GROUCHO MARX
EN LA ARGENTINA
LA NACION
De:
Hector Claudio Salvi
"¿Aquién
va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?" es una frase atribuida a
Groucho Marx, quien celebraría la continua vigencia de sus brillantes
ocurrencias en la Argentina, país donde el marxismo (de Groucho) y los
anacronismos (de Marx) están a la orden del día. Sin ir más lejos, el
presidente Alberto Fernández, al demostrar un gran sentido del humor, suele
aplicar el más agudo chascarrillo del comediante: "Esos son mis principios
pero, si no le gustan, tengo otros".
Los
argentinos nos hemos habituado a desmesuras políticas de tal magnitud, que las
situaciones más disparatadas han dejado de llamarnos la atención. Al punto que
muchos prefieren dar mayor crédito a relatos que a sus propios ojos.
Esta
introducción viene a cuento respecto del apoyo de artistas, cineastas,
periodistas y otras personalidades del mundo de la creación y del pensamiento,
a aquella insólita solicitada por la libertad de Amado Boudou.
El
exvicepresidente no solamente quiso apropiarse de Ciccone Calcográfica, sino
que fraguó documentos públicos para defraudar a su exesposa, declaró domicilios
falsos para evitar notificaciones y percibió, a través de testaferros, un
honorario sideral por simular un asesoramiento a la paupérrima provincia de
Formosa para refinanciar su deuda con la Nación, cuando él mismo era ministro
de Economía. "¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?",
habrá preguntado Boudou a sus simpatizantes, en forma tan convincente que
descreyeron de sus propios ojos.
Juan
Grabois: "hay intendentes multimillonarios que viven en Puerto
Madero"
Es
previsible que en el mundo de la literatura, la música, el teatro, el cine y
las artes en general, se adopten posturas "progresistas", ya que está
en su ADN pintar un mundo mejor, aun violando la ley de la gravedad, como lo
demuestran muchas históricas caídas al vacío, entre trovas, odas y soflamas. En
años posteriores a la Revolución Rusa, una ola de intelectuales creyó haber
encontrado en la dictadura soviética la panacea igualitaria con prosperidad
económica. John Steinbeck, Sinclair Lewis, Ezra Pound, André Malraux, André
Gide, Bertold Brecht, Jean Paul Sartre, estuvieron entre ellos. Pero Ernest
Hemingway, que luchó en España con los republicanos, dio más crédito a sus ojos
y se distanció de su amigo John Dos Passos, encandilado por el relato
stalinista.
Lo
mismo ocurrió con la revolución cubana que, al romper los cánones ortodoxos del
Partido Comunista, inspiró en la Argentina la llamada Nueva Izquierda, donde
militaron Rodolfo Walsh, Juan Carlos Portantiero, Francisco Urondo, Rogelio
García Lupo y David Viñas, entre otros. La locura de la lucha armada fue
condenada más tarde por Eduardo Galeano, quien, ya maduro, se arrepintió de
haber escrito Las venas abiertas de América Latina. Creyó más en sus ojos que
en su propio relato juvenil. Sin embargo, esos ensayos para crear un
"hombre nuevo" a punta de fusil y sangre de paredón, eran extravíos
ideológicos ajenos al lucro personal. Aquí se los llamó "jóvenes
idealistas" aunque años después percibieron y aún perciben (ellos o sus
herederos) jugosas indemnizaciones como parte de la estrategia kirchnerista
para reclutar militantes. La Argentina debe ser el único país donde un proyecto
de apropiación masiva de recursos públicos ha logrado obtener apoyos en el
ámbito del espíritu y el intelecto. La teoría del lawfare para justificarlo,
tiene como única fortaleza que está denominada en inglés, como sale, home
office o coffee shop, pues si fuera enunciada en castellano, sería descartada
sin más trámite, en lunfardo jurídico.
Desde
la caída del Muro de Berlin, el marxismo (no de Groucho) buscó nuevos sujetos
revolucionarios para reemplazar al antiguo proletariado, ahora aspirante a
clase media. Y, así, logró adhesiones entre quienes tienen demandas
insatisfechas en diferentes ámbitos de la estructura social. En la Argentina,
Néstor Kirchner encontró en la "transversalidad" la forma de lograr
apoyos disímiles a su plan rapaz de sumar poder y dinero con un discurso
adaptado para cada reclamo.
Pueblos
originarios. El líder Qom acusó a Pietragalla de condicionar la ayuda a que
milite contra el macrismo
De
ese modo, fueron atraídos militantes de los derechos humanos, del garantismo,
del feminismo, de la igualdad de género, de los pueblos originarios, del
matrimonio igualitario, de la comunidad LGBT, de la escritura con x y los
partidarios del aborto. Además de quienes lograron ventajas monetarias, como
los jubilados sin aportes, los beneficiarios de planes sociales y los nuevos
empleados públicos en Nación, provincias y municipios.
Esas
"conquistas", en muchos casos solo nominales, cuelgan en su
imaginario como diplomas de profesiones obsoletas, pues la violencia cotidiana,
la estrechez de los bolsillos y la falta de trabajo son resultado directo de
ese proyecto al que apoyan. Mientras la realidad los hace cada día más pobres,
más inseguros, más excluídos. Como lo ven sus propios ojos.
Resulta
difícil conciliar la imagen de artistas, escritores y cineastas, otrora
admirados, con su nuevo rol de padrinos de personajes oscuros, ya fuere Amado
Boudou, ya fueren los López, tanto Cristóbal (casinos) como José (conventos), o
vincular sus nombres con jerarcas del dinero malhabido, como Hugo Moyano,
Lázaro Báez, Ricardo Jaime, Omar "Caballo" Suarez, Juan Pablo
"Pata" Medina, Julio de Vido, Fabián de Souza, Roberto Baratta. O con
empresarios que pagaron coimas, sin pruritos éticos.
Cuando
Néstor Kirchner propuso la transversalidad se interpretó como una convocatoria
a distintos espacios políticos con objetivos similares y legítimos. La realidad
fue una matriz de corrupción transversal para alinear intereses en sostén de su
proyecto de poder. Políticos, funcionarios, jueces, policías, espías, señores
feudales, dirigentes gremiales, barones del fútbol y del conurbano, barras
bravas, narcotraficantes y empresarios ventajistas tejieron una trama de
corrupción estructural, sin ideales, principios, ni ideología. Solo intereses
pecuniarios.
La
otra gente, la buena gente que también está unida por el deseo transversal de
un país honrado, con libertades personales y división de poderes, encuentra que
esa red de complicidades bloquea el funcionamiento de las instituciones, como
se ha visto con Gildo Insfrán, gobernador perpetuo de Formosa.
Cabe
entonces cerrar este editorial con otra frase conocida de Groucho Marx,
aplicable a quienes no se cuidan al elegir sus compañías: "Jamás aceptaría
pertenecer a un club que admitiera a una persona como yo como socio".