron sobre todo debido a que los gobiernos, en todo el mundo,
establecieron sistemas masivos de educación, salud y del estado del bienestar.
Hasta Hitler necesitaba que millones de alemanes estuvieran en condiciones de
servir en la Wehrmacht y trabajar en las fábricas. Tenía sentido invertir en su
bienestar. En el siglo XXI las élites perderán sus incentivos para invertir en
la salud, la educación y el bienestar de la mayoría porque la mayor parte de la
gente será innecesaria. Esto no significa que los vayan a exterminar de forma
activa, solo que los gobiernos invertirán cada vez menos en ellos. Y esto ya
está sucediendo ahora en el todo el mundo.
¿El futuro se parecerá a esas sociedades del pasado
en que el 20% de la población podía morir de hambre sin que se inmutaran en el
palacio real? Podría ser algo así. Tenemos que ser muy realistas:
durante la mayor parte de la historia, la mayor parte de la gente ha sido
insignificante para las élites y los centros de poder. Hemos vivido en una
sociedad muy especial, en la que solo durante los siglos XIX y XX las masas han
sido vitales para la economía y por lo tanto han tenido derechos. Que ya no
sean necesarias por razones económicas o militares tendrá consecuencias
desastrosas sobre las personas.
Hubo otra razón: leyeron a Marx, creyeron en la
amenaza de una clase obrera organizada y reaccionaron preventivamente. Tienes el argumento ético, que debería ser suficiente, pero me temo que
no lo es. Marx escribía en el siglo XIX bajo la idea de que el proletariado era
el elemento imprescindible para la economía. Y que la huelga general era su
arma irresistible. Pero ahora es irrelevante. La mayoría de las personas serán
económicamente innecesarias. ¿A quién le importa que hagan huelga los mendigos?
¡Los algoritmos no van a la huelga!
¿Hay hoy alguna amenaza que disuada al poder de
dejar a la mayoría de población a la intemperie? No lo sabemos. Cuanto más globalizada y automatizada es la economía,
menor es el poder de la clase obrera. Creo que esta es una de las razones por
las que la gente vota a Donald Trump en EEUU, por el Brexit en el Reino Unido o
por los nuevos partidos en España, Grecia e Italia. La gente se da cuenta de
que está perdiendo su poder e intenta desesperadamente demostrar al sistema que
aún lo tiene votando todo tipo de políticas antiestablishment. Pero temo que es
un gesto. No consigo adivinar cuál puede ser la amenaza que pueda invertir esa
concentración de recursos que hace que las 60 personas más poderosas tengan más
riqueza que el 50% de la población mundial, 3.500 millones de personas.
"Iremos cediendo poder de decisión pero no porque lo imponga un
poder dictatorial, sino que lo haremos voluntariamente"
Le pone nombre a ese futuro amenazante. Dataísmo.
¿Cómo lo define? Para dar una definición breve: dataísmo es la
situación en la que, con suficientes datos biométricos sobre mí y suficiente
poder computacional, un algoritmo externo puede entenderme mejor de lo que yo
me entiendo a mí mismo. Y una vez existe este algoritmo, el poder pasa de mí,
como individuo, a ese algoritmo, que puede tomar mejores decisiones que yo.
Esto empieza con cosas simples, como el algoritmo de Amazon que te propone
libros, o los sistemas de navegación que nos dicen qué camino tomar. Eran
decisiones que tomábamos basándonos en nuestros instintos y conocimientos.
Ahora la gente cada vez confía más en aplicaciones y sigue instrucciones del
teléfono móvil. Y esto irá pasando también en decisiones más importantes, cómo
en qué universidad estudiar, a quién votar… Iremos cediendo poder de decisión,
y no porque lo decida un poder dictatorial, sino que seremos nosotros quienes
querremos hacerlo. Hay departamentos de policía de EEUU en los que es un
algoritmo el que decide dónde se debe desplegar a los patrulleros en función de
los patrones de delincuencia, no un sargento veterano como antes. Tengo un
amigo en Israel que está investigando en una inteligencia artificial que actúe
como tutor de los niños las 24 horas del día y les enseñe todo. Por supuesto
los algoritmos no acertarán en el 100% de las ocasiones… pero no lo necesitan,
solo necesitan ser mejores que un humano medio, y eso no es tan difícil.
