FRANCISCO SEGUN EL NEW YORK TIMES

El Vaticano, desde  siempre ha parecido  reproducir  los secretos e intrigas de una corte renacentista – que, en cierto modo, es lo que ahora sigue siendo. La humildad ostentosa del Papa  Francisco, sus riñas a prelados de alto rango, no han cambiado nada de ello en absoluto; en todo caso, las ambiciones del pontífice han alentado a los conjurados y contraconjurados a trabajar con mayor vigor. Y ahora nos encontramos con que el mismo papa es el conjurado
. El propósito de Francisco es simple: Está a favor de la propuesta, presentada por los cardenales liberales de la iglesia, que permitiría a los católicos divorciados vueltos a casar, recibir la comunión sin haber sido declarado nulo su primer matrimonio.

Gracias al apoyo tácito del Papa, la presente propuesta se convirtió en una polémica central en el sínodo del año pasado sobre la familia y está actualmente en curso en Roma,  como controversia central. Pero si su propósito es claro, su método es decididamente turbio. En cuestiones de procedimiento, los poderes del Papa son casi absolutos: Si Francisco decidiese mañana refrendar la comunión para los vueltos a casar, no hay Corte Suprema católica que pudiera echarla abajo.
Al mismo tiempo, sin embargo, se supone que el Papa no tiene el poder de cambiar la doctrina católica. Esta regla no puede aplicarse con ningún mecanismo oficial (Se supone que el Espíritu Santo es el factor crucial de equilibrio), pero la costumbre, la modestia, el temor de Dios y el miedo al cisma,  todo esto  frenaría a los papas que estuvieran  tentados de reescribir la doctrina.
Y un cambio de doctrina es lo que los católicos conservadores, muy razonablemente, creen que implica esencialmente la propuesta de la comunión [a recasados] de Francisco.
Probablemente sería un fascinante tema para escribir, sobre ciencia política  acerca de cómo la combinación del poder absoluto pero  absolutamente limitado, conforma el  oficio papal. Las maniobras recientes de Francisco  merecerían un capítulo, porque él está buscando claramente la manera que le permita ejercer sus poderes sin socavar su autoridad.
La clave de esta búsqueda han sido los sínodos, que no tienen oficialmente  un papel doctrinal, pero que pueden proyectar una imagen de consenso eclesiástico. Así que una fuerte declaración sinodal que respaldara la comunión para los vueltos a casar como un cambio meramente “pastoral”,  pero sin ser una alteración doctrinal, haría la tarea de Francisco mucho más fácil.
Desafortunadamente tal declaración ha demostrado ser difícil de lograr – debido a que las filas de  obispos católicos incluyen tantos a conservadores,  como Benedicto XVI y Juan Pablo II, y también porque el argumento de lo “pastoral” es, básicamente, sólo basura, [N.T. lo de llamar conservadores a Benedicto xvi y juan Pablo ii, demuestra, en mi opinión hasta donde puede llegar la sombra alargada del neo-conservadurismo. Sin embargo el diagnóstico hecho  de “basura” argumental  a la falsa distinción entre “pastoral” y “dogmático”, da plenamente en el blanco. De hecho estamos hartos de ver hacer esta distinción respecto de las enseñanzas heréticas del Concilio Vaticano Ii.  Resultan patéticos los esfuerzos de neocons y lefebvrianos,  para liberar a los conciliares de cualquier acusación de herejía,  llamando  al C.V II, un concilio meramente pastoral al que no fuera obligado someterse. Basura argumental ciertamente de la que deberían tomar nota los que siguen a blogs y “cabezas pensantes” empeñados en descargar al concilio de cualquier responsabilidad, atribuyéndola a un inventado `posconcilio, que lo único que hizo es sacar a luz las enseñanzas, a veces veladas, del “concilio” Vaticano II]
La Enseñanza de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio ya ha llegado al punto de ruptura con  el nuevo proceso express  de anulación [del Motu propio]  de  este Papa; que con la comunión de los vueltos a casar sin anulación previa,  acabaría por completar la ruptura total.
Así que para vencer la resistencia de los obispos que se aferraron a este punto obvio en el primer sínodo del año pasado y ahora en éste, ha llevado a que los que organizan el sínodo  nombrados por el papa, pidan prestado [argumentos], “amañados” por ellos,  del reciente libro de investigación de Edward Pentin, corresponsal del Vaticano, con el fin de llegar al resultado querido por el papa.
Los documentos-guía  del Sínodo se han escrito con ese objetivo en mente. El Papa ha hecho nombramientos en el sínodo con esa finalidad, no dudando en añadir incluso a cardenales de edad contaminados por el escándalo de abuso sexual,  si son  aliados a la causa del cambio. La oficina de prensa del Vaticano ha filtrado debates a puerta cerrada (tal como el Papa había prescrito) del Sínodo a los medios de comunicación con esa finalidad.
Los encargados de la redacción del informe final del sínodo se han seleccionado para este fin. Y el propio Francisco, en sus homilías diarias, ha criticado constantemente al catolicismo de los “doctores de la ley,” fariseos  legalistas modernos – señales apenas veladas de sus puntos de vista.
(Aunque, por supuesto, en el Nuevo Testamento los fariseos permitían el divorcio, lo que Jesús rechazó.)
Y sin embargo, su plan no necesariamente está teniendo éxito. Se ha informado que todavía no hay nada parecido a una mayoría  dentro del Sínodo  en favor de la propuesta, que es probablemente la razón por la que los organizadores oculten sus apuestas por un documento final. Y los conservadores – de  África, Polonia, América, Australia – ahora  no están tan desprevenidos  como en  el otoño pasado, y se muestran más prestos  a esbozar réplicas públicas que  traten de dejar fuera de combate al pontífice con apelaciones privadas.
La situación está cargada de ironía. Los progresistas envejecidos están aprovechando el momento que pensaron que se les había escapado, y están tratando de superar a los conservadores más jóvenes que hasta ahora  pensaban que poseían el futuro católico. Los obispos africanos están defendiendo la fe del pasado europeo contra los alemanes y los italianos que da la espalda a su propio patrimonio. Un Papa jesuita de hecho está en guerra contra su propia Congregación para la Doctrina de la Fe, la antigua Inquisición- una situación que haría que la jerarquía del siglo 16 quedara totalmente confundida..
Para un periodista católico, y para cualquier periodista, es una historia fascinante, y  como periodista que soy, estrictamente hablando, he de decir que no tengo la menor idea de cómo va a terminar todo esto.
Hablando como católico, espero que el complot  falle en el último momento; cuando el Papa y la Fe histórica parecen estar confrontados, mi apuesta se decide por la fe.
Pero para una institución que mide su tiempo de vida en milenios, “este último momento” puede tardar mucho tiempo en llegar.
De New York Times