Dice usted que este es solo un futuro posible. ¿Qué
posibilidades tenemos de hacer que no sea así? ¿Hacer nuestros datos tan
opacos como sea posible? ¿Confiar en nuestras propias habilidades? Aún tenemos mucho margen para elegir cuánta autoridad ceder a nuestro
móvil. Pero hay un campo en el que será muy difícil resistir a esta evolución,
el de la medicina. En 20 o 30 años, el tipo de cuidados médicos que podrás
recibir si renuncias a tu intimidad será tan, tan superior al que tenemos ahora
que muy poca gente elegirá preservar su privacidad. Si un Googledoctor puede
monitorizarte 24 horas al día, todo lo que sucede en tu cuerpo, y puede
reconocer el inicio de una gripe, de un cáncer o un alzhéimer cuando sea
tratable, y has de elegir entre intimidad y salud, el 99% de la gente elegirá
salud y le dará permiso al Googledoctor. Tomemos otro ejemplo: la gente dice
que el futuro de la moneda es bitcoin, que eso será irresistible. Pero una
economía basada en el bitcoin hará perder a los gobiernos cualquier capacidad
de política monetaria y de garantizar el pago de los impuestos. No creo que sea
inevitable. Aún tenemos la posibilidad de tomar otras decisiones políticas: por
ejemplo desarrollar una divisa electrónica controlada por los gobiernos, con
sus ventajas pero sin anonimato. Aquí podemos elegir entre dos futuros muy
distintos.
"Mi temor es que el cambio climático será una catástrofe ecológica
de la que las élites saben que se podrán salvar"
Usted dice que en su libro expone una “predicción
histórica”. Parece una contradicción entre términos. Y muchos historiadores no
estarán de acuerdo con usted en que su trabajo sea el de especular con
escenarios alternativos, ni en el pasado ni mucho menos en el futuro. ¿Cómo
entiende usted la labor del historiador? Creo que el
papel del historiador es el de plantear diferentes posibilidades. La mayoría de
la gente, cuando observa el mundo, cree que lo que ve es natural, inevitable.
Los historiadores somos importantes porque reconstruimos el proceso por el cual
el mundo ha llegado a ser como es, cómo el capitalismo y el Estado Nación son
las formas de organización dominantes hoy, y entendemos las fuerzas que nos han
llevado hasta aquí y también los accidentes que han ocurrido durante este
proceso y las alternativas que podrían haberse hecho realidad. Porque los
historiadores no ven el presente como algo natural y eterno. Debemos utilizar
este conocimiento para mirar hacia el futuro con una perspectiva más abierta, para
darnos cuenta de que hay alternativas a los sistemas políticos, económicos y
sociales que dominan el mundo hoy. Y esto es lo que intento hacer. No predecir
el futuro, algo que es imposible, sino abrir mentes y pensar de una forma más
creativa sobre el futuro.
Habla de las guerras y el hambre en África como
problemas a corto plazo, y del cambio climático como una preocupación a medio
plazo, pero parece que le da menos importancia que a las amenazas a largo plazo
de esa sociedad de la inteligencia artificial. ¿Pero llegará, si finalmente el
agua nos llega literalmente al cuello? Mi temor es que el cambio climático puede destruir
la mayoría de sistemas ecológicos, la mayoría de los animales y plantas, la
mayoría de la gente, pero que la ciencia y la tecnología serán capaces de
salvar a las élites. Así que el el calentamiento global puede acelerar ese
proceso del que estábamos hablando. El peligro es que la élite política y
económica, ni que sea de forma inconsciente, siente que podrá escapar de ese
desastre ecológico.
